En una sala tenuemente iluminada por el fuego crepitante de la chimenea, tres personas estaban sentadas en silencio con solo el crepitar de la chimenea y el viento del exterior como telón de fondo para el pesado e incómodo ambiente cernido sobre la habitación.
Cada vez que la madera crujía, el fuego de la chimenea se alborotaba un poco y dibujaba extrañas sombras sobre las paredes.
En un extremo del sofá, con las piernas cruzadas y la barbilla apoyada en dorso de una de sus manos, Albert evitaba cualquier tipo de contacto visual, fingiendo inocencia mientras miraba con aburrimiento las sombras bailarinas dibujadas sobre la pared.
En el otro extremo del sofá, con un rostro que no hacía nada por ocultar su odio y desprecio por Albert, Mikaela continuó dándole miradas amargadas.
Y delante de ellos, sentado en un sofá individual, con el rostro perezosamente apoyado en el dorso de una mano mientras pasaba mensajes tras mensaje del celular de Mikaela con la otra mano, estaba su abuelo.
Mikaela se sentía aprensivo en este momento, si bien no temía al castigo físico, principalmente porqué nunca se le había impuesto uno, la reprimienda y las miradas enojadas de su abuelo o de sus padres aún lo hacían sudar frío.
Entonces, Mikaela miró aun más molesto e indignado a Albert.
"Maldito chismoso", pensó con agravio.
Había esperado que ocultara el tema, que inventara algo, nunca esperó que soltara todo tan rápido.
Estaba claro que no existía la lealtad en este individuo.
"Jujuju..."
Mikaela sintió que casi le revienta algo del coraje cuando escucho la risa divertida de Albert, frunciendo más las cejas con enojo, Mikaela le lanzó otra mirada asesina...
"¿Hmm?"
Su ceño fruncido rápidamente se consterno, en todo este tiempo no había apartado la vista de Albert, ni siquiera había separado los labios.
"¿Cómo se rió..?"
"Jujuju..."
Albert había apartado la vista de la pared con sombras danzantes para devolverle la mirada llena de confusión a Mikaela.
Ambos giraron sus miradas y las enfocaron en el hombre de mediana edad sentado frente a ellos.
"¿Pépé..?"
Ya no tan perezoso como antes, el abuelo de Mikaela se cubría la boca con una mano mientras ocultaba su creciente risa.
Mikaela y Albert lo miraron desconcertados, especialmente Albert, que había esperado dirigir toda la culpa del ruido hacia Mikaela exponiendo su extraña relación con la madre de su amigo.
Entonces, ¿por qué su padre reía tan divertido?
¿Si era consiente de Mikaela se metió con una mujer mucho mas grande que él y qué para el colmo estaba casada?
No solo eso, incluso era la madre de uno de sus amigos.
Él había podido reírse porque era una persona burlona, pero se suponía que su padre era un hombre mucho más maduro que él, ¿cómo es que se reía ahora cuándo debería estar regañando al raro de Mikaela?
Estaba de más decir que aunque Albert amaba a su padre, naturalmente también le tenía miedo a la parte severa de él, habiendo sido reprendido con duras palabras varias veces durante su juventud, no quedaba duda de que a su padre por más amable qué sea, seguía siendo un hombre estricto, no solo con él y Aline, sino con sus otro nietos... pero ahora estaba riendose de las tonterías que hace Mikaela.
A Albert le dolía el trasero con solo pensar en la veces que padre lo azotó por portarse mal, y no solo con él y sus hermanos, cuando otro de sus nietos hacia algo malo, los castigaba con la poderosa mano de hierro azota traseros, aquella mano que nunca flaqueó ni siquiera con la edad y nunca discriminó a sus víctimas.
Una poderosa mano que Mikaela tendría la suerte de nunca conocer.
Ante tal injusticia histórica, Albert no pudo evitar sentirse intrigado, ¿qué tenía Mikaela que le impedía conocer a la Mano AzotaTraseros de su padre?
Mikaela no era su primer nieto, ni siquiera era el más joven de toda su vasta colección de nietos, entonces, ¿de dónde salía tanto cariño por él?
"¿Es porqué se parece a Grande Soeur...?" se preguntó Albert.
Parecía plausible y a la vez no, si bien nunca lo dijo, era obvio para él y todos sus hermanos, incluso para la misma Aline, que ella era la hija favorita de su padre, pero eso no la había salvado de recibir unas cuantas nalgadas durante su juventud, entonces, ¿el amor que siente por su hija favorita se multiplicó hacia el hijo de su hija?
¿Llegando a favorecerlo tanto que ni siquiera pensó en levantarle la voz?
¿Era eso?
"Que porquería...." pensó con un poco de envidia.
"Hah..."
Luego de terminar de reírse, soltó un suspiro e extendió el teléfono hacia Mikaela, quién torpemente se levantó y tomó algo dudoso de vuelta su teléfono.
Nuevamente, el silencio cayó sobre el lugar.
Mikaela miró con extrañeza a su abuelo, quién lo miraba con una extraña sonrisa tirando de sus labios.
Demasiado temeroso como para decir algo, Mikaela se limitó a mirarlo y a esperar que sea su abuelo quién rompa el silencio, pero a medida que el silencio de la otra parte aumentaba, su aprensión solo aumentó.
El crepitar de la chimenea fue ahogado por el sonido de sus latidos, que sonaban como un tambor en sus propios oídos.
"Bien", dijo finalmente mientras se levantaba lentamente. "Todos a la cama."
"¿Qué..?", dijieron Mikaela y Albert al unísono, expresando su confusión mutua.
"¿No me oyero?", preguntó de vuelta. "Les dije que se vayan a la cama."
"¿Me puedo ir...?", preguntó Mikaela algo dudoso.
"¿Lo dejaras ir...?", preguntó Albert con la misma cantidad de duda.
"Sí, como sea, Albert, deja de molestarlo. Mikaela, no vuelvas a gritar así, ahora vayanse a dormir."
Los despidió con un gesto y salió de habitación, dejándolos a ambos confundidos.
Luego de estar parados como estatuas por un rato, Mikaela esbozó una sonrisa hacia Albert.
"Buenas noches, tío", dijo con un tono cantarino y burlón.
"Tú, mocoso... ojala se te caiga el pene por meterlo dónde no debes..." dijo Albert, molesto por la expresión de Mikaela.
"Pfff" Mikaela soltó una risa, sabiendo que eso molestaría más a Albert.
Con una última risa, Mikaela dejó a Albert atrás y regresó a su habitación.
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Tabú
RomanceLa noche cae y una mujer despechada y ebria encuentra consuelo físico y emocional en su hermano menor.