-Hola guapa, tengo que agradecerte de por vida, este argentino rockero es el más guay que he visto en mi vida. No puedo creer que haya aceptado mi invitación. Si no muero esta noche, mañana te contaré todo.- decía el mensaje de Reyes que Bianca oyó acurrucada en un sillón con un pañuelo aferrado a su mano.
Llevaba horas allí, ni la noche instalada, ni el frío colándose por sus tobillos lograba hacerla reaccionar. No quería hacerlo, no quería seguir como si nada hubiera pasado. No podía dejar de sentir que había cometido el error más grande de su vida y sin embargo, sabía que era lo único que podía hacer. Dejarlo libre.
La pregunta de Willy rebotaba en su mente sin descanso. Sabía la respuesta, pero no podía materializarla. No era lo mismo, pensaba, justificando su abulia, ella nunca podría dejar de amarlo, sabía con certeza, incluso en ese momento en que lo imaginaba junto a Reyes.
Las fantasías comenzaban a rozar lo insólito, pero su corazón lloraba con ellas. Si la saludaba, si la tocaba, si la hacía reír. Si bailaba con ella, si la acariciaba, si la besaba. Si la invitaba a su casa, si le cantaba una canción.
Sacudió su cabeza cansada de darse pena a sí misma y volvió a tomar su teléfono. Era de madrugada ya, Reyes no había vuelto a escribir. Una idea tonta, arriesgada e inútil llegó a su mente.
Volvió a recorrer sus mails, buscó con decisión y cuando por fin leyó lo que quería cerró sus ojos buscando valor.
Al otro lado de la ciudad Willy oía a Reyes reír. Estaba sentado en una mesa redonda, con jóvenes de su edad que bebían con entusiasmo. Eran los amigos de esta joven preciosa, de ojos brillantes y cabello enrulado. Debería sentirse afortunado, pero en ese momento sólo podía verse cómo el hombre más desdichado del mundo.
La había perdido.
Ya no sabía que podía hacer. Sus intentos habían sido en vano, sus mensajes puntuales durante tres años, no habían valido la pena. EL hecho de amarla tanto rompía su corazón de manera lenta, como si se tratase de una tortura. Fingía una sonrisa tenue, fingía oír las bromas, disfrutar de la música, sentir las caricias sutiles que Reyes depositaba sobre su brazo, pero en verdad estaba perdido en otro mundo, uno sin ella, sin siquiera la remota posibilidad de volver a cruzarla, ya que ya lo había hecho y ella le había dicho que no.
Pasó largas horas en aquella mesa, rechazó la invitación de la preciosa joven a bailar y cuando sus ojos comenzaron a pesar decidió que era momento de terminar con aquella farsa. Se despidió afectuosamente, con la promesa de repetir y caminó las cuadras que separaban aquel bar de su casa.
Ni el frío, ni la bruma pudieron superar el dolor que latía cada vez con menos fuerza en su corazón. La había perdido, se repetía a sí mismo, como si intentara convencerse.
No se creía capaz de seguir adelante. Lo había hecho durante años creyendo que en algún momento la vida la acercaría a él y entonces podría demostrarle que la había esperado, que la seguía amando como el primer día, que lo de ellos era tan verdadero que sobreviviría. Pero entonces aquel sueño se había cumplido, la había vuelto a ver, le había dicho que la seguía amando y ... nada.
Ya ni siquiera le quedaba la ilusión de lo que haría si la viera, ella había cerrado todas la puertas, lo había dejado sin excusas, sin fantasías, sin sueños.
Caminaba mirando el suelo, no se atrevía a enfrentar al mundo, no con la certeza de que debía hacerlo solo.
Buscó la llave de la puerta cuando las primeras gotas comenzaban a caer, Si el destino tenía una forma enrevesada de hacer las cosas, aquellas gotas lo confirmaban. Un día tan triste no podía terminar de otra manera, pensó con ironía, mientras sus manos colocaban las llaves en la cerradura y el primer estruendo revelaba que no sería una lluvia más.
La luz se fue en el mismo instante en el que un nuevo rayo azotaba la ciudad. Willy miró hacia los lados, como si algo allí pudiera darle una explicación e intentó colocar la llave de nuevo, cuando una sombra, conocida entre las sombras, llamó su atención.
Giró incrédulo y entonces la vio. Estaba parada bajo el agua que había comenzado a caer, llevaba un buzo cubriendo su cabeza, con las mangas largas sobre sus manos. Se acercó con prisa, como si pudiera rescatarla y ella reaccionó.
Bianca corrió a su encuentro como si de eso dependiera su vida. Lo había imaginado llegar junto a Reyes, había creído que lo iba a ver en sus brazos, que iba a tener que soportar el movimiento de sus manos temblorosas antes de rodear su cintura, de sus labios entreabiertos y sus anteojos empañados, antes de atacar con la fiereza que ella le conocía. Había imaginado que ver la escena le confirmaría que había hecho lo correcto y sin embargo a medida que avanzaban las horas y él no llegaba comenzaba a creer que lejos de convencerla, aquella imagen terminaria de confirmarle que había cometido un error.
Entonces por fin lo había visto, caminaba cabizbajo arrastrando sus pies, con la mirada perdida y el alma colgando.
Lo había herido y eso era lo último que había querido.
Llegó a su encuentro y solo quiso abrazarlo. De repente, todo lo que pesaba pareció levantar vuelo. No supo si fue la oscuridad, la lluvia o su propio deseo, pero lo dejó atraparla entre sus brazos, lo dejó acariciarla, lo dejó besarla.
Willy no podiaa creerlo, era ella, estaba allí, lo abrazaba como si de eso dependiera su vida, se apresuró a acariciar sus brazos, su cintura, su espalda y cuando por fin alcanzó sus labios, no quiso detenerse.
Entonces ella colocó quiso despegarse nunca más.
-No se que cambió, peor gracias por volver.- le dijo entre beso y beso.
-Si fueraz vos el que llevara una cicatriz, la besaría hasta te olvides de lla.- le dijo y sin querer separarse volvió a apoderarse de sus labios.
sus manos sobre sus mejillas y lo miró con una sonrisa empapada por la lluvia.
-No sé qué fue lo que pasó, pero gracias por regresar.- le dijo él imitando sus labios.
-Pasó que si fueras vos quien tuviera las cicatrices, las besaría hasta borrarlas, para demostrarle cuanto te amo en realidad.- le confesó y volvió a apoderarse de sus labios, unos de los que, sentía, no debería haberse alejado jamás.
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¿Qué ves cuando me ves? (Libro 2 de la saga del Rock)
RomanceBianca acaba de perder su empleo. Gracias a la flamante inteligencia artificial, sus servicios como traductora no serán más bienvenidos y con ellos su conveniente trabajo desde su casa. Viéndose forzada a enfrentar el mundo real luego de que un acci...