Hola, Afrodita. No tengo otro apéndice para operarme, pero me gustaría volver a escucharte.
La llegada del mensaje a su teléfono, justo en medio de una conferencia de traducción comenzó a inquietar a Bianca, quien debió cerrar sus ojos para concentrarse en lo que oía
Llevaba una semana hablando con Willy, se habían despedido sin mirarse, con una promesa tácita de volver a intentarlo, pero cuando llegaba el momento de volver a invitarlo, el miedo la paralizaba y ya no podía terminar de escribir la sugerencia.
Sabía que estaba siendo injusta, él parecía dispuesto a darlo todo, a esperarla a hacerlo funcionar, pero ella no lo creía justo. Debía aceptar que lo seguía amando, tanto o más que en el pasado, pero justamente por eso no quería condenarlo a una vida en su oscuridad. Estaba rota, se sentía completamente destrozada y eso no le permitía siquiera pensar en compartir su dolor con alguien más.
Sabía que debería estar agradecida. Muchas personas habían perdido su vida, mientras ella apenas había pasado unos días en el hospital. Sus órganos no habían sufrido daño, su mente continuaba dándole la oportunidad de trabajar y su familia continuaba con ella, pero no podía dejar de sentir pena por si misma, incapacidad de mostrarse como era realmente, de recoger su cabello y enfrentar al mundo con su nuevo aspecto, de aceptar su realidad. Eso la hacía sentir injusta y rehén de una soledad a la que ella misma se había condenado.
Willy había sido tan dulce, que solo podía recordarlo allí, sobre aquel sillón, con sus ojos vendados y su sonrisa plena y eso le dolía aún más. ¿Cómo podía amarlo tanto y necesitar no verlo más? No se entendía así misma, y justamente por eso no quería arrastrarlo a la profundidad en la que estaba sumergida desde hacía 3 años.
Terminó la llamada como pudo, agradeciendo que fuera la última. Se recogió el cabello que comenzaba a molestarle sobre el ojo y se disponía a preparar un café cuando unos golpes en la puerta la alertaron.
No lo había invitado, no se sentía lo suficientemente fuerte como para echarlo si había llegado hasta allí.
-Hola, guapa. Ya te extrañaba en la ofi y me he animado a venir a verte ¿Puedo pasar?- la voz de Reyes al otro lado de la puerta le devolvió un poco de paz. Abrió con pausa y la española la saludó con ese entusiasmo que siempre la rodeaba.
Era una joven atractiva y simpática, dos cualidades que en un pasado hubieran podido describirla a ella misma. Además era amable y la miraba como si no llevara la mitad de su rostro destrozado.
Entró como si conociera el lugar y rápidamente comenzó a contarle de su día en la oficina, de chismes de personas que ni siquiera conocía y de sus planes para el fin de semana. Había aceptado su café y sonreía luego de cada palabra.
Bianca había comenzado a distenderse. Entendía que aquella joven no tenía porque estar allí y sin embargo la había ido a buscar y estaba pasando su tarde de viernes junto a ella. Comenzaba a creer que podrían llegar a ser buenas amigas cuando ella mencionó a WIlly.
-Oye, tienes que contarme de tu amigo. Leí lo que ocurrió en aquel último recital ¿Fue allí dónde te hiciste las cicatrices?- le preguntó con tanta naturalidad que cualquier intento de evasión del tema le fue imposible.
Bianca asintió con su cabeza mientras buscaba tiempo para ensayar una respuesta. No solía hablar del tema, no era algo que le gustara, sobre todo porque su hermano se había sentido culpable por demasiado tiempo y ella sabía que lo ocurrido allí no había sido su culpa.
-¡Qué tragedia! Dios mío,, pero en verdad creo que es muy injusto que no hayan vuelto a tocar. Fue un accidente, no se porqué se sienten responsables.- le dijo Reyes mientras llevaba un trozo de los bizcocho que ella misma había traído hasta su boca.
-No lo son.- sentenció Bianca con sus ojos en la taza de café vacía. Eso era lo único de lo que estaba completamente segura. Ni su hermano si Willy hubieran podido evitar lo sucedido esa noche, había sido un cortocircuito, se había desatado una vez que los músicos habían abandonado el escenario, no había nada que hubieran podido hacer.
-Ay, Bianca, imagino lo que has pasado, querida, eres muy valiente de seguir adelante. Eres una mujer guapa, inteligente, joven. Es muy valorable que te enfrentes a la vida, que hayas viajado a otra ciudad, con lo que eso representa. Por eso estoy aquí, me gustaría ser tu amiga, que al menos lo intentaramos, vengo de un pueblo alejado y me costó encajar al principio, se lo que es sentirse extranjera.- le dijo Reyes con una sonrisa que había virado de la alegría a la empatía.
Bianca suspiró. Si supiera el motivo de su presencia en ese país, no lo vería con los mismos ojos, pensó. Había ido para huir, para alejarse, para no tener que enfrentar nada, por eso sentía como una ironía del destino el hecho de que Willy hubiera estado ahí..
-Te agradezco mucho.- se limitó a responder y al parecer fue suficiente para Reyes, quien regresó a su gesto divertido.
-Ahora cuéntame todo de ese bajista que me tiene como loca. Me gustaría invitarlo hoy. ¿Crees que dirá que sí?- le preguntó con genuino deseo y ella no pudo más que fingir que aquello le parecía una buena idea. Todos sus temores comenzaban a tener un fundamento, creía que era momento de decidirse.
No podía obligar a Willy a vivir en una duda constantes a caminar sin sentir que el suelo era seguro, debía buscar esa valentía que solía tener para tomar una decisión.
La conversación no duró mucho más, Bianca fingió estar cansada y Reyes creyó oportuno ir a alistarse para su salida nocturna. No se animó a invitarla, creía que lo que había logrado debía ser suficiente por ahora, no quería presionarla, ya que en verdad ansiaba su amistad.
Minutos después de que Reyes se marchara Bianca tomó su teléfono. Era hora enviar esa invitación.
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¿Qué ves cuando me ves? (Libro 2 de la saga del Rock)
RomanceBianca acaba de perder su empleo. Gracias a la flamante inteligencia artificial, sus servicios como traductora no serán más bienvenidos y con ellos su conveniente trabajo desde su casa. Viéndose forzada a enfrentar el mundo real luego de que un acci...