19;

1.7K 177 27
                                    

- ¿Recuerdas ese truco raro que te enseñé la primera vez que viajamos juntos?- Me preguntó recordándolo de repente.- Ese que usé en tus manos para poder relajarte.

- Sí, me acuerdo perfectamente.- Dije sentado en la pequeña salita que había en la habitación, abrazando mis propias piernas con una frazada por encima.- Nunca me dijiste quién te lo enseñó.

Después de estar un rato más en aquel parque manteniendo la posición de antes, que se basaba en mí resistiéndome a soltarlo, decidimos regresar a la habitación de su hotel al notar que la temperatura estaba bajando drásticamente.

Ni siquiera hubo necesidad de decir alguna otra palabra, me di cuenta que era tanta la incertidumbre que sentimos por ambas partes durante un buen tiempo, que ese momento de silencio y comodidad uno cerca del otro era la único que necesitábamos; por primera vez mi cabeza estaba libre de cualquier pensamiento.

- Fue mi madre.

- ¿Tu mamá?

- Cuando aún estaba en karting solía ponerme muy nervioso siempre que estaba por entrar a la pista. Temía hacer algo mal, no podía soportarlo por miedo a lo que me dijeran los demás, todos esperaban demasiado, sobre todo mi papá.- Dijo del otro lado de la sala, con solo una mesa de centro de separación.- Ella hacia esos masajes raros en mis manos y por alguna razón funcionaban, después me explicó que era para calmar mi estrés, sorprendentemente también funcionó contigo.

- Te lo agradezco mucho entonces.- Reí con ternura al escucharlo.- Siempre noté que te presionaban mucho cuando eras pequeño. Es decir, a todos, pero contigo era diferente.

Max suspiró desviando la mirada hacia la ventana que seguía con las cortinas abiertas, dejándonos ver la ciudad iluminada.

- Sí... debo admitir que te tenía muchos celos.

- ¿A mí? pero si siempre eras el mejor.

- No te tenía celos por eso, los tenía porque tu familia siempre estuvo para ti, no quiere decir que la mía no, pero era muy diferente la dinámica. Por eso siempre me alejaba cuando intentabas hablarme o me enojaba contigo sin razón, años después cuando traté de remediarlo ya era demasiado tarde porque verme no te hacía muy feliz, que por cierto, lo tenía bien merecido.

Sentí mis ojos aguadearse tras cada cosa que me decía el contrario. Era cierto que hubo un tiempo en el que Max intentó disculparse por su comportamiento cuando ambos llegamos a la fórmula uno, sin embargo nunca se lo permití e inevitablemente llegamos al punto de no tener la mejor de las relaciones.

- Siempre me pareciste muy lindo, Charlie. Con tus bonitos ojos verdes y esos hoyuelos que se te hacen al sonreír.- Suspiró exagerando un suspiro, haciéndome reír logrando aligerar el ambiente.- Jamás pienses que en serio llegué a odiarte, es solo que todo era demasiado para mí.

- Perdón por nunca haberte escuchado, estaba muy resentido como para hacerlo. Ahora que entiendo el trasfondo de todo me siento un poco culpable...

- No deberías, es algo que ya pasó y obviamente no sabías, en todo caso soy yo quién te debe una disculpa.

- Está bien, Max. Al final solo eras un niño.

- Ven aquí.- Estiró sus brazos hacia mí, pidiendo que me acercara.

Me levanté con todo y la frazada hasta llegar a donde se encontraba Max, sentándome por un lado de él y dejando que me envolviera con sus brazos.

¿Amigos? | Lestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora