🖤ℂ𝔸ℙ𝕀𝕋𝕌𝕃𝕆 𝟝𝟞🖤

863 84 37
                                    

Jade

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Jade

La luz del atardecer se filtra por la ventana, bañando la habitación con tonos dorados que no logran calentar el frío que siento por dentro. Aquí estoy, en esta cama de hospital, con las sábanas demasiado blancas y la mente demasiado llena de ecos de lo que fue y ya no será. A mi lado, Lu, mi mejor amigo, el héroe sin capa que ahora enfrenta su propia batalla después de la explosión que le arrebató más que una pierna.
Nos miramos y sonreímos, esas sonrisas que no llegan a los ojos, que no engañan a nadie, mucho menos a nosotros mismos.

- Estoy bien - murmuro, y él asiente

- Yo también - Mentiras piadosas que nos decimos porque la verdad duele demasiado, porque sabemos que el otro está igual de roto.

Sus ojos, que solían ser faros de alegría, ahora son espejos de mi propia mirada perdida. Ambos fingimos no notarlo, pero es imposible ignorar el brillo que se ha apagado, la chispa que se ha extinguido. En un momento de desesperación, tomo mi teléfono y marco el número de Niko.

- Encuentra a mi abuelo - le suplico, aferrándome a la esperanza de que al menos él esté bien.

- Lo siento, Jade... tu abuelo falleció - su voz es un golpe que me deja sin aliento - el ojo de dios solo me da la información de en qué morgue se encuentra.

Cuelgo y me hundo en el silencio, un silencio que Luigi entiende sin necesidad de palabras. Él extiende su mano, y la tomo, encontrando en ese pequeño gesto un consuelo que nuestras palabras no pueden dar. Juntos, en nuestro dolor compartido.

Cierro los ojos y me dejo llevar por los recuerdos, esos momentos que compartí con mi abuelo y que ahora son tesoros que guardo en el corazón. Veo su sonrisa, amplia y cálida, iluminando su rostro curtido por los años. Recuerdo sus manos, fuertes y seguras, que me sostenían cuando me enseñaban a plantar flores en el jardín.

- La vida es como este jardín, Jade - decía con su voz profunda y sabia - Hay que cuidarla, darle amor y atención, y ella te devolverá el favor con belleza y frutos.

Y así lo hicimos, está primavera, preparamos la tierra, sembramos semillas y regamos con esperanza.
Los domingos eran nuestros días especiales. Después de la iglesia, íbamos al parque a dar de comer a las palomas. Él me contaba historias de su juventud, aventuras que parecían sacadas de libros de cuentos. Yo escuchaba embelesada, imaginando cada detalle, cada emoción. Pero no todo eran cuentos felices. También me habló de los tiempos difíciles, de las pérdidas y las pruebas que la vida le puso en el camino.

- Es en esos momentos, Jade, cuando descubres de qué estás hecha - me decía, y sus palabras resonaban con una verdad que ahora entiendo más que nunca.

Mi abuelo no solo fue un maestro de la vida; fue mi refugio, mi guía, mi faro en la oscuridad. Y aunque ya no está físicamente, su legado vive en mí, en cada decisión que tomo, en cada desafío que enfrento.

La pesadilla (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora