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La abuela de Freddie es una mujer muy mayor. Puedes notar el paso del tiempo en su piel, en sus ojos cansados y profundos. Susan es una de esas abuelas que hornean galletas y no permiten que te vayas de su casa sin antes haberte acabado todos los postres que ha cocinado para ti.
Seguimos charlando en la sala y nos reciben fotografías de ella cuando era una bella joven junto a quien parece ser su esposo. Me detengo en seco porque ese hombre de cabello rubio ceniza logra captar toda mi atención. Es como ver a Freddie en otra época. Es idéntico a él. Desde su pelo hasta el color rosáceo de sus labios. Junto a esta fotografía hay otra donde aparece una mujer junto a un bebé, que supongo es la madre de Freddie.
Dejo de observar la repisa cuando Freddie le entrega un presente a su abuela. Ella lo recibe con gozo pero al mismo tiempo le reprocha a su nieto que no debe gastar dinero en ella. Saca de una cajita unos pendientes que resplandecen en toda la habitación.
―Son diamantes puros―puntualiza ella y abraza a su niet para luego ponerlos en sus orejas.
Pasamos la tarde comiendo delicias que la abuela ha preparado en abundancia. Hay tanta repostería sobre la pequeña mesa ratona que no sé por dónde empezar. Ni siquiera sabemos por qué ha cocinado tanto pero se ha excusado con que sabía que alguien vendría a saludarla en su cumpleaños.
Abuela y nieto se ponen al día acerca de los nuevos proyectos que su niño tiene en la cabeza. Bebemos más y más café hasta que notamos como los rayos del sol se van apagando cada vez más hasta dejar tomar el lugar a la luna. Ambos siguen charlando sobre su día a día cuando mi teléfono suena y salgo al jardín para oír mejor. Aquí fuera es mucho más tranquilo que la ciudad. El único sonido es el cantar de los grillos y el correr de agua de una vertiente junto a la casa.
―¡Papá! ¡Olvidé llamarte!
―¿Dónde estás? ¿Estás bien?―noto la preocupación en su voz.
―Sí, papá. Estoy en un pueblo llamado Verdeluz, creo. Estoy con... con el gato.
Escucho su risa de fondo.
―¿Qué hacen ahí?
―Es el cumpleaños de su abuela. Ayúdame con mamá, por favor.
―Entonces, ¿todo está bien con el gato?―me sigue la corriente. Probablemente mi madre esté parando la oreja.
―Está manso.
―Bien, me alegro mucho, cuídate.
Termino la llamada y al alzar el mentón noto una luz y un rugido que se aproxima a la entrada. Enseguida noto que es la motocicleta de Anthony. Trae su gorra hacia atrás como es característico de él y una camisa azul oscuro con rayas blancas.
―Llegó el alma de la fiesta―celebra quitándose el casco.
―Estará feliz de verte.
Entramos a la casa y no es necesario que Tony salude a nadie ni abra la boca porque al pisar el suelo, la abuela se levanta del sofá gritando y aplaudiendo como si estuviera viendo a un cantante famoso que le gusta mucho. Corre hasta él y lo rodea con los brazos. Anthony apenas la levanta del suelo y planta un beso ruidoso en su mejilla.
―Feliz cumpleaños, yaya.
―Gracias, corazón.
―Parece que lo quieres más que a mí―suelta Freddie desde el sofá.
―Sabes que eso no es cierto.
―Admítelo, abuela. Deja de mentirle―sigue Tony.
Susan saca nuevamente los postres que ha preparado y se los ofrece a su nieto postizo, pero él se niega a comerlos, prefiere esperar la deliciosa cena que se está asando a fuego lento en la cocina. Aunque luego se tienta y toma un pastelito.
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Yo sin ti © ✔️
RomanceCOMPLETA. Freddie, un artista quebrantado por la vida, no tenía planeado enamorarse pero su extraña obsesión por los ojos de las personas lo encamina cada vez más hacia Venus, una joven con problemas de autoestima haciendo imposible cumplir su prome...