Bianca caminaba sin mirar atrás, sus pies se movían con prisa uno detrás del otro sin importarle que atravesaban. Había pisado un charco, un adoquín levantado y hasta un papel que solía cubrir alguna confitura. Solo pensaba en alejarse, en regresar a su piso y hundirse en su cama para no salir nunca más.No se perdonaba su arrebato. ¿Cómo se le había ocurrido asistir allí? ¿Cómo había actuado sin pensar? ¿Cómo podía acompañarlo en su vida si ni siquiera podía hacerlo en un oscuro bar con desconocidos?
Willy la seguía con paso firme, no estaba dispuesto a dejarla ir, no ahora que sabía lo que significaba el estar junto a ella. No le importaba lo sucedido en el bar, solo quería abrazarla y acompañarla hasta que sus lágrimas secaran y sus labios volvieran a sonreír.
Había colocado su propio abrigo sobre su cuerpo, uno que ella sujetaba con sus dedos mientras arrastraba el borde inferior por el suelo polvoriento de la ciudad en la madrugada.
-Esperame, Bianni, esperá un momento.- le dijo en varias oportunidades, pero ella parecía no oírlo.
Llegaron hasta la puerta de su casa y al ver que ella sacudía sus manos con impotencia él sacó su llave para abrir. Se había olvidado su abrigo y con él sus llaves y a pesar de dejar que él abriera la puerta por ella luego cruzó su mano para evitar que ingresara.
-Hasta acá está bien.- le dijo y él no supo si se refería a su ingreso o su relación.
La miró extrañado mientras alzaba su mano para intentar acariciarla. Llevaba el cabello recogido y sus mejillas coloradas. Su pecho subía y bajaba a gran velocidad mientras sus ojos destilaban una furia brutal.
-Vamos adentro así podemos conversar mejor.- le respondió Willy con tono sereno, pero ella volvió a colocar su mano en el marco.
-No tenemos nada que conversar. ¿No te das cuenta de que no puedo? ¿Qué más necesitas para confirmar que lo que te dije es verdad? No puedo, no voy a poder por más que lo intente.- gritó con las lágrimas saltando inescrupulosas.
Willy la miraba sin terminar de entenderla. El solo quería ayudarla, creía haber sido claro en ese aspecto.
-Nunca debí dejarte entrar de nuevo a mi vida, sabía que no era buena idea, pero ahora viste lo que es, lo que siento cada vez que intento salir, lo que tengo que sufrir. ¿Sabes lo que es que te miren como si tuvieras una enfermedad contagiosa? O peor... Como si les dieras tanta pena que necesitaran darte una limosna de cariño. La gente me mira y sus ojos cambian, sus labios cambian, hablan de mí como si no los oyera, pero los oigo, los oigo y los padezco. Pero sabes que... no puedo culparlos, esto es lo que soy, esto es lo que transmito. Si yo misma me odio cada vez que me veo. No me reconozco, todavía no entendió que ves en mi, pero a decir verdad tampoco importa. No importa porque yo no puedo darte nada, no puedo vivir con la carga de que no puedas salir, de que no puedas formar una familia, de que tengas que pensar cada cosa que decis, que tengas que programar como tocarme, como besarme para que no me sienta mal. No puedo y no lo mereces. Andate, andate ahora que aún estás a tiempo, que sos joven que vas a volver a tocar y recorrer el mundo, subí al escenario, se feliz y dejame sola.- le gritó casi sin respirar entre frase y frase.
Willy la miraba anonadado, en principio se había sentido triste, quería ayudarla, quería abrazarla, pero luego la bronca de que su amor no fuera suficiente lo envolvió y cuando ella iba a cerrar la puerta colocó su brazo con vehemencia para impedirlo.
-¿En serio crees que sos la única que sufre?.- Le preguntó sorprendiendola.
-¿Qué sos la única persona del mundo que se ve afectada por la mirada de los otros? Te recuerdo que mi vida no siempre fue la que conociste. Crecí rodeado de pendejos cobardes que encontraban en mi aspecto una excusa para sentirse superiores, que me maltrataron, que me pegaron, que destruyeron tanto mi autoestima como para plantearme si en verdad quería seguir viviendo. ¿Pero sabes lo que me hizo cambiar? - le preguntó con sus ojos cargados de enfado.
Ella negó con su cabeza mientras sus manos comenzaban a temblar, nunca lo había visto así, nunca había sentido que en verdad podía perderlo.
-Algo que aún conservo acá.- agregó sin necesidad de oír su respuesta mientras tocaba su pecho con exageración.
-El amor, Bianii, el amor que siento por vos desde el primer día que te vi... mucho antes de que vos me buscaras, mucho antes de convertirme en alguien digno para la reina del baile. Un día me miraste con esos ojos que sigo encontrando igual de hermosos y me devolviste las ganas de luchar, de enfrentar la mierda que me tocaba vivir, de aceptar que las personas pueden ser una porquería pero que yo podía hacer la diferencia. Que dependía de mí y de nadie más. - dijo bajando un poco el tono al final, pero sin perder el énfasis.
-Es distinto.. Yo.. mirame...- respondió ella ya sin aguantar el llanto.
-Te veo, te aseguro que te veo y cuando lo hago no veo cicatrices ni quemaduras, veo valentía, veo coraje, veo amor. Veo un sufrimiento inmerecido que lograste superar, veo un corazón que aún late, que aún desea amar, veo una mujer con todas las letras, veo a la madre que deseo para mis hijos, veo a la mismísima Afrodita, porque no necesitas piel de porcelana para serlo, si supieras que con solo sonreir iluminas el lugar en el que estas, dejarías de lado las lágrimas a la hora de mirarte al espejo y recuperarias la felicidad de estar viva, de seguir siendo hermosa, de contar con este loco enamorado que nunca dejó de esperarte.- le dijo mientras ella negaba con su cabeza, no podía creerlo, lo había intentado y no había funcionado.
Entonces él metió su mano en el abrigo que ella llevaba y sacó una caja de terciopelo que llevaba demasiados años allí, la alzó frente a sus ojos y luego tomó su mano para entregarsela.
-Pero no puedo obligarte a creer, no puedo seguir luchando porque cada NO tuyo me hace creer que mi amor no es suficiente para vos y eso me duele cada día más. Quiero pasar el resto de mis vida con vos, quiero amarte con los ojos cerrados o abiertos, quiero pasear de tu mano sacándole la lengua a los que se animen a mirarte mal y reirnos de los que quieran husmear. Pero aunque lo quiera con toda mi alma, si no vos no lo deseas, no hay nada más que pueda hacer - dijo conteniendo sus propias lágrimas mientras soltaba esa caja, como si soltara la última cuerda que lo sostenía para no caer.
-Si yo no puedo ser el punto de partida de tu nueva vida, ya no puedo ser nada más.- dijo casi en un susurro alejándose de ella con pasos hacia atrás, como si debiera convencerse de que no quedaba nada más por hacer.
Bianca apretó la caja con todas sus fuerzas, deseaba correr detrás de él, quería decirle que todo lo que le había dicho lo hacía amarlo más , quería atraparlo para no dejarlo ir jamás, pero no pudo.
Sus pies quedaron fijos en el umbral de ese edificio que usaría como muro para no enfrentar su realidad, una vacía, una solitaria, una incapaz de buscar la felicidad.
Y así fue como él partió y ella lloró.
Lloró por su cobardía, por dejar al amor de su vida, por no poder luchar por su felicidad. Lloró en la vereda, en el ascensor y en su habitación, lloró por días sin condición, lloró por perdiendo la razón.
Y llorando un día pudo volver a ver.
Tan inesperado como real, una caja de terciopelo con el anillo más hermoso que hubiera visto en su vida y una nota que recordó con demasiado dolor, le devolvieron la ilusión.
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¿Qué ves cuando me ves? (Libro 2 de la saga del Rock)
RomanceBianca acaba de perder su empleo. Gracias a la flamante inteligencia artificial, sus servicios como traductora no serán más bienvenidos y con ellos su conveniente trabajo desde su casa. Viéndose forzada a enfrentar el mundo real luego de que un acci...