Capítulo 20

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ISABELLA

El frío de la noche se filtra a través de mi abrigo mientras camino sola por las desiertas calles del pueblo. Mis clases se alargaron más de lo previsto, y ahora me encuentro en una carrera contra el tiempo para llegar a casa.

La oscuridad es opresiva, pero sigo adelante con determinación, mi corazón latiendo rápido por la combinación de fatiga y nerviosismo. De repente, siento una presencia detrás de mí. Instintivamente, mi cuerpo se tensa, y antes de poder reaccionar, una mano sucia me arrastra hacia un callejón.

El miedo se apodera de mí, intento gritar, pero la mano del hombre cubre mi boca de manera brutal, silenciándome por completo.

—Dame todo el dinero que tengas, ahora. Y no grites o te irá muy mal. —Su voz es áspera y amenazante, mientras saca una navaja filosa que refleja la luz débil de la calle.

La mano sucia se retira lentamente de mi boca, dejándome jadear y tragar saliva con dificultad.

—No... no tengo nada... no tengo nada... —balbuceo, luchando por encontrar mi voz en medio del pánico.

—¿Ah, no? ¿Y qué es esto que tienes aquí? —Su mano se posa en mi cuello, justo donde descansa mi collar, el último regalo de mi madre antes de morir—. Este collar parece valer mucho...

El terror se apodera de mí.

—¡No! —grito, desesperada.

—¿Prefieres morir? —su amenaza es clara y cruel. Trago saliva con dificultad, mi garganta apretada por el miedo.

—Déjame en paz, por favor... —Las lágrimas empapan mi rostro, el dolor en mi pecho se hace insoportable.

Reuniendo las últimas fuerzas que me quedan, le lanzo un rodillazo en la entrepierna. Grita de dolor, me suelta por un instante, y corro. Pero mis esfuerzos parecen en vano, porque el hombre me atrapa de nuevo, agarrándome con fuerza del brazo.

—¿Crees que te librarás tan fácil de mí, estúpida? —su aliento repugnante me hace sentir aún más vulnerable. Siento el golpe de su mano en mi rostro, el dolor agudo y el mareo que lo acompaña. —Dame el collar... —su voz es un susurro cargado de malicia, mientras su navaja vuelve a amenazar mi integridad.

—N... no... no... —mis palabras se entrecortan, mi visión se nubla por las lágrimas y el dolor.

La navaja se clava en mi muslo derecho sin piedad. Grito, siento cómo la sangre empapa mi pantalón, cómo mi fuerza se desvanece lentamente. Mi cuerpo se rinde al dolor, al mareo, y caigo al suelo, incapaz de contener el gemido de agonía que escapa de mis labios.

El celular suena en mi bolso, como un eco lejano. Lo agarro con manos temblorosas, contesto sin mirar quién llama.

—Ayuda... —mi voz suena débil y quebrada—. Ayuda por favor...

—¿Isabella? —Es la voz de Lucas, resuena al otro lado de la línea—. ¿Qué pasa?

—Me... me han herido... estoy herida... Me duele... —cada palabra es un esfuerzo, cada respiración una lucha contra el dolor.

—¿Dónde estás?

Miro a mi alrededor, la cafetería SoftCoffe es lo único que alcanzo a distinguir en la oscuridad.

—Hay una cafetería... creo que... su nombre es SoftCoffe... —mi voz se desvanece, la sangre sigue brotando de mi herida, la debilidad se apodera de mí.

—No te muevas, ya voy para allá... —su voz suena preocupada, distante pero llena de urgencia. El mundo se desdibuja ante mis ojos, el dolor es abrumador, pero la esperanza de ayuda se aferra a mí mientras me desvanezco en la oscuridad del callejón.

LUCAS

Conduzco a toda velocidad, dirigiéndome a encontrar a Isabella, ignorando las quejas de los conductores a mi alrededor sobre lo rápido que voy pero no me importa. Mi mente solo está enfocada en llegar a esa maldita cafetería y encontrar a Isabella a salvo. Cada segundo se siente como una eternidad, el estrés y la preocupación se reflejan en mi rostro, generándome un intenso dolor de cabeza por la tensión acumulada.

Llego a la cafetería y prácticamente salto del coche, corriendo buscando aquel callejón donde Isabella había mencionado estar. Al doblar la esquina, mi corazón se detiene al verla tendida en el suelo, herida y desmayada.

Corro hacia ella y me arrodillo a su lado, tomándola con cuidado en mis brazos. Su piel estaba fría y su rostro pálido, sus labios apenas emitían un suspiro débil. Una rabia inexplicable se apodera de mí al verla así, vulnerable y herida.

—Maldición, Isabella, ¿qué te han hecho? —mi voz tiembla, incapaz de contener la oleada de emociones que me invaden.

Rápidamente me quito un zapato para después quitarme mi media blanca, agarro la media con fuerza y la rodeo en el muslo de Isabella antes de apretar con fuerza y la media inmediatamente se empapa de sangre. Me coloco de nuevo mi zapato haciendo presión en su muslo.

Recuesto a Isabella encima mío sintiendo su cuerpo liviano, ensangrentado y vulnerable, su calor envolviéndome. Tomo una respiración fuerte mientras la veo con los ojos cerrados, vulnerable y débil. ¿Por qué me tiene que poder tan difícil mi tarea de odiarla?

—Resiste, Isa. Resiste. Joder...

Llamo rápidamente al servicio de emergencias mientras sostengo su mano con fuerza, esperando desesperadamente que la ayuda llegue pronto. La angustia y el miedo se reflejan en mis ojos mientras miro a Isabella, deseando con todo mi ser que esté bien.

Mis manos tiemblan ligeramente mientras sostengo la mano de Isabella, buscando algún signo de vida y esperanza en su rostro pálido y herido.

Escucho las sirenas acercándose y vi las luces parpadeantes de la ambulancia aproximándose al callejón. Un suspiro de alivio escapa de mis labios al ver que la ayuda está cerca.

Con cuidado, coloco a Isabella en posición segura, asegurándome de no empeorar su estado. Los paramédicos llegaron rápidamente, tomando el control de la situación con profesionalismo.

Respondo a sus preguntas con voz temblorosa, proporcionando toda la información que pudiera ayudar a Isabella. Mientras Isabella es atendida, me siento en el suelo, abrumado por las emociones y la incertidumbre. Mi mente se llena de preguntas sin respuesta, la rabia y el deseo de venganza brotan en mi interior contra aquel que ha lastimado a Isabella de esa manera.

Finalmente, Isabella es trasladada a la ambulancia, y yo la sigo de cerca desde mi coche. El viaje hacia el hospital es un torbellino de emociones, la esperanza de que Isabella se recupere se mezcla con el temor por su estado.

Al llegar al hospital, permanezco a su lado. La espera se vuelve agonizante mientras los médicos trabajan en ella, mi mente repitiendo una y otra vez la imagen de Isabella herida y desmayada en el callejón.

No me dejan entrar cuando llevan a Isabella dentro de una sala, así que me siento en una silla cerca de la puerta colocando mis manos en mi pelo, totalmente frustrado. Suelto un suspiro tembloroso agarrando mi celular, presiono el contacto de Felipe con el corazón latiéndome con fuerza. Al tercer tono, él contesta.

—¡Hola Lucas! Que grata sorpresa, nunca me llamas, ¿ha pasado algo? Si llamas por Isabella, tengo que decirte que no ha llegado a casa lo que me parece raro...

Trago saliva.

No va a morir. No lo hará. Ella es fuerte.

Pero, ¿cómo diablos se le da una noticia así a un padre?

—Señor Smith... —siento escalofríos por todo mi cuerpo—. Estoy en el hospital. Apuñalaron a Isabella...

Petals Of Hate (Petals #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora