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No sé qué hago aquí. Me siento fuera de lugar. Bicho de otro pozo.
Había llegado al museo como por arte de magia porque no recuerdo parte del camino que realicé. El impulso de vestirme y venir hasta aquí ha sido en vano. Pero ¿en vano? ¿Qué vine a buscar realmente? ¿Qué vine a encontrar? Comienza una guerra entre mi cuerpo y mi cerebro; ambos disputan si debo salir corriendo de este lugar en el que sola me he metido o si debo esperar que Freddie vuelva. ¿Pero volverá? Esa es la mayor incógnita. No sales corriendo de esa manera por cualquiera y hay demasiadas personas que saludar y de las cuales recibir halagos.
Su amigo lo persigue a trotes y aunque quiero saber quién es la tal Rosie volteo para verme reflejada en la pared. Es imposible creer que Freddie haya logrado este resultado en tan solo una noche y parte del día de hoy. Me observo en la obra y encuentro algo en esa mirada que su creador ha pintado tan bien, que no reconozco en mi misma. La joven que aparece en ese cuadro gigantesco no soy yo, es un espejismo que Freddie ve de mí, o algo que debe querer que sea.
No soy tan hermosa como Afrodita.
—Es preciosa—oigo a mi lado una voz áspera.
Un hombre de avanzada edad se ha parado junto a mí. No despega los ojos de la obra. Lleva un traje negro que se nota costoso, se apoya en un bastón del mismo color y sobre la cabeza lleva un gracioso sombrero.
—Es irreal—comento.
—Es una lástima que no esté a la venta.
—¿No lo está?—pregunto sorprendida y voltea a verme.
Duda unos segundos antes de pronunciar palabra. Desliza la mirada desde el cuadro hasta mi rostro.
—Eres tú—sonríe, asombrado.
—Creí que Freddie la trajo hasta aquí para venderla.
—Traté de convencerlo pero no dió brazo a torcer. Supongo que quiere guardarte para él mismo.
¿Por qué no estaría a la venta? ¿No es por eso que la trajo hasta aquí? ¿Con qué objetivo estuvo en vela para terminarla? Esta pieza debe valer miles de dólares, no solo por su tamaño, sino por la gran calidad artística de su creador.
El señor camina unos pasos dispuesto a abandonar el lugar cuando lo interrumpo.
—¿Lo conoce hace mucho tiempo? A Freddie me refiero.
—Lo conocí cuando vendía su arte en las calles—mira a su alrededor—Y míralo ahora.
—¿En la calle?
—Lo conoces hace poco tiempo—concluye y asiento—. Tienes mucho que saber sobre él. Tiene una historia trágica—se mofa—como todo artista.
Finalmente se retira con esas palabras que me desconciertan. Observo a mi alrededor tratando de dar con el rostro del chico que era nuestro tema de conversación o con el de su amigo pero no aparecen en mi campo de visión. Hay tantas personas en el museo que no logro distinguir quién es quién hasta que finalmente choco con los lentes negros del artista más clamado. Lleva puesto un traje azul marino que resalta por completo su cabello rubio y sus ojos menta. Se lo ve tan elegante que es imposible creer que es el mismo chico del bar repleto de pintura, aunque las gafas oscuras son características de él.
¿Por qué oculta sus ojos si son tan poderosos? ¿Por qué los oculta si da gusto verlos?
Tomo una copa de champagne y me acomodo en un asiento vacío frente a otras obras de Freddie. La mayoría de ellas son miradas, ojos de mujeres y hombres, algunos verdes, amarillos, grises y marrones. Las miradas son vacías, reflejan tristeza y melancolía y me fascina como es capaz de transmitir emociones a través de esos globos oculares de pintura. Me pregunto si habrán salido de su imaginación o los retrató igual que hizo conmigo.
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Yo sin ti © ✔️
RomanceCOMPLETA. Freddie, un artista quebrantado por la vida, no tenía planeado enamorarse pero su extraña obsesión por los ojos de las personas lo encamina cada vez más hacia Venus, una joven con problemas de autoestima haciendo imposible cumplir su prome...