Pépé.

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"Haah..."

El aliento de Mikaela salió en forma de una pequeña nube.

Al bajar del autobús fue recibido por un hermoso paisaje nevado, el aire aquí estaba más helado que en la ciudad.

Caminó por la pequeña estación de autobuses durante un rato antes de sacar su teléfono y llamar a su madre.

[¿Mikaela?]

La llamada fue contestada tan pronto que sorprendió a Mikaela.

[¿Llegaste bien?]

Mikaela se demoró un rato antes de responder.

"...Sí, hace bastante frío."

[¿Lo ves? Por eso insistí en que llevaras solo ropa abrigada.]

Mikaela no pudo evitar sonreír ligeramente.

[De todas formas, no te muevas de ahí y espera a que tu abuelo o tu tío vayan por ti.]

"Seguro."

[Esta bien, cuídate, te quiero.]

"...Yo también te quiero."

Y con eso, la corta llamada finalizó.

"Te quiero..." Mikaela repitió en su mente.

Eran palabras tan simples, y salieron tan fácil de su boca, no porqué fueran vacías o carentes de realidad, sino por la seguridad y obviedad en ellas.

Así como nadie dudaba en decir que el cielo era azul, nadie dudaba en decirle a su madre que la quiere.

Pero las palabras 'Te quiero' tienen muchas connotaciones.

Lo que Mikaela sentía era amor familiar, por su madre, su padre... y por su hermana.

Un amor puro y sencillo que nunca fue cuestionado, que no debía ser mancillado.

Pero ahora, si alguien le preguntara a Mikaela si quería a su hermana, él no sabría como responder.

***

Mikaela se bajó del auto y miró a la familiar y rustica casa con molino.

El viejo, pero elegante y bien cuidado viñedo estaba unos metros detrás de la casa.

La nieve crujio debajo de sus zapatos.

La melodía del río que fluía junto al molino era hermosa y relajante.

Habían pasado años desde la última vez Mikaela estuvo en esta casa, pero no había cambiado en lo absoluto, como si fuera ajena al paso del tiempo.

"Se te congelaran las pestañas, entremos rapido", dijo su tío mientras lo empujaba al interior de la casa.

Al entrar, Mikaela sintió como sus mejillas se sonrojaban por el repentino cambio de temperatura.

El rico olor a uvas y café tostado flotaba en el aire e hizo cosquillas en su nariz.

El interior también estaba exactamente igual al de su memoria.

"Bienvenido, hijo."

Sentado un sillón frente a la crepitante chimenea, estaba un hombre mayor de aspecto refinado.

"Pépé..."

Mikaela se acercó al hombre en el sillón.

Su abuelo estiró sus manos y tomó suavemente el rostro de Mikaela entre ellas.

"Bien, te ves sano... algo delgado, pero sano", Dijo con una suave sonrisa. "El parecido con tu madre es aterrador..."

Mikaela le devolvió la sonrisa.

"Estas helado, hijo, ven sientate con tu abuelo."

Mikaela asintió sin más e hizo lo que le su abuelo le pidió.

"Albert, ve y trae algo caliente para mi niño."

Albert, el tío de Mikaela, puso los ojos en blanco, pero no protesto y fue a la cocina.

Mikaela miró alrededor y preguntó.

"Pépé, ¿no hay nadie más?"

"Bueno, en esta época fria del año, tus tías prefieren quedarse en sus casas con sus refinados sistemas de calefacción."

"...¿Qué?"

Mikaela estaba desconcertado.

Su Pépé era un hombre bastante mayor, la mayoría de su cabello ya había sido cubierto por la escarcha de la edad y arrugas marcaban su frente...

"¿Y Aïeule?"

"¿Ella? Bueno, esa vieja ahora misma esta encantada con el último hijo que tuvo Loana."

"¿¡Qué!?" Mikaela inconsciente levantó la voz, generando una ligera risa de su Pépé. "¿Mi Tía tuvo otro hijo?"

"¿Cómo es que nunca me entero de estas cosas?" Mikaela suspiró para sus adentros.

En su defensa, su madre se había asegurado de que ninguna de sus tías tuviera contacto con él, hablando en algunas ocasiones con su Pépé por teléfono.

Mikaela no pudo evitar sentirse triste y culpable, en su memoria, su Pépé había sido un hombre que siempre lo mimaba a él a su hermana... y el verlo aquí, solo con su hijo hizo que el corazón de Mikaela se apretara.

Porque lo quería, y ver a una ser querido así era doloroso.

Mikaela, quien había venido solamente para estar lejos de Andrea y sin considerar a su Pépé, se sintió repentinamente culpable.

Desearía haber venido antes.

Cuando Mikaela estaba por decir algo, escuchó pasos acercarse.

"Ten, niño flor, entra en calor", dijo Albert mientras le entraba una taza a Mikaela.

Mikaela vio la taza en su mano y no pudo evitar quedar perplejo.

"...¿Por qué esta arropada?"

La taza estaba envuelta en una especie de abrigo de lana para tazas.

Aunque evitó que el calor de la taza quemara sus manos, no pudo evitar sentirse divertido.

El humo del café caliente flotó sobre la taza e hizo cosquillas en su nariz.

Mezclado con el olor del café, había un ligero olor frutal y amargo.

"Espera, espera..."

Su Pépé tomó la taza de las manos de Mikaela y la llevó a su nariz.

Le dirigió una mirada escéptica y algo molesta a su hijo.

"¿Por qué le pones licor?", preguntó con un suspiro. "¿Quieres que tu hermana te mate?"

"¿Eh...?"

Mikaela miró a Albert.

"Es para que entre mas rapido en calor", dijo mientras se encogia de hombros. "Ademas es solo un poco, y recientemente fue su cumpleaños, ¿no?"

No pudo evitar suspirar y negar con la cabeza antes de devolverle la taza a Mikaela.

"Mantengamos esto en secreto."

Tabú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora