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Tengo el corazón en un puño y en el otro la ira comprimida.
Siento el nudo intenso que se ha formado en mi garganta y las lágrimas que vuelven a amenazar con brotar pero no me puedo permitir derrumbarme aquí. Siempre he creído que el llanto es digno de ser secreto porque es una parte de ti que no debes mostrar al mundo, esa parte débil y vulnerable que puede joderte la vida si alguien lo ve.
Para Freddie son los ojos, para mí son las lágrimas.
Salgo del hospital a toda prisa, mis pasos son torpes y desesperados. Veo mi motocicleta tirada en el suelo de la entrada, justo donde la dejé al llegar aquí. Sin pensarlo dos veces, la enciendo y acelero por las calles de la ciudad. Las miles de luces de Mar de la luz parpadean a mi alrededor mientras avanzo a toda velocidad sin dar cabida a las normas de tráfico, a los semáforos en rojo ni a los conductores que hacen sonar la bocina cuando paso como un rayo por el costado de la carretera. Finalmente, le doy permiso a las lágrimas para salir y recorren mis mejillas mezclándose con la brisa nocturna.
No puedo perder a mi hermano. No estoy preparado para ello. No otra vez. No sin defenderlo a muerte. No puedo quedarme cruzado de brazos. No puedo pasar por lo mismo de nuevo. Estoy negado a imaginar que algo así vuelva a suceder. Mi mente colapsa de pensamientos y emociones turbulentas. Recuerdo el pasado y como acto reflejo mis piernas tiemblan de solo revivir en mi mente aquella noche.
El principio me atormenta después de mucho tiempo y solo quiero olvidar porque al igual que Freddie, también cargo con mi principio. Como todos, como tú mismo. Todos cargamos con uno, un momento, un inicio, un suceso que cambia nuestras vida para siempre a partir de ese momento. ¿Cuál es el tuyo?
Me acerco al lugar que Venus me ha indicado donde todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. ¿Se creará otro principio o mi vida seguirá igual después de esto? Estaciono en la esquina de enfrente mientras aún tengo el casco sobre la cabeza. Si quiero entrar ahí dentro y salir impune de todo esto no debo mostrar mi rostro. Sé bien lo que hago.
El coche donde Javier pasea jugando a ser mafioso con sus amigos aparca frente a la casa, ríen y charlan animadamente como si uno de ellos no hubiera hecho algo trágico esta noche, como si estas situaciones fueran normales para el grupo de imbéciles. Mientras se despiden en la entrada del edificio oigo fragmentos de sus conversaciones. Festejan victoriosos, «logramos bajarlo» dicen mientras gritan como monos. Finalmente, Javier entra al departamento con la más ridícula carcajada brotando de su cuerpo y sus compañeros de matanza se alejan a todo trapo dejando solo polvo y odio en aquella calle vacía.
Mientras aguardo y medito en la oscuridad, enciendo un cigarrillo para mantener la mente ocupada pensando en mi plan. La luz del cigarro resplandece en la penumbra de la calle y me sumerjo en mis pensamientos. La discusión que tengo conmigo mismo no es si lo que estoy apunto de hacer está bien o mal, eso no tiene disputa, sino qué haré luego de hacerlo, a dónde iré, a dónde huiré. ¿Me sentiré pleno? Le concedo unos segundos para acomodarse y tomarlo desprevenido como él ha hecho con mi amigo. La tensión crece en mi abdomen pero a mí me gusta jugar tan sucio como a él. No sabe con quién se ha metido.
Estoy decidido a entrar al departamento pero sé que la puerta principal no es una opción. Alzo la vista y veo un árbol lo suficientemente alto y próximo al balcón del primer piso como para intentarlo. Con cautela y con mi basta experiencia escalando árboles, subo buscando agarre en las ramas mientras mantengo los ojos en la calle y en el balcón. Finalmente, me sostengo de las barras y me deslizo sobre la barandilla, corro el ventanal y estoy dentro.
El lugar está en completo silencio como si no fuera habitado y una sensación de inquietud recorre mi espalda. No me detengo a ver los detalles del departamento, no he venido a eso. Solo tengo un objetivo esta noche. Avanzo lentamente, con precaución, escuchando cada crujido bajo mis pies. Entonces oigo el sonido del agua corriendo en la ducha. Me dirijo al baño y con cuidado entreabro la puerta. Javier se encuentra bajo la regadera inconsciente de mi presencia. Espero que termine su ducha, al menos le daré la oportunidad de irse de este mundo con el cuerpo limpio, ya que la consciencia la ha de tener bastante sucia. Saco el arma del bolsillo, esa pistola que llevo conmigo desde los catorce años y espero paciente, cómodo en un sofá de cuero hasta que el agua se corta y Javier sale con una toalla alrededor de la cintura. Queda estático y con los ojos gigantes al ver que el chico al que intentó asesinar hace horas atrás ahora lo apunta con un arma directo al corazón. La pregunta es, ¿tendrá uno al cual disparar o tendrá en su lugar un agujero negro? Aún así, apunto directo a su centro sin miedos, sin titubeos, no me tiembla un solo pelo. He decidido desde hace tiempo que hacer con su miserable vida.
—Tony—apenas le sale el aliento.
—¿Qué creíste? ¿Que podías ir a Dragon Club, mi lugar y asesinarme tan fácilmente?—suspiro, burlón y encuentro confusión en su mirada suplicante—. Le disparaste a mi hermano.
—Podemos arreglar esto, Tony—suplica acercándose.
Mi nombre saliendo de su boca como un vómito putrefacto me provoca una furia indomable. No quiero oirlo ni tenerlo cerca. Todo mi ser lo rechaza.
—No te muevas.
—¡Lo hice por celos! ¿Está bien? ¡La amo! ¡No soporto verla con nadie más! Creí que estaba contigo.
—Que sentimental—me burlo—. Los sentimientos son la ruina de todo hombre, Javier. El amor termina matándote.
—Venus no te perdonará si me lastimas.
Carcajeo ante su inocente y estúpido comentario. Me pongo de pie para verlo directo a los ojos. Si Freddie estuviera aquí diría que este cobarde es puro miedo, que el terror se refleja en ese iris maldito y no encontraría ni una pizca de arrepentimiento.
—¿Cómo crees que llegué hasta aquí? Ella me dijo dónde encontrarte. Ahora mismo debe estar llorando sobre el pecho de Freddie diciéndole cuánto lo ama y cuánto desea que te haga desaparecer.
—¿Qué?—su rostro palidece. —Te conozco, Tony. Todos te conocen. No puedes hacer esto. No eres capaz. Tú no eres así.
Una sonrisa sínica se forma en mis labios. ¿No soy capaz? Grave error retarme de esa forma. A mí, que he sido capaz de tantas cosas en el pasado y aún lo sigo siendo. No tiene idea de quién soy.
—¿Me conoces? ¿Quién crees que soy? ¿El carismático y amable bartender de Dragon Club?—niego con la cabeza aceptando mi verdadera esencia—. Soy un criminal, Javier y estoy cansado de ser alguien que no soy. Estoy cansado de fingir.
—Perdóname, Tony. No sabía que...
También estoy cansado de oír lamentos.
—No es a mí a quién tienes que pedir perdón.
La bala sale directo a su centro y el estruendo retumba en mis oídos. Javier se desploma en el suelo de madera mientras clavo mi mirada en esos ojos perdidos y malditos, sin una pizca de piedad, sin pena ni pudor hasta que mancha la alfombra con su sangre sucia.
—Nadie toca a mi familia.
***
ES UN ASESINO! PERO ES TAN LINDO!
TONY MI HOMBRE.
Perdón, me calmo pero yo lo sigo amando. :((((((((
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Yo sin ti © ✔️
RomanceCOMPLETA. Freddie, un artista quebrantado por la vida, no tenía planeado enamorarse pero su extraña obsesión por los ojos de las personas lo encamina cada vez más hacia Venus, una joven con problemas de autoestima haciendo imposible cumplir su prome...