24. Freddie

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Hace años atrás hubiera dado mi vida y mi alma por participar en uno de los eventos de arte que dan lugar en París; una exposición variada en la que participan y exponen las mayores influencias artísticas del momento, enseñan sus mejores creaciones a fanáticos, compradores y colegas.

Es la cúspide de cada artista. Ser invitado a la exposición es similar a tocar el cielo con las manos, y ahora que por fin lo han hecho, creo que no es el momento. Ya no me hace mucha gracia. Hemos viajado para llegar hasta aquí y compartir momentos divertidos con la abuela pero la invitación sepultada en alguna parte de mi correo electrónico me hace maldecir.

Que caprichosa es la vida.

―Me han invitado a la expo de París―anuncio, captando la atención de todos.

―¿¡Qué!? ¿Cuándo? ―pregunta Tony, dejando la taza de café en la mesa.

Él sabe lo importante que es esto para mí y las veces que he soñado con ser parte de los expositores. Durante nuestras noches en la calle, las noches del principio, no dejaba de comentarle sobre este evento. Tony siempre creyó que este día llegaría más pronto de lo que pensaba, que me notificarían la invitación por cualquier medio porque no querrían perderse al gran Freddie Cook y que, por supuesto, iría conmigo.

Así decía. Yo le creía.

―Mañana. Olvidé revisar el correo estos días―respondo viendo la pantalla del móvil―. Quieren que exponga a Afrodita.

―¡Mi niño! ¡Es una gran oportunidad! Debes irte ya mismo a preparar tus cosas―dice la abuela mientras me rodea el cuerpo con los brazos.

Sentir su aroma tan de cerca me recuerda a mi madre. No quiero dejarla. Viajamos hasta aquí solo por ella, no quiero abandonarla otra vez y seguir haciendo mi vida apartado de lo que queda de mi familia, pero la sonrisa con muestra de dientes y todo que se le ha formado en el rostro, sumada a su insistencia, me obliga a decidir lo contrario. Juntamos nuestras pertenencias y las montamos al auto sin pocos ánimos de volver a la carretera. Tony busca su casco dentro de la casa y antes de subir a la motocicleta envuelve a la abuela en un reconfortante abrazo como si ambos supieran algo que nadie más sabe, como si tuvieran la certeza de que no volverán a verse, como si ambos sintieran algo que nosotros no percibimos.

Nos despedimos por última vez y partimos en silencio. Conduzco despacio sobre las rocas del pavimento. He abandonado a la abuela una vez más. Le prometí quedarnos con ella mucho más que un día y no he podido cumplir con mi palabra. Tengo la mente metida en mí mismo mientras Venus tontea con Tony. Juegan a contar los coches azules que pasan por nuestra izquierda. Temo que mi amigo se distraiga con ese entretenimiento bobo y caiga de su motocicleta.

―¿Qué sucede? ―pregunta Venus al ver que no participo del juego infantil.

―No quería dejarla.

―Ella quiere que vayas a París, Freddie. Sabe lo que significa para ti.

―Ella también significa mucho para mí.

―Sé que la hará feliz verte allí. Si quieres, al volver de París podemos quedarnos aquí varios días. Me gustaría conocer el pueblo.

―Lo sé. Espero que puedas acompañarme. ¿Quieres viajar a París?

―No puedo, Freddie. Pronto comenzaré con mis clases en la universidad. Decidí estudiar cine. Mamá quería que sea doctora pero a la mierda.

―Esa es mi chica. A la mierda el mundo―respondo acariciando su mentón.

Yo sin ti © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora