El anuncio de la llegada de Pato a España, había logrado poner nerviosa a Bianca. Desde que había recibido la noticia no podía dejar de pensar en el motivo de aquella visita. No tenía problemas en estar con su hermano, incluso había conocido a su novia y era una joven adorable, con un pasado en muchos aspectos similar al de ella. Solía escribirle con frecuencia para consultar cómo estaba y se había alegrado de manera auténtica cuando Bianca le había contado de su encuentro con Willy. Pero temía por el tiempo de su visita, si iban a querer ir a recorrer la ciudad, o salir de copas, ella no estaba lista para hacerlo y aunque su hermano siempre la entendía no quería que Willy se perdiera de todo por su culpa.Ahora mismo lo había enviado solo. Ella estaba en su piso, y él en el aeropuerto, ni siquiera había sido capaz de recibir a su hermano, a quien extrañaba, por culpa de su cobardía. Si bien Willy le había dicho en demasiadas oportunidades que no necesitaba salir a ningún lugar, sentía que estaba siendo injusta con él.
¿Cómo se suponía que formarían una familia, si ella no podía enfrentar al mundo? Y ni siquiera le preocupaba una visita al museo, pensaba en cosas más grandes como las navidades o las vacaciones, ¿Cómo iba a condenarlo a una vida entre cuatro paredes? Ella no podría hacerlo, y él no tenía por qué cargar con sus demonios.
Estaba sumergida en sus pensamientos oscuros, otra vez, cuando la puerta sonó. Sorprendida por el hecho de que Willy golpeara, cuando ya contaba con la llave, se asomó por la mirilla.
.Hola pequeña Bianni, ¿No me digas que no me extrañabas?- la voz de Roy sonó tan alegre como recordaba. Había compartido toda su infancia con él deambulando por su casa, era amigo de su hermano desde que iban al colegio y eso la había convertido en una especie de hermana menor para él también.
Sin dudarlo abrió la puerta y se sorprendió al ver a una joven altísima de piernas largas y cabellos dorados. Llevan a una niña de apenas dos años de la mano, incluso más hermosa que ella. No había dudas de que dos personas tan bellas hubieran tenido una hija tan hermosa, pensó con ironía mientras acomodaba su cabello para cubrir su cicatriz.
Roy apoyó una botella de vino sobre el desayunador y la abrazó con entusiasmo, haciéndola girar en el aire.
-¡Qué lindo verte Bianni! Cuando Willy me contó que estaban juntos aquí no pude sentirme más feliz.- le dijo revelando que lo que creía un secreto definitivamente no lo era.
Bianca disimuló su sorpresa e intentó actuar con naturalidad.
-Vos debes ser Amparo.- dijo agachándose para saludar a la pequeña que sonrió mostrando apenas unos pocos dientes, para luego alzar su mano y tomar su cabello. Que estuviera sobre su mejilla al parecer había llamado su atención y la niña lo tomó para luego llevar sus pequeños dedos a su mejilla lastimada.
Bianca se quedó inmóvil, si se hubiera tratado de cualquier otra persona, se habría retirado con dramatismo, pero como era solo una niña tuvo que permanecer allí. Roy pudo ver el brillo en sus ojos, sabía que estaba a punto de llorar e iba alzar a su hija cuando la pequeña se abalanzó sobre Bianca para abrazarla.
Entonces solo pudo sonreír, intercambió una mirada de aprobación con su esposa y luego colocó su mano sobre el hombro de Bianca.
-No sé a quién saldrá....- dijo en tono de broma, justo cuando la puerta se abría para que Willy, Pato y su novia, May, entraran.
Entonces todo se volvió alegría. Hubo abrazos, risas y bromas. Hubo copas, obsequios y "chocolinas". Hubo buenas noticias, como la de la pronta llegada de una sobrina y algunas inquietantes, como esa que había comenzado como una broma, pero comenzaba a cobrar fuerza. Al aparecer los tres estaban entusiasmados con una propuesta de Albert y el entusiasmo se tradujo en notas musicales que comenzaron a sonar en la guitarra de su hermano y contagiaron a todos los presentes.
Y el día se transformó en noche, y los dulces en pizzas. Y las bromas en una cotidianeidad que extrañaban y sus gestos de alegría en un deseo de volver a intentarlo.
Pero mientras todos continuaban felices, Bianca no podía dejar de pensar. Sus ojos alternaban entre la pequeña Amparo dormida sobre la falda de su madre y el vientre abultado de May, uno que ella acariciaba con frecuencia, como si necesitara confirmar que seguía allí.
Entonces sí sus temores por la vida que no podría darle a Willy se volvieron incisivos hasta transformarse en inevitables. ¿Cómo podría darle una familia? ¿Cómo podría llevar su vientre orgullosa como lo hacía May, cuando ni siquiera sabía si sería capaz de salir al hospital? ¿Cómo podría acariciar el rostro de una hija, cuando no iba a poder recibir las de ella? ¿Cómo iba a negarle la dicha de ser padre?
Willy percibió sus ojos tristes y se acercó para colocar sus manos sobre sus hombros.
-¿Estás cansada? ¿Queres ir a dormir?- le preguntó en tono bajo mientras Roy continuaba inmerso en esa canción que ella tanto amaba.
Bianca negó con su cabeza esbozando una sonrisa fingida y él besó su cabeza con cariño, en un gesto que le indicaba que si bien sabía que mentía, iba a respetarla.
-Bueno amigos, creo que es hora dar por finalizada la reunión.- dijo Willy quitándole la guitarra a Pato para tocar las notas de esta melodía que utilizaban los tangueros para indicar que la pieza había llegado a su fin.
Si bien bromearon llamándolo aguafiestas, los tres sabían porque lo estaba haciendo y comenzaron a tomar sus cosas para irse. Se despidieron uno a uno, con la promesa de un nuevo encuentro al día siguiente y atravesaron la puerta para devolverles la soledad del departamento en el que habían encontrado su lugar.
Willy comenzó a juntar los vasos de la mesa y ella lo detuvo para mirarlo a los ojos.
Él alzó sus cejas con curiosidad y ella lo besó. Pero lejos de tratarse de un beso apasionado, se sintió como un beso desesperado, como uno que fuera un último intento, una última brazada para llegar a un destino difícil. Lo besó sin dejarlo hablar y lo abrazó como si de eso dependiera su vida. Él no terminaba de entender pero tampoco quería alejarse. La dejó guiarlo, la dejó hacerle el amor disfrutando de cada movimiento, intentando olvidar esa sensación a despedida que parecía dejar cada roce.
Y cuando llegó el final, sobre una cama aún hecha, con las luces apagadas, ella pasó sus dedos por su pecho, como si quisiera recorrer su corazón.
-Yo te amo.- le dijo sin atreverse a mirarlo y antes de que él pudiera responder agregó.
-Y por eso no puedo condernarte.- agregó colocando sus dedos sobre sus labios para impedir que él pudiera decir nada más.
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¿Qué ves cuando me ves? (Libro 2 de la saga del Rock)
RomanceBianca acaba de perder su empleo. Gracias a la flamante inteligencia artificial, sus servicios como traductora no serán más bienvenidos y con ellos su conveniente trabajo desde su casa. Viéndose forzada a enfrentar el mundo real luego de que un acci...