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La idea de volver a pasar tiempo juntos los había ilusionado a todos. Pato había viajado junto a May en una especie de luna de miel fabricada, ya que la llegada próxima de su hija había pasado la idea de casamiento a un lugar remoto. No sentían la necesidad de formalizar lo suyo, ella era abogada y conocía muy de cerca demasiados enfrentamientos por divorcios. Había conocido a Pato cuando aún estaba sumergida en el dolor de la pérdida de su hermana, se había enamorado de él y había sido un sentimiento tan fuerte que habían logrado vencer todas las dificultades a las que se habían tenido que enfrentar. Él la había rescatado del dolor y ella lo había salvado del pasado.

Por eso estaban felices de pasar sus días juntos, de continuar con la labor solidaria que realizaban en Buenos Aires y si bien no creían necesitar nada más, al ver el brillo en los ojos del hombre que amaba, cada vez que tomaba su guitarra, había querido darle más. No era justo el final de la banda, no cuando eran tan talentosos y disfrutaban tanto de la música.

La propuesta de Albert era arriesgada, pero si había alguien valiente allí, eran ellos. Por eso lo había acompañado hasta Barcelona, en medio de un viaje plagado de placer personal, quería que tuviera la oportunidad de intentarlo, de hablarlo cara a cara con el resto de los integrantes, de meditarlo juntos, de evaluarlo para tomar la mejor decisión, una que fuera de común acuerdo.

Y justamente eso era lo que estaban haciendo, habían ido en busca de Fede y Albert para discutir el destino de la banda, mientras May tomaba café con sus pies descalzos enrollados bajo su cuerpo en aquel sillón confortable de la sala de Bianca.

-Contame todo ¿Cómo fue encontrarte con Willy?- le preguntó aprovechando que Ingrid, la mujer de Roy, y Amparo aún no habían llegado.

Bianca suspiró mientras apoyaba su propia taza sobre la mesa. Era reconfortante poder hablar con alguien, sobre todo con alguien como May, una joven que sabía lo que era el dolor, que amaba a su hermano tanto como ella, que lo había visto sufrir y que solo deseaba verlo feliz. Pero sobre todo alguien que no era de la familia con pensamientos parciales. 

-Uff.. - dijo ganado algo de tiempo, no sabía cómo empezar a contarle algo que estaba apunto de terminar.

-Intenso, diría yo.- agregó girando su cabeza para mirarla con el ojo que no sufría las consecuencias de un párpado engrosado.

-Intenso es bueno, ¿o no?- le preguntó May con una sonrisa de labios apretados, adoraba a Bianca, lo había hecho desde el primer día que la había visto en casa de Pato, le recordaba muchísimo a su hermana y el saber que habían estado juntas en el momento de aquel injusto final, solo acrecentaba sus deseos de cuidarla para siempre.

-Intenso es... complicado.- respondió Bianca apretando sus dedos con nerviosismo. Quería contarle todo lo que había pensado en los últimos meses, lo que sentía, lo que creía que debía hacer, lo que temía, pero le costaba muchísimo hablar.

-A veces lo complicado asusta mucho, te lo digo por experiencia, pero si lo seguís amando, valdrá la pena.- le dijo dejando su café para sentarse a su lado y pasar su brazo por sus hombros con cariño.

Bianca no pudo evitar que las lágrimas regresaran, era tan frecuente que estén allí, al borde del abismo, que las había adoptado como forma de vida y eso no se sentía nada bien.

-Es tan... perfecto.- llegó a decir mientras secaba sus mejillas.

May sonrió mientras la abrazaba con más fuerza

-Nadie es perfecto, estoy segura que tu perspectiva cambió demasiado desde el accidente. Ni él es perfecto ni vos sos imperfecta. Son dos personas que se aman, que se respetan, que están bien cuando están juntos, no deberías buscar perfección en eso, porque no la necesita.- le dijo justo cuando ella estiraba su mano para colocarla sobre el vientre de May. Nunca lo había hecho antes, temía que el contraste de su piel con aquella bella manifestación de amor resultara demasiado dolorosa, pero ahora que estaba allí, junto a ella, regalándole caricias necesarias, quiso intentarlo.

-¿Cómo podría darle algo así?- le preguntó justo cuando la beba se movía y ella se sorprendía.

-Parece que le gusta.- le respondió May buscando su mirada.

-¿Qué es lo que te da tanto miedo Bianni? Vos seguís  siendo vos ¿De verdad crees que una cicatriz nos define, que el aspecto de tu piel en algunas zonas de tu cuerpo hace que te transformes en otra persona. Él se enamoró de vos, de la verdadera Bianca, la que aún está ahí adentro, la que lo eligió entre tanta gente y siente que no se equivocó.  ¿o no?- le dijo secando ella misma sus propios lágrimas.

-Pero ya no me siento como yo misma, no me atrevo a salir a la calle, a descubrir mi rostro, si apenas ayer la pequeña Amparo me miró y sentí la necesidad de que el piso se abriera para tragarme. Él no se merece esta versión de mí.- le confesó cada vez más segura de que May era la persona adecuada para hablar.

-La pequeña Amparo es una niña de apenas dos años, para ella vos sos un adulto más, y uno que ya quiere, a juzgar por como te buscaba el otro día para jugar. Entiendo lo que sentís, pero no es justo con vos misma. No deberías darle tanta importancia, aunque se que es difícil, deberías comprobar que salir a la calle no es el monstruo que pensas. Siento que mucho está en tu cabeza, que temes que ni bien abras la puerta la gente te señale y te puedo asegurar que no toda la gente es así.- le dijo.

-No quiero que el día de mañana tengamos un hijo y no pueda mirarme a los ojos.- le confesó arrojándose a sus brazos como una niña.

May no pudo contener sus propias lágrimas, era tan doloroso verla así, que pensara esas cosas, pero no sabía cómo ayudarla a vencer sus miedos, era algo de lo que ella misma necesitaba convencerse. La abrazó más fuerte y la dejó llorar hasta que sintió que su respiración comenzaba a normalizarse.

-Bianni.. ¿lo hablaste con Willy?- le preguntó una vez que ella comenzó a incorporarse y la joven negó enfáticamente con su cabeza.

-No me gusta decirle a las personas lo que tienen que hacer, pero en este caso creo que deberías.- le dijo y al ver que sus ojos transmitían terror agregó.

-¿Qué es lo peor que puede pasar si lo hablas?- agregó logrando que el miedo fuera reemplazado por algo parecido a la esperanza.

-No decidas por él, aunque estés convencida que es lo mejor, la pareja es de dos y es juntos como se resuelven las cosas. Dale una oportunidad de contarte cómo se siente, de que te pueda decir lo que ve cada vez que te ve... estoy segura de que sorprendería saberlo.- le dijo acariciando su mano con cariño.

Bianca sonrió de manera escueta, no era una gran aprobación, pero al menos era un tal vez y eso hizo que May sintiera que no estaba todo perdido.

Entonces la puerta anunció la llegada de Ingrid y las dos se secaron la lágrimas para invitarla a entrar.

¿Qué ves cuando me ves? (Libro 2 de la saga del Rock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora