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4 años antes

La madrugada estaba promediando su eclipsante oscuridad. El sonido de la música a alto volumen retumbaba varios metros a la redonda de aquel salón enorme repleto de jóvenes con ganas de divertirse.

Bianca acomodó su falda corta y tomó el espejo que solía llevar en su bolso para chequear que sus smokey eyes estuvieran perfectos. Habia aprendido la tecnica en un video y ahora podía lograr que sus enorme ojos negros lucieran más provocativos. Retocó sus labios con brillo de sabor a frambuesa y cerró el espejo con una sola mano mientras miraba a sus amigas con una sonrisa.

-¿Vamos?- les preguntó con entusiasmo mientras acomodaba su largo cabello oscuro hacia un lado para que su espalda con apenas una tira fina cruzando su top quedará al descubierto.

No era una novedad que escogiera esos atuendos, era joven, tenía un cuerpo de infarto y le encanta enseñarlo. Así había llegado a ser la reina de la graduación al finalizar el colegio, había tenido citas con los capitanes de varios clubes y había logrado conseguir pulseras como la que llevaba en ese momento, para ingresar sin hacer filas, al sector más exclusivo del lugar.

Se rodeaba de amigas que le pedían consejo, querían su ropa e incluso habían elegido su universidad para continuar junto a ella. Eran chicas agradables, que reían de sus chistes y compartían sus gustos por las compras. Le gustaba planear citas, probarse ropa y quedarse despiertas hasta que el sol saliera para hablar de lo que sea.

Bianca disfrutaba de su vida, era la más joven de cinco hermanos y por eso siempre tenía un lugar privilegiado a la hora de los caprichos: todos querían complacerla.

No era una joven altanera, mucho menos alguien con mala intención, pero había crecido rodeada de personas que halagaban su belleza y eso le había dado un autoestima tan alto, que solía deslumbrar cualquier lugar que visitará.

Esa noche habían aceptado la invitación de su hermano, el único varón de la familia, quien había comenzado a tocar en una banda y al parecer sus canciones comenzaban a ganar fanáticos. Ella conocía a los músicos, los había oído ensayar en la cochera de su casa desde que era pequeña, siempre la habían visto como una hermana menor, una niña malcriada a quien molestar con bromas inofensivas, por eso ese día se había esforzado en verse atractiva, quería demostrarles que ya no es una niña, quería que se quedaran con la boca abierta al verla, aunque luego no supiera qué hacer con eso, ya que si bien había tenido muchas citas, nunca se había animado a cruzar la línea de los besos fogosos. Su hermano tenía mucho que ver con eso, era alguien a quien admiraba mucho, a quien amaba, por quien daría la vida y él se había encargado de darle tantas charlas con respecto a la reputación, que cada vez que estaba a punto de pasar el próximo nivel terminaba sintiéndose como una cualquiera y no se atrevía a hacerlo.

-¡Hola, hermana! Así que decidieron venir.- le dijo Pato, saludando a las amigas de su hermana que lo miraban como si estuvieran adorando una obra de arte.

Pato llevaba su cabello largo, casi cubriendo su cara y demasiados tatuajes en sus abrazos, era alto y delgado y casi siempre parecía estar pendiente de otra cosa. El papel de guitarrista famoso le quedaba como anillo al dedo. A su lado estaba Roy. Si su hermano era alguien llamativo, ese joven, era de otro planeta. Roy tenía el cabello claro algo desmechado formando una curva en apariencia natural, pero estratégicamente peinada para darle marco a tus ojos claros. Si los dos hubieran nacido en los años noventa tranquilamente hubieran sido catalogados como Axel Rose y Slash, pensaba Bianca con una sonrisa en los labios.

-¿Pero qué pasó con las niñas que jugaban con muñecas?- preguntó Roy a modo de broma mientras tomaba de la mano a Bianco y la hacía girar sobre sus pies, logrando que las miradas de los allí presentes colorearan sus mejillas. Si bien ya tenía veinte años, le costaba mantener su actitud frente a tantos ojos curiosos.

-Bueno, bueno que es mi hermana.- dijo Pato, separando sus manos con un repentino ímpetu, frente al cual su amigo no pudo más que sonreír.

-Algún día la vas a tener que dejar crecer.- le respondió Roy regresando a su asiento para ordenar otra cerveza.

Bianca estaba indignada, no podía creer que su hermano fuera tan protector, al fin y al cabo ya era mayor. Decidida a dar ese paso que tanto le costaba comenzó a mirar a los hombres que había en aquel apartado VIP, tenía que haber alguno que su hermano no conociera con quien poder demostrarle que era lo suficientemente mayor como para elegir sus relaciones.

Entonces un joven alto y delgado subió la escalera mientras con sus manos parecía rozar las cosas a su paso, casi como si no pudiera ver correctamente. Tenía el cabello rubio y corto, llevaba una remera de Megadeth oscura y unos jeans negros desgastados, intentó sonreirle al verlo pasar por su lado, pero él ni siquiera la registró. Continuó caminando hasta donde estaba su hermano y chocó su puño con él.

No pudo escuchar de lo que hablaban pero el joven no tardó en sentarse junto a ellos y comenzar a beber también. Desde su rincón pudo descubrir que tenía ojos verdes, pequeños pero adictivos y en el instante en que creyó que por fin la miraba, su amiga Nadia la llamó.

-No nos contaste que la banda tiene nuevo bajista.- le dijo golpeando su brazo a modo de reproche.

Bianca la miró anonadada, no sabía nada de aquel cambio y cuando Nadia señaló al mismo joven que se había robado su atención todas su esperanzas se esfumaron.

No podía tener tanta mala suerte, el primer chico que parecía gustarle de verdad, también iba a ser amigo de su hermano, pensó con resignación.

-¡Qué ojazos tiene! Creo que voy a ir a hablarle.- le dijo Nadia estudiando sin disimulo al músico, pero Bianca se desesperó.

-¡No!- le dijo sorprendiendo y al ver que su amiga no comprendía recuperó su actitud de fingida seguridad.

-Mejor vamos abajo, mi hermano está en papel de superprotector y no nos va a dejar en paz.- le dijo tomándola de la mano para sacarla de ese lugar.

Bajaron a bailar a la enorme pista, se divirtieron, cantaron y si bien accedió a tomar la mano a algunos jóvenes entusiastas, ninguno parecía a la altura del nuevo y misterioso bajista, en quien no podía dejar de pensar.

Con sus pies doloridos le avisó a sus amigas y se acercó a la barra en busca de agua para refrescarse, luego caminó por el pasillo hasta los baños y al verse al espejo no tuvo más remedio que recoger su cabello, hacía calor y el sudor comenzaba a notarse en su frente.

Salió abanicándose con su mano y fue empujada por un grupo de jóvenes que bailaban entusiasmados, golpeando su espalda desnuda contra otro desconocido.

-Perdón.- dijo ni bien pudo moverse y al girar aquella remera que reconoció al instante se presentó frente a sus ojos.

Bianca alzó la vista y pudo ver que sus ojos eran más hermosos a corta distancia.

-Soy Bianca.- le dijo regalándole esa hermosa sonrisa que siempre le daba buenos resultados, solo que esta vez no pareció surtir el efecto deseado.

-No es nada.- le respondió el joven bajando su vista para intentar regresar a su camino.

Entonces ella, algo desesperada por perderlo, estiró su mano para tomarlo del brazo.

-Soy la hermana de Pato, vos debes ser el nuevo bajista.- le dijo y el joven no tuvo más remedio que regresar.

Por supuesto que era la hermana de Pato, la conocía muy bien de su época de estudiante, él era un año menor y habían ido a la misma escuela, no le parecía extraño que no lo recordará, ya que siempre había sido un poco invisible. Ella no.

Ella había sido la estrella del lugar, su belleza siempre había opacado cualquier intento de brillar de quien se parara a su lado, y ahora que la tenía cerca lo había comprobado.

-Soy Willy.- le dijo y antes de que el rechazo al que estaba acostumbrado regresara, se liberó de su mano y regresó con paso firme a sentarse junto a la banda. 

¿Qué ves cuando me ves? (Libro 2 de la saga del Rock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora