🖤ℂ𝔸ℙ𝕀𝕋𝕌𝕃𝕆 𝟞𝟚🖤

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Jade

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Jade

Mientras el crepúsculo teñía de colores cálidos el cielo de la ciudad, Niko, Claudia y yo nos sumergíamos en un mar de telas y destellos, alistándonos para la cena de Hiro. La noche prometía ser un despliegue de elegancia y misterio, con la condición ineludible de vestir de blanco y ocultar nuestra identidad tras un antifaz.

En un intento de esquivar cualquier atisbo de reconocimiento, opté por una peluca rubia que caía en suaves ondas sobre mis hombros y pupilentes verdes que transformaban mi mirada. El vestido que elegí era un sueño hecho realidad: blanco como la luna llena, con mangas caídas que insinuaban una delicada vulnerabilidad y un escote de corazón adornado con perlas que se entrelazaban en el corset, como si fueran secretos susurrados entre amantes.

Niko ajustaba su corbata, su figura reflejada en el espejo, la imagen de la sofisticación. Claudia, por su parte, giraba frente al espejo, su vestido levantando una pequeña tormenta de tul a su alrededor.

La invitación a la fiesta de Hiro era clara: debíamos ser estrellas fugaces en un firmamento de gala. Sin embargo, mi presencia allí no era meramente para deleitarme en los festejos. La noche anterior, en un acto de desesperación y astucia, había tomado el lugar de una de las invitadas. Su identidad ahora era mía, y con ella, la llave a un mundo que necesitaba explorar.

No era solo un robo de invitación, era un secuestro de identidad. Y mientras me colocaba el antifaz, sentía el peso de la noche que se avecinaba, una noche donde cada paso debía ser calculado, cada palabra medida, y cada sonrisa, un enigma.

Con cada accesorio que añadía a mi atuendo, la realidad de mi identidad se desvanecía, dando paso a la ilusión de ser otra persona. El antifaz era el toque final, un velo de misterio que sellaba mi transformación. Niko, Claudia y yo compartíamos miradas cómplices, sabiendo que la noche nos pertenecía.

Salimos hacia la mansión de Hiro, un oasis de luces en medio de la oscuridad. Al llegar, nos recibió una alfombra blanca que se extendía como un río de luna, guiándonos hacia la entrada donde se congregaban los invitados, todos un mar de máscaras y elegancia. La música se filtraba hacia afuera, una melodía que prometía risas y conversaciones entre desconocidos.

Dentro, la decoración era un tributo al blanco: desde las flores hasta las luces, todo evocaba pureza y sofisticación. Nos mezclamos entre los invitados, cada uno con su propia historia oculta tras el disfraz. Niko y Claudia se movían con gracia, mientras yo me mantenía alerta, observando cada detalle, cada rostro, buscando pistas que me llevaran a mi objetivo.

La cena se sirvió en mesas adornadas con centros de cristal y velas que proyectaban sombras danzantes. Los platos eran obras de arte culinario, y los vinos, elixires que prometían desinhibir hasta al más reservado. Pero mi apetito no era por la comida; era por la información, por las conversaciones susurradas que podrían revelar los secretos que Hiro guardaba.

La pesadilla (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora