Te ves mal.

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Mikaela se despertó temprano en la mañana.

Profundos círculos oscuros estaban dibujados debajo de sus ojos.

Se frotó los ojos con cansancio y bostezó.

Los rasguños en su espalda ardían bastante, tanto que apenas logro dormir.

"Esa perra loca..."

Su mente estaba completamente cansada.

Al ducharse, resistió el impulso de gritar maldiciones y media cuando el agua cayó sobre su espalda.

Al terminar de arreglarse, bajó a la cocina, intentó desayunar, pero la comida se negó a pasar por su garganta.

"¿Estás bien?", preguntó su madre al verlo luchar por comer.

"No tengo hambre... ", respondió Mikaela dejando los cubiertos en la mesa.

"No estarás enfermo, ¿verdad?"

Su madre colocó su mano sobre su frente.

"Estas pálido, ¿comiste algo malo en la calle?"

Mikaela negó con la cabeza.

Su madre tomó su rostro por sus mejillas antes de suspirar y decir:

"Hoy solo tienes un examen, vuelve directo a casa y duerme el resto del día, veré como estas cuando volvamos del trabajo."

Mikaela asintió.

Su mente y su cuerpo estaban vueltos un desastre.

No pudo dormir bien por los rasguños en su espalda y por sus caóticos pensamientos.

Mikaela reprimió el impulso de llorar cuando su padre le dio una palmada en la espalda.

"Vamonos, la gloria te espera."

Mikaela se levantó y caminó junto a sus padres antes de darle una última mirada a las escaleras, Andrea no había bajado.

Las náuseas subieron por su estómago.

Era un sentimiento horrible.

Conteniendo las emociones indescriptibles de su pecho, Mikaela salió de casa.

En su habitación, cubierta completamente por sus mantas, Andrea estaba en un estado similar al de Mikaela.

Tan perdida y asqueada por los sentimientos dentro de ella.

***

"Te ves horrible."

Mikaela parpadeó ante las palabras de Francis.

Generalmente hubiera contestado con un insulto leve, pero no estaba de humor.

Se sentó en su asiento y abrió su libro.

Sus ojos leyeron las palabras, pero su mente era incapaz de procesarlas.

Media hora después, el profesor de turno entró al salón, los estudiantes se pusieron de pié y saludaron de manera educada.

Igual a todos los profesores anteriores, repartió las hojas y comenzó a dar instrucciones.

Cuando dio la señal de empezar, Mikaela escribió su nombre y comenzó a leer el examen.

Los segundos pasaron, convirtiéndose en minutos.

Mikaela quería llorar.

"Me jodí."

Se jodio.

De todas las preguntas que tenia el examen, Mikaela solo tenía resueltas unas pocas.

Y ni sumando los puntos de todas las preguntas que tenía contestadas, si es que estaban bien, llegaba a una nota aprobatoria.

"Estoy jodido."

Mikaela revisó nuevamente el examen, buscó en su memoria, pero no podía recordar nada más.

Solo quedó una pequeña luz en la oscuridad: Las preguntas de opción múltiples.

Tenía una probabilidad entre cuatro de acertar al menos una.

Mikaela genuinamente quería romper a llorar.

***

"Ponte cómodo."

Amelia dejó su bolsa sobre el sofá y miró a Mikaela.

"Entonces, ¿podrías decirme que necesitas?"

Hoy había un extraño mensaje.

[-Ayúdame con algo.]

Amelia sentía curiosidad, ¿qué podría ser?

Aprovechó un puente entre sus clases para salir de la universidad y llevar a Mikaela a su casa.

Mikaela miró a su alrededor y se sentó en el sofá.

No era la primera vez que venía aquí, pero si había pasado bastante desde la última vez que estuvo aquí.

"¿Tus padres?", preguntó distraidamente.

"En España, volverán a finales de mes."

Amelia se sentó junto a Mikaela y lo miró con algo de preocupación.

Estaba pálido y tenía profundas ojeras.

Andrea tampoco había ido hoy a clases, y ahora, Mikaela estaba aquí, pidiéndole ayuda.

Mikaela dudó un poco antes de hablar.

"No piense mal de mí..." dijo mientras comenzaba a desabrocharse la camisa.

Amelia rápidamente se puso nerviosa y retrocedió un poco.

"¿M-Mika? ¿Qué haces?"

Mikaela terminó de quitarse la camisa y le enseñó su espalda a Amelia.

"Ayúdame limpiando eso."

Los ojos de Amelia se abrieron de par en par, rápidamente cerró la distancia entre ellos y trazó el contorno de los rasguños en la espalda de Mikaela con sus dedos.

"¿¡Cómo te hiciste esto!?", preguntó en voz alta.

"Cosas de la vida, ahora, ¿me ayudas?"

"¿Cosas de la vida? ¿Te peleaste con un gato a algo así?"

"Un gato..."

Amelia miró las rasguños, el ángulo, la forma,

"No me digas..."

"¿Dormiste con una mujer?"

"Mierda."

"...Lo hice."

Mentir no tenía sentido.

"No es mi problema, la verdad, pero evita meterte con locas que te dejan la espalda así", Amelia suspiró y se levantó. "Quédate ahí, iré por alcohol y algodón."

Mikaela esperó pacientemente hasta que Amelia volvió.

La sensación del alcohol sobre su piel herida, enviando olas de ardor por su piel sensible.

Luego de limpiar sus heridas, Amelia se levantó y fue a guardar las cosas.

"Te ves terrible", dijo mirando su rostro.

Mikaela sonrió con ironía mientras se volvía a poner la camisa.

"Y tú estas tan hermosa como siempre."

Amelia soltó una risita y le revolvió el cabello.

"Eres encantador, pero eso no servirá de nada."

Ella miró su teléfono.

"Tengo clases pronto, puedes quedarte a dormir un poco y luego ir a casa."

Ella le dio palmadas en la cabeza y se dirigió a la salida.

Mikaela la observó irse con una expresión complicada.

Al escuchar el seguro de la puerta cerrarse, se sintió repentinamente cansado.

Cerró los ojos y se dejó hundir en el sofá.

De verdad no quería ir a casa.

Pronto, su respiración se volvió regular y lentamente se quedó dormido.

Tabú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora