My dear Sputnik | Huening Kai

CAPITULO 27: Veinte Minutos

Minhye

—¡El mejor fan meeting de la historia! —abrí ambos brazos al aire con entusiasmo.

El sol se había ocultado hace bastante tiempo pero nada de eso me impidió vagar por las calles de Seúl junto a mi mejor amiga Hayun.

—¡Woah! ¡Fue mágico! —cerró los ojos con su vista hacia el cielo y comenzó a dar pequeños brincos en el mismo lugar. Estábamos muy emocionadas. —Dile a tu amigo Soobin que muchas gracias por todo, de verdad disfruté bastante ese boleto gratis.

Asentí.

—Yo le digo, tu no te preocupes.

Caminamos y caminamos hasta que llegamos a su casa.

—¿Estás segura de que puedes llegar a casa sola? ¿No preferirías que te acompañe?

Sonreí.

—Hayun, ya estamos aquí. No es necesario que salgas de nuevo cuando ya estas sana y salva en tu casa.

Mi mejor amiga sonrió y asintió al mismo tiempo.

—Está bien.

—Descansa, nos vemos mañana —me despedí.

—Hasta mañana, Min.

Esperé a fuera de su casa hasta que cerró la puerta para poder emprender el camino hasta la mansión de los Huening. Sin embargo, cierta voz en la casa del vecino hizo que me detuviera por un momento.

—Yah, Minhye-ssi está enamorada de ti, ¿no lo ves? Y tu también lo estás, solo que no quieres admitirlo.

—¿Enamorado de Minhye? —hubo un pequeño silencio de parte de Kai. —Estoy enamorado de Xiaoting. Ella es la única en mi corazón.

Pum, pum, pum.

No quise escuchar más la conversación y apresuré el paso hacia la parada de autobuses más cercana.

Se supone que mis sentimientos hacia Kai los había enterrado durante las vacaciones, sin embargo solo bastó que se preocupara por mi para caer nuevamente por él.

Soy una tonta.

Esperé y esperé por el camión pero jamás pasó. En su lugar, recibí una llamada de alguien con quien no había hablado durante mucho tiempo.

—Minhye, ¿donde estás?

—¿Huh? ¿Seonghwa? —miré la hora en el celular, pasaban de las nueve de la noche. —Vine a dejar a una amiga a su casa. ¿Por qué?

—Oh, ya veo... Ya tienes carro.

—¿Qué? —solté una risita. —Claro que no, vine a dejarla a pie.

Se escuchó como Seonghwa comenzó a reír a carcajadas.

—Va, va, comprendo.

—¿Todo bien? —pregunté. Se me hacía raro que llamara de la nada y ya tarde.

—Recién me enteré de que regresaste a Seúl y me puse triste porque no me habías contactado aún, así que decidí venir a visitarte a tu casa pero no hay nadie. ¿Por dónde vienes?

—Oh, eso... —hice una ligera mueca. —Es una larga historia pero solo necesitas saber que no estoy viviendo ahí por el momento.