8. Venus

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***

Mi padre hace un increíble estruendo al despertarse. ¿Los padres vendrán ruidosos de fábrica? Arrastra los pies con sus chanclas que parecen pegarse al suelo y activa la cafetera como si estuviera dándole golpes para un mejor funcionamiento. Finalmente me despierto del todo y observo esa pintura de Van Gogh que mi padre ha copiado tan bien y apenas recuerdo lo que ha sucedido por la noche. Siento la sábana blanca que usamos por la madrugada para construir nuestro centro de batalla, nuestro refugio y Freddie viene a mi mente contando cómo se sintió en la exposición de arte. Enumeró cuántos y cuáles cuadros se habían vendido y a quienes, se sinceró de por qué no puso en venta a Afrodita pero el alcohol me jugó una terrible pasada y logró hacerme dormir. Poco recuerdo de su charla. Ni siquiera sé en qué momento cerré los ojos en contra de mi voluntad.

Al asomarme al borde de la cama no lo encuentro allí. Lo único que ha quedado de esta noche es ese colchón desinflado tal como había predicho, y junto a el, sus gafas oscuras. Las ha olvidado. No sé si por el alcohol o intencionalmente pero una cosa es cierta, se ha ido sin avisarme. Se ha marchado y no sé en qué momento lo ha hecho. ¿Durante la noche? ¿Por la madrugada? ¿Cuando apenas salió el sol? ¿Y si no se ha ido? Tal vez sigue dentro de la casa.

Eso quiero creer así que salgo en su búsqueda.

—¿Freddie?—grito saliendo de la habitación pero no hay señales de él—¡Freddie!—insisto y el rostro confundido de mi padre choca con el mío.

Ambos parecemos tener la misma expresión de terror. ¿Él también estará ocultando algo?

—¿Quién es Freddie?

¿Y ahora cómo salgo de ésta?

—Papá. No los oí entrar—digo volviendo a mi cuarto pero se interpone con su potente voz.

—No me has dicho a quién buscabas.

—¡Ah! A un gato. Entró por la noche, descansó aquí y al parecer se ha ido.

Sí, es lo único que se me ocurrió decir.

—¿Y cómo es que lo llamaste?—pregunta colgando las llaves de su auto.

—Freddie.

—Bueno, cuando vea a ese bicho le haré saber que no es bienvenido en casa.

Una risa descontrolada quiere salir pero la retengo. Quiero volver a mi cuarto pero me conoce tan bien que si la situación fuera cierta, insistiría hasta el hartazgo para conservar al supuesto peludo. Me toca fingir un poco más.

—¡Pero es súper lindo!

—¿Quién?—interrumpe mi madre quitándose los zapatos.

Mi padre voltea a verla con cierta ironía.

—El gato Freddie.

—¿Gato? ¿O es uno de esos de dos patas?

—De verdad era un gato, mamá.

No termino de pronunciar las últimas letras que estoy cerrando la puerta de mi habitación dejando a mi madre con todas sus dudas... y verdades. Siento la madera contra mi espalda y pienso que ha estado cerca. Jamás me ha gustado mentirle a mis padres pero hay ciertas cosas que debes hacer para seguir disfrutando de algo que solo tú conoces. Siempre está esa primera vez y yo comenzaba a tener muchas de esas primeras veces.

Cuánto me gustaría decirles la verdad pero como bien dijo Freddie, enloquecerían.

Observo las gafas oscuras de Freddie cerca de su colchón desinflado y no puedo evitar pensar si las ha olvidado o las ha dejado adrede para consumar un reencuentro. ¿Querrá verme nuevamente? ¿Por qué querría? Cuando abrió su corazón para contarme el verdadero motivo de por qué no puso a la venta su mejor cuadro, me quedé dormida. La verdad es que nunca he sido buena oyente, suelo despistarme con cualquier cosa a mi alrededor solo que esta vez si quería escucharlo, realmente me hubiera gustado oír toda palabra que saliera de su boca pero no pude.

Yo sin ti © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora