Frente a Gérard, había una hermosa y delicada mujer, su delicado y pequeño rostro estaba suavemente maquillado, resaltado su ya deslumbrante belleza.
Al ver esos hermosos y grandes ojos volverse húmedos y llorosos, Gérard tragó con fuerza y luchó por desviar la mirada, pero sus ojos se negaron a obedecerlo, incapaces de ignorar a esta pobre y sollozante belleza.
Antes de darse cuenta, su mano estaba sobre su mejilla, su tersa y pálida piel se sentía tan suave.
La tocó con tal suavidad y delicadeza, como quien toca una flor, temeroso de herirla y marchitarla.
Ella cerró los ojos, haciendo que las lágrimas formadas en las esquinas de sus ojos se derramaran, se inclinó ante la caricia de Gérard como un gatito que disfruta y ronronea ante las caricias de su dueño.
El corazón de Gérard latió con fuerza y se mordió el interior de la mejilla.
"Monsieur Gérard..." Su suave y aterciopelada voz llegó a él cuando esos delicados labios se separaron. "Por favor...", rogó mientras volvía a abrir los ojos.
Gérard no pudo resistir más.
Cuando Gérard abrió los ojos, lo primero en ver fue el familiar techo de su habitación, el lugar junto a él en la cama estaba vacío y frío.
Suspiró con fuerza y se apartó el cabello gris del rostro.
"¿Me estoy volviendo senil..?" No pudo evitar preguntarse a sí mismo.
No podía entender el motivo por el que su mente decidiera rememorar aquellos recuerdos.
Aquellos tiempos, aunque fueron hermosos, ahora solo podía lamentarse por lo tonto y descuidado que fue, aunque claro, no se arrepentía de nada, ya que de ello tuvo a Adrien, Aline y a Albert, estos tres niños suyos hicieron que aquel error juvenil suyo valiera la pena.
Luego de un rato, levantó pesadamente su cuerpo de la cama.
"Maldito frío..." murmuró molesto cuándo su rodilla hizo un ruido extraño.
Alcanzó sus pantuflas y antes de salir de salir y dirigirse al baño.
Luego de su rutina de aseo diario, escuchó las familiares voces provenientes del comedor.
"¿Ahora que están haciendo esos dos...?" Gérard se frotó la frente para aliviar el dolor de cabeza, esperando que no estén peleando otra vez, anoche ese grito de Mikaela realmente lo espantó.
Al llegar al comedor, fue recibido por los "buenos días" ambos.
Albert dejó de un lado a Mikaela mientras se levantaba rápidamente y servía una taza de café para su padre junto a algunas rebanadas de pan tostado.
Luego de eso, se volvió a sentar junto a su sobrino, con la obvia intensión de molestarlo.
"¿Por qué la cara larga, niño flor?", preguntó Albert mientras miraba a Mikaela con una sonrisa.
"¿Qué cara larga?", preguntó a la defensiva.
"Mira, mira, esas ojeras feas en tu cara", señaló Albert. "¿No pudiste dormir bien, pequeñín?"
"No, no pude..."
"¿Extrañas ya a tu mami?"
Mikaela lo miró con confusión, ¿extrañaba a su madre? La verdad es que sí, también a su padre y a su hermana.
"Sí, supongo..."
Por lo tanto, Mikaela no vio necesidad de molestarse u ofenderse por las burlas de Albert y respondió con sinceridad.
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Tabú
RomanceLa noche cae y una mujer despechada y ebria encuentra consuelo físico y emocional en su hermano menor.