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- ¿Se puede saber a dónde me llevas?

Sabía que si le decía a Max desde un principio a dónde lo estaba llevando se iba a negar rotundamente, así que lo mejor era pedirle que me acompañara sin ser tan específico, le gustaba hacerme compañía y con eso ya era una ganancia.

- Guarda silencio, no tardaremos nada.- Subí por unas escaleras bastante amplias, llevándolo bien sujeto de la mano para evitar que se me escapase o decidiera caminar por delante de mí y arruinarlo todo.

- Siempre me dices a dónde vamos y esta vez es muy sospechoso. ¿Te cansaste de mí y me abandonarás en un calle desconocida?

Me detuve con un pie en el último escalón y volteé a verlo fastidiado. Había estado así desde que salimos de mi casa, porque nunca se negaba a ir conmigo, pero siempre tenía que saber a dónde.

- ¿Tan poco confías en mí?

- Está bien, no más preguntas.

Al llegar a la planta de arriba de una pequeña y bonita plaza al aire libre, aceleré el paso emocionado por entrar a la peluquería de mi madre, la cual ya estaba frente a nosotros. Seguramente Max se enojaría por no avisarle antes, en todo caso si me hubiera dicho que sí, suele ser muy exigente consigo mismo y lo hubiera dejado sin dormir al decirle que mi intención era llevarlo a visitarla, todo era por un bien común.

- Ahora entiendo porqué no me dijiste nada.- Dijo en cuanto vio quién se encontraba dentro, terminando de atender a uno de los clientes del lugar.

- Vamos, Max. Ya estamos aquí, tiene tiempo queriéndote saludar personalmente y además es la oportunidad perfecta para que puedas cortar tu cabello.

Suspiró pensando en aquello, sin despegar su vista de la puerta de la peluquería. Quería asegurarme de que Max supiera que podía quedarse tranquilo frente a mi familia, porque una de las cosas que más deseaba es que se llevaran bien. Acaricié el dorso de su mano, intentando calmar los nervios que se esmeraba por esconder, pues en vez de mostrarlos pondría alguna vaga excusa cómo volver a preguntar por qué no le dije para haber conseguido un pequeño regalo y por eso sería mejor volver otro día.

- Entremos entonces.- Se decidió unos minutos después, dándome la oportunidad de soltarle lentamente la mano. Abrí la puerta haciendo sonar la campanilla y pronto la mirada de mi madre estaba sobre nosotros, dejando al aire una enorme sonrisa.

- ¡Char, qué sorpresa!- Saludó aquella mujer de cabello rubio claro y se acercó a mí para besar mis dos mejillas.- Veo que por fin trajiste a Max.- Aquello había evitarlo decirlo en francés para asegurarse de que el otro también le entendiera y al igual que conmigo, besó sus mejillas dejando sus manos sobre sus brazos unos segundos.

- Buen día, señora.- Podía ver qué Max seguía nervioso, pero aquello no le impidió regalarle una dulce sonrisa a mi madre. Por cómo lo veía, algo muy importante debería de estar cruzando su mente. Su mirada se fijaba en cada facción del otro y es que también podría ser un golpe de nostalgia al tener de frente a aquel hombre que vio crecer y acompañó a su hijo por tanto tiempo.

- Ven, siéntate.- Dijo llevándose a Max a una silla vacía, buscando entre sus cosas una bata para poder abrocharla al rededor de su cuello, cubriéndole la ropa.- Charles me dijo que en estos días vendrían a visitarme y de paso tenías pensado cortar tu cabello.

- Ah, ¿eso le dijo?- Contestó volteándome a ver con una ceja levantada. Definitivamente estaría en problemas después de esto.

- ¿Cómo están?- Preguntó ayudándole a acomodar mejor su cabeza para poder mojarla y lavarla correctamente.- Ya estoy enterada de todo.

¿Amigos? | Lestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora