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Bianca hubiera podido marcar un surco en la sala de su departamento. Llevaba tantos minutos caminando en círculos que las huellas hubieran podido ser dibujadas con precisión. Estaba nerviosa, mucho más nerviosa de lo que había estado hasta entonces.

Había tomado una decisión y aunque esa parte había sido difícil, ponerla en acción era el verdadero desafío.

El timbre ofició de pausa a su angustioso andar, accionó el portero y se miró al espejo como primer indicio de que esa noche haría la diferencia. Estiró el cabello sobre su mejilla y estiró las mangas de la remera clara que llevaba puesta. Entonces abrió la puerta antes de que los golpes anunciaran la llegada. Tenía los ruidos de la escalera estudiados, sus noches de insomnio le habían ofrecido la posibilidad de hacerlo.

Lo vio y todo lo que había creído tener claro se tambaleó en su mente.

Willy estaba de pie con su cabello mojado y una remera oscura, tenía una sonrisa enorme en su labios y un pañuelo conocido colgaba de su mano alzada a un lado.

-Hola.- le dijo con una provocación que la atravesó para volver a desestabilizar cualquier intento de seguridad de su cuerpo.

-Hola.- respondió haciéndose a un lado para dejarlo entrar.

-Tenemos que hablar.- agregó con prisa, como si cada segundo de su presencia allí pusiera en riesgo su determinación.

Willy giró sobre sus pies algo sorprendido. Aún sostenía el pañuelo pero había bajado su mano, no quería aceptarlo pero comenzaba a sentir que la invitación no tenía el propósito que esperaba.

-Te escucho.- le respondió sin siquiera sentarse. Estaba hermosa, llevaba unos jeans gastados que recordaba haber descendido por sus piernas en el pasado y una remera de mangas largas que dibujaba la forma de unos pechos que nunca habían abandonado su mente. Le hubiera gustado que tirara su cabello hacia atrás, en el pasado solía hacerlo y su rostro era tan hermoso que parecía brillar sin necesidad de accesorios.

Bianca tragó saliva mientras sus ojos caían al suelo.

-Primero quiero agradecerte por haber pensado en mí para este trabajo.- le dijo mientras él arrugaba sus ojos con incredulidad. ¿En serio iba a hablar del trabajo? Pensó, pero sin querer interrumpirla permaneció en silencio.

-Es un buen trabajo y creo que logré adaptarme, me vino bien un poco de aire de mi familia, ya sabes como son.- dijo con una sonrisa nerviosa al final, pero al alzar la vista vio que él la miraba serio y regresó a lo que en verdad necesitaba decirle.

-En fin, gracias, pero con respecto a lo otro...- comenzó a decir y entonces él no pudo aguantar.

-¿Lo otro? ¿Qué sería precisamente lo otro? Algo a la altura de un trabajo por lo que veo.- dijo con la misma seriedad conteniendo ese enojo que comenzaba a gestarse en su vientre.

Había ido ilusionado, había creído que ya habían vencido la barrera, creía haber sentido que seguía amándolo pero al parecer todo había sido falso.

- Ya sabes, a lo que pasó el otro día.- le dijo perdiendo es aparente calma.

-¿Solo el otro día, Bianca? ¿qué es lo que queres decirme?- se apresuró a preguntar acortando la distancia entre los dos.

Bianca tomó aire mientras cerraba sus ojos, si iba a hablar ese era el momento.

-Que no puede ser.- dijo sin atreverse a mirarlo.

-¿y se puede saber por qué?- le preguntó él confirmando lo que sospechaba.

Bianca lo miró con sus dientes apretados, ¿Acaso no era obvia la respuesta? Pensó con ironía.

¿Qué ves cuando me ves? (Libro 2 de la saga del Rock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora