Capítulo 38

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LUCAS

Me siento como un completo idiota. Aún después de todo, sigo lastimando a Isabella y eso no puede volver a ocurrir, no puedo volver a ver esos ojos llorar, no lo soporto.

Al llegar a casa con un dolor de cabeza terrible, parqueo mi coche empapado en el estacionamiento. Salgo de él y me dirijo hacia la puerta de la casa, entro, pensando que ya todos estarían en sus habitaciones, pero no, los encuentro en el comedor, cenando.

—Parece que llegue justo a tiempo —digo con una sonrisa.

—Oh, Dios, nunca te había visto sonreír así —comenta mi abuela soltando una risa.

—Estas empapado, Lucas, ¿piensas sentarte en la mesa así? —Pregunta mi padre.

—¿Qué más da? —digo y me siento en mi silla.

—¿Pasó algo en especial que vienes así de contento? Hace mucho que no te veíamos así, cariño —dice mi madre mirándome con cierta ternura y es que hasta yo me desconozco.

—Tengo una noticia que darles... —empiezo sintiendo todo mi cuerpo tenso—. Tengo novia, que ya no es Grace...

Ellos se quedan callados un momento, cuando las trabajadoras traen la cena y la colocan en la mesa.

—¿Y de quien se trata? —Pregunta mi padre con el ceño fruncido.

—Se trata de Isabella. Isabella Smith.

Los tres me miraron con total sorpresa.

—¿La chica linda, Isabella? —pregunta mi abuela con una sonrisa—. ¡Pero que dicha!

—¿La hija de mi colega Felipe? —Pregunta mi padre algo animado con la idea.

—La misma.

—¡Felicidades! Te ves muy feliz... —exclama mi madre, mirándome con amor.

—Lo estoy, más que nunca. Esa chica me ha cambiado, me ha hecho ser diferente. Y la amo —digo soltando un suspiro lento.

—Hay que invitarlos a comer, entonces.

—Me parece maravilloso —dice mi abuela y mi madre le da la razón.

♡~•~♡︎

—¿Podrías dejar de hacer eso con tus manos? —Le susurro a Isabella en el oído haciéndola sobresaltar y posteriormente dejar de jugar con sus dedos dejando ver un claro nerviosismo.

—Lo siento... —susurra bajando la mirada. Coloco una mano en su muslo, provocando que me mire.

—Tranquila —musito sonriéndole.

—Y aquí tenemos la maravillosa lasaña que nos ha hecho Margarita la chef favorita de la casa —anuncia mi abuela con entusiasmo.

Las trabajadoras nos sirven un trozo de la lasaña, mi comida favorita, joder, huele delicioso.

—Queremos darle las gracias por la invitación —dice Felipe con una sonrisa arremangándose las mangas de su camisa azul oscuro.

—No hay nada que agradecer, siempre serán bienvenidos en nuestra casa —dice mi padre con una sonrisa amable, mientras le hace un ademán para que coma—. Empiecen a comer, les aseguro que será la mejor lasaña que probarán en sus vidas.

Todos nos llevamos un trozito a la boca.

La suavidad de la pasta cocida al dente se funde con la cremosidad del queso derretido. La salsa, con su toque de hierbas frescas y especias, aporta un sabor vibrante y reconfortante. Cada capa de la lasaña es como un poema gastronómico, una obra maestra de texturas y sabores.

—Margarita, esta lasaña está increíble —digo después de tragar el primer bocado, mirando a la chef con admiración.

—Gracias, joven Lucas. Me alegra que le guste. Es una receta especial —responde Margarita con una sonrisa humilde.

Los demás comensales asintieron en acuerdo, halagando la lasaña con elogios sobre lo deliciosa que está. Mi abuela incluso comenta que es la mejor lasaña que ha probado en años, lo cual es un gran cumplido viniendo de alguien tan exigente en cuanto a cocina como ella.

Cada bocado es una experiencia culinaria en sí misma, una sinfonía de sabores que me transporta a momentos felices de mi infancia, cuando mi abuela solía preparar lasañas en las reuniones familiares.

Mientras disfrutamos de la cena, observo a Isabella de reojo. Está más callada de lo habitual, su mirada parece perdida en sus pensamientos. Me preocupa que algo no esté bien, pero decido no abordarlo en este momento frente a todos.

—Lucas, ¿ya sabes que vas a estudiar en la universidad? —pregunta Felipe, iniciando una conversación.

—Me gustaría estudiar algo de negocios o administración como mi padre —respondo, tratando de desviar la atención de Isabella por un momento.

—Eso es genial. La universidad es una experiencia única —comenta mi padre con nostalgia.

Isabella asiente con una sonrisa leve, pero sus ojos reflejan preocupación. Decido hablar con ella después de la cena para averiguar qué le está molestando.

Después de la cena, nos retiramos al jardín trasero. Las luces tenues iluminan el ambiente, creando una atmósfera acogedora. Isabella se aleja un poco del grupo, y la sigo discretamente.

—¿Estás bien? —le pregunto en voz baja cuando estoy a su lado.

Ella se sobresalta ligeramente y luego asiente con una sonrisa forzada.

—Sí, solo un poco cansada —responde evasivamente.

—Estabas rara durante la cena. ¿Pasa algo? —insisto, preocupado por su bienestar.

Isabella suspira y baja la mirada antes de responder.

—Es solo que... escuché algo hoy en el instituto. No es importante, solo tonterías de chismes —dice, intentando restar importancia al asunto.

—Si te preocupa, es importante para mí. ¿Qué escuchaste? —pregunto con suavidad, acariciando su brazo para transmitirle calma.

Isabella vacila por un momento antes de hablar.

—Escuché a unas chicas hablando sobre ti y sobre cómo te venían persiguiendo últimamente y que caso les hacías, cuando a mi, que soy una perdedora y poco atractiva, si. Dijeron cosas horribles sobre ti y sobre mí. Sé que no debería darles importancia, pero... me afectó un poco —confiesa, desviando la mirada.

Mi corazón se encoge al escuchar sus palabras. Siento una mezcla de enojo y tristeza al imaginar lo que Isabella pudo haber escuchado.

—No les des importancia, por favor. —Le pido, buscando reconfortarla.

Ella asiente lentamente, su mirada encuentra la mía y veo la gratitud en sus ojos.

—Sé que debería ignorar esos comentarios. A veces es difícil, pero trataré de no dejar que me afecten —dice con determinación.

—Estoy aquí para ti, siempre. No dudes en hablarme si algo te preocupa, ¿de acuerdo? —le aseguro, apretando suavemente su mano.

Isabella sonríe genuinamente esta vez, y siento un alivio al verla más tranquila.

El resto de la noche transcurre en conversaciones amenas y risas. Observo a Isabella interactuar con mi familia, y me llena de felicidad verla integrarse tan bien.

Al finalizar la velada, acompaño a Isabella a su casa. El camino es tranquilo, solo interrumpido por nuestras risas y conversaciones.

—Gracias por esta noche, Lucas. Me hacía falta algo así —dice Isabella cuando llegamos a su puerta.

—Yo también lo necesitaba. —Le digo sinceramente, mirándola a los ojos.

Ella sonríe y se acerca, dejando un suave beso en mis labios.

—Buenas noches, Lucas. Nos vemos mañana en el instituto —dice antes de entrar a su casa, dejándome con una sonrisa tonta en el rostro.

Caminando de regreso a mi coche, reflexiono sobre lo afortunado que soy de tenerla. Voy a protegerla de cualquier comentario o situación que pueda hacerla sentir mal.

Petals Of Hate (Petals #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora