🖤ℂ𝔸ℙ𝕀𝕋𝕌𝕃𝕆 𝟞𝟞🖤

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Jade

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Jade

El bosque se cerraba a nuestro alrededor, un manto verde que ocultaba tanto secretos como peligros. Emir avanzaba con una seguridad que yo no sentía, guiándonos por senderos que parecían brotar a su paso. Pero estaba frente a aquella roca cubierta de maleza y no podía evitar recordar la última vez que estuve aquí, cuando el destino de Hiro pendía de un hilo tan frágil como las telarañas que adornaban las ramas bajas.

- ¿Por qué aquí, Emir? - pregunté, mi voz apenas un susurro entre el susurro de las hojas - ¿Por qué nos has traído a este lugar?

Emir se detuvo y se volvió hacia mí, una sonrisa enigmática jugando en sus labios.

- Es el único lugar que nadie conoce, Pulga. El único refugio seguro que nos queda.

Pero yo sabía que no era cierto.

- Hiro ya estuvo aquí ¿Lo olvidas? - repliqué - Tú lo trajiste.

La sonrisa de Emir se ensanchó, cruel y divertida.

- Yo lo traje inconsciente, y cuando tú lo sacaste, ni siquiera podía tener los ojos abiertos. No reconocería este lugar ni en mil años.

La burla en su tono me hizo rodar los ojos mientras negaba con la cabeza. Él se acercó y la maleza se apartaba bajo las manos firmes de Emir, revelando la puerta de metal que había permanecido oculta a los ojos del mundo. Era una entrada que conocía demasiado bien, una entrada a un pasado que aún latía con fuerza en mi memoria. Las cinco puertas se alzaban ante nosotros, como guardianes silenciosos de secretos que solo yo había desentrañado.

Lu se acercó a mi lado, su presencia era un bálsamo para el cansancio que pesaba sobre mis hombros por cargar a mi madre. La ayudó a caminar, ofreciéndome un descanso. Mientras tanto, Lorenzo, con una determinación, abrió la puerta número cinco. Uno a uno, todos ingresaron, como si cruzaran el umbral de un destino inevitable.

Mis ojos, sin embargo, se fijaron en la puerta número uno. Podía sentir el eco de aquel día, el recuerdo de cómo salvé a Hiro de las garras de una habitación que prometía más dolor que redención. Un suspiro se escapó de mis labios, un suspiro que llevaba consigo el peso de la traición y la pérdida.

Pero no había tiempo para la nostalgia. Con un último vistazo a la puerta que una vez abrí con manos temblorosas, seguí a los demás. Cada paso era una promesa, cada latido del corazón, un juramento. Esta vez, sería yo quien escribiría el final de esta historia.

Con un gesto cómplice, Emir y Niko se acercaron al estante que parecía tan inamovible como el tiempo. Con un esfuerzo sincronizado, lo desplazaron, revelando la puerta que se mantenía oculta tras años de secretos y silencio. Todos ingresamos, uno tras otro, en lo que parecía una pequeña habitación, austera y fría.

Fue entonces cuando la realidad me golpeó no era una habitación, sino un elevador. Emir, con la solemnidad de quien conoce el lugar, presionó un botón y el descenso comenzó. El silencio era tan denso que podía cortarse con el filo de nuestras expectativas.

La pesadilla (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora