Los gritos de las personas que caminaban eufóricas durante esas calles que habìa caminado en el pasado parecían aturdirla. Llevaba su buzo con capucha y sus manos cubiertas hasta la punta de sus dedos, sosteniendo una entrada con toda sus fuerzas como si se tratara de la última esperanza de seguir con vida.Bianca había pasado los ùltimos meses encerrada en su propio dolor, en una construcción propia de un mundo que solo existía en su mente, nadando entre las peores pesadillas si lograr llegar a la orilla, obsesionada con un diamante brillante que no podía aceptar, perdida en las palabras que ella misma había escrito una vez, recordando la noche en la que lo había intentado, repasando los detalles una y otra vez, logrando una resultado diferente cada vez.
Reyes le había enviado decenas de mensajes que no había podido responder, le había hablado de la impresión que sus amigos habían tenido de ella, sorprendentemente una buena. Había destacado su atuendo, su sonrisa, se había preguntado el motivo de su partida, sin siquiera percibir el horror que ella había vivido allí y eso la había llevado a pensar.
Las palabras de Willy aùn sonaban en su mente, había sido tan maravilloso, tan irresistible y sin embargo ella no había logrado reaccionar. Se sentía tonta por ello, creía que lo había perdido y ella era la única responsable.
Entonces había llegado aquella entrada y con ella una nueva oportunidad.
Necesitaba hacerlo bien, al menos esta vez. Entendía que él hubiera seguido adelante, entendía que lo mejor era demasiado tarde, pero no estaba dispuesta a que creyera que su amor no era suficiente. No solo era suficiente, era lo único que la había mantenido viva todos esos años. La ausencia de los mensajes por la mañana comenzaba a ahuecar su corazón y la idea de que pensara que no lo amaba quebraba sus sentidos.
Por eso había buscado esa vieja tarjeta de recomendación, había llamado a esa terapeuta que tanto le habían insistido en el pasado, había comenzado a salir a la calle, había enfrentado de apoco la luz del sol, había dejado sus capuchas, sus mangas largas, sus prejuicios, sus escudos.
Había caminado por la calles con los ojos en alto, había comprendido que el mundo no la señalaba, que había gente que la miraba y gente que no, que su realidad no era el fin del mundo y que su vida podía continuar.
Lo había hecho por su familia, por su hermano, por ella misma, pero sobre todo lo había hecho gracias a él.
Por eso caminaba por esas calles ahora, con la entrada al show en la mano, sin haberle avisado nada a nadie. Necesitaba hacerlo sola, necesitaba ser lo suficientemente fuerte para demostrarle cómo incluso sin estar la había rescatado. Porque el amor tiene esa habilidad de colarse en el viento y atravesar océanos, de perseverar con paciencia como una gota sobre una piedra, de mantenerse encendido, aunque sea en una pequeña llama capaz de iluminar una habitación, una vida.
Llegó al control y descurbiò su rostro, incluso le sornìo a la joven que palpó su cuerpo en busca de algo prohibido en esa circunstancia y mientras avanzaba hacia el sector privilegiado de su ubicación, unos ojos de párpados engrosados, muy parecidos a los de ella le sonrieron también.
Alzó la vista por primera vez en mucho tiempo y el resultado fue sorprendente. No estaba sola.
Llegó adelante con un nudo en la garganta, llevaba tanto tiempo mirando solo para adentro que se había perdido del mundo. Había sido egoísta, injusta y cobarde, pero eso ahora no importaba, lo único que le importaba era volver averlo, que la viera, poder demostrarle que lo había intentado, que lo había hecho por él, porque lo amaba más que a su propia vida.
Mis luces se apagaron cuando el rugido del público se hizo real.
Los músicos estaban de espalda al público, algunas notas suaves de la guitarra de Pato comenzaron a sonar para que los gritos fueran cada vez más fuertes.
Roy estiró su mano y tomó el micrófono sin voltear.
-Buenas noches.- dijo y el público dejó sus máximos esfuerzos para hacerse sentir.
-Antes de comenzar quiero contarles algo.- agregó y el rugido se apaciguó como si se tratara de un león apenas dormido. La tensión era palpable, los ojos comenzaban a empañarse y la expectativa mayúscula.
-Queremos que sepan que estamos muy agradecidos de volver a encontrarnos, del amor que hemos recibido todos estos años, de su apoyo a mi amigo Parto durante su accidente, de su perseverancia, de su aliento, de su valentía. - dijo y los aplausos sonaron al unísono.
-Pero también es importante para nosotros contarles que nada de lo que ocurrió fue gratuito, que hemos sufrido con ustedes, hemos perdido personas que amamos y aun recordamos cada noche sus nombres y acompañamos a sus familiares y amigos en el doloroso camino de aceptar una partida prematura.- agregó conteniendo su propia emoción, era un momento único, uno irrepetible en el que necesitaban ser sinceros.
-Y aunque la ausencia duele, algunos de ustedes nos duelen más. No es facil llevar una cicatriz, una marca permanente de una noche cruel, un recuerdo constante de que la vida no será igual y sin embargo aquí están, de pie, demostrando que se puede continuar, contagiándonos de las ganas de volver a intentarlo.-dio cuando los primeros golpes de batería sonaban, Fede había subido con su cara cubierta por una capucha y su percusión se sumó a lo graves de Willy que movía sus dedos con convicción.
- Necesitamos que sepan que si bien nosotros fuimos los primeros en salir aquel día, también llevamos cicatrices, unas que duelen tanto como las de ustedes, unas que no se pueden borrar, pero unas que no vamos a dejar que nos arrebaten nada màs. Porque ahora somos uno, nosotros y ustedes estamos marcados por el mismo destino y aprendimos que nadie puede salvarse a sí mismo, para lograr salir, necesitamos de esa mano, ese brazo, esa palabra. Necesitamos del amor.- dijo mientras la música aumentaba su intensidad y el público apenas podía contener la emoción.
-Y porque somos uno, los entendemos, los respetamos, los vamos a sostener mientras sanamos nuestras heridas juntos.- dijo justo cuando los acordes de "El regreso del olvido" comenzaban a sonar y los cuatro mostraban sus rostros con el mismo aspecto que llevaba el de Bianca.
Roy comenzó a cantar mientras su público casi lograba cubrir su voz, todo era emoción, hermana, necesidad de sanación. Todo era real.
Bianca buscó la mirada de Willy y al no dar con ella se acercó a uno de los hombres que custodiaba la valla.
-Déjeme pasar por favor, soy la hermana de Pato.- le dijo y el hombre la miró extrañado.
-Por favor, por favor.- volvió a decir con nuevas lágrimas en sus ojos, justo cuando May bajaba del escenario con su enorme vientre para ayudarla.
-Déjela pasar, es mi cuñada.- le dijo al hombre y este no tuvo más remedio que hacerlo.
La canción continuaba sonando, la atmósfera era mágica y ella corrió lo más rápido que pudo.
Entonces los graves del bajo dejaron de sonar, aunque el público casi no lo notó. Y al costado del escenario un amor verdadero, uno que había esperado demasiado tiempo, ya no quiso hacerlo y el corazón acelerado y los ojos empañados, se enredaron en el beso más hermoso, uno libre de miedos, de precauciones y de cautela. Uno sincero y genuino encerrando el deseo de que el camino hacia la felicidad fuera posible.
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¿Qué ves cuando me ves? (Libro 2 de la saga del Rock)
Roman d'amourBianca acaba de perder su empleo. Gracias a la flamante inteligencia artificial, sus servicios como traductora no serán más bienvenidos y con ellos su conveniente trabajo desde su casa. Viéndose forzada a enfrentar el mundo real luego de que un acci...