Capítulo 3

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Elowin

Me resultó muy difícil relajarme durante todo el tiempo que estuve en la limosina, tanto que mis piernas no dejaban de temblar y, a su vez la tela de mi uniforme rozaba y hacía un ruido suave pero molesto.

-¿Podrías dejar de hacer eso? Es molesto, no puedo ni pensar. -gruñó Lucca.

-Lo siento. -dije suavemente mientras trataba de controlar mis rodillas temblorosas.

-¿Por qué estas tan nerviosa de todos modos? ¿Me tienes miedo o algo así?-preguntó, sus oscuros ojos mirando directamente a mi alma.

La forma en que su mirada se fijó en mí hizo que mi garanta se sintiera seca y que mi corazón se acelerara. Era intimidante, y él lo sabía.

Sentí un escalofrío y aparté la mirada mientras decía -No.

Él simplemente murmuro un -mmmh. -y luego todo quedó en silencio.

Luego, sin previo aviso, se puso de pie desde su lado y se plantó junto a mí, por instinto intente moverme, pero cuando puso su mano sobre la mía, supe que alejarme sería un error.

Traté de apartar la mirada de él, pero él coloco su dedo abajo de mi barbilla y dirigió mis ojos hacia su rostro. Lentamente acarició mi rostro, mientras se inclinaba, pasó su pulgar por mi lado inferior y me encontré inhalando un aliento tembloroso. Acerqué sus labios a mi cuello y salté ligeramente con un suspiro. Se río de mi reacción y sentí como su pecho vibraba contra mi brazo. Cerré los ojos, pero cuando sentí su mano viajar hacia mi rodilla, me hizo abrirlos rápidamente.

Me miró a los ojos, luego hizo como si fuese a besarme y me vi atraída por su enfoque seductor.

Cuando mis labios estaban a centímetros de los suyos, susurró -Vuelve a mentirme de nuevo, princesa, y te hare daño. -luego me empujó y volvió a su asiento.

Su juego de rechazo de repente me hicieron sentir débil y barata, tenia ganas de llorar. Estaba bastante segura de que él no perdería ni un segundo en mí... Ni siquiera era su tipo. No es que me gustara él tampoco, pero los hombres y yo nunca parecemos conectar, era la primera vez que me tocaban tan tiernamente y me acariciaban tan suavemente. Sin embargo, traté de sacudir el aire triste que me rodeaba, no debería preocuparme por este hombre, me está haciendo trabajar para pagar una camisa. Era estúpido siendo honesta. Mantuve la mirada baja durante el resto del trayecto e hice todo lo posible para mantener su atención alejada de mi. 

La limosina atravesó la ciudad y luego se aventuró en los vecindarios "de la clase alta". En ambos lados de las amplias calles había enormes mansiones. Céspedes cuidados, autos caros decoraban los vecindarios. A medida que avanzábamos, las mansiones se espaciaban más, con pequeños bosques entre cada hogar, hasta que finalmente nos detuvimos frente a una mansión muy apartada.

Era enorme.

Un castillo.

Alguien debe haberme soltado la mandíbula, porque se me cayó al suelo de la sorpresa.

-Vamos, no tengo todo el día. -dijo mientras me empujaba hacia la puerta abierta del auto.

Lo seguí tambaleándome detrás de el, mis ojos saltaban de una vista a otra. Acres de terreno rodeaban toda la estructura. Parterres coronaban la casa, al igual que las estatuas y las cascadas distribuidas por toda la casa. La mansión en sí se alzaba alta, glamorosa e igual de intimidante que su dueño.

Era abrumador.

Una vez que entramos, tuve que obligarme a no soltar un suspiro en voz alta. La decoración interior valía más que cualquier cantidad que haya gastado en toda mi vida. El interior se mantenía limpio, ordenado y muy luminoso, gracias a las grandes ventanas que ocupaban las paredes del edificio. Sus colores eran claros, como una sala familiar blanca y azul, un comedor blanco y dorado, una sala de estar blanca y roja y una escalera marrón con bordes blancos.

Él entro en su casa como si estuviera hastiado de todo allí, mientras yo estaba detrás de él, con los ojos bien abiertos de sorpresa y asombro.

-Si has terminado de mirar todo con asombro, te sugiero que me sigas a mi oficina para que nos pongamos manos a la obra. -dijo en tono serio, sacándome de mi ensoñación.

Lo seguí en silencio hasta su oficina, ubicada en la planta baja. Abrió la puerta y entró sin mostrar cortesía hacia mí. Una vez que entramos en su estudio, él se dirigió directamente a su escritorio y se sentó. Seguí sus acciones y me senté en una de las sillas frente a él. En el momento en que me senté, la puerta se cerro detrás de mí, me volví bruscamente y vi a Evert y al águila calva parados a cada lado de la puerta, con las manos cruzadas frente a ellos. El águila calva era aterrador, pero cuando mis ojos posaron en Evert, sonrió y me guiñó un ojo, pero me resultaba difícil confiar en su sonrisa, dado que prácticamente me habían secuestrado.

Me volví nuevamente para encontrarme con los ojos de Lucca, con los brazos cruzados.

Nos quedamos en silencio por un momento, con la mirada de Lucca fija en mí, mientras mis ojos saltaban por la habitación, mirando en cualquier lugar menos a él.

-Así es como se va a desarrollar esto. Pasarás los próximos tres meses aquí como mi secretaria, harás todo lo que te pida sin hacer preguntas. También te quedaras aquí, me asegurare de que mi gente te preparara una habitación mientras hablamos. Se te proporcionara todo lo que necesites y si tienes que salir de esta casa, te acompañará un escolta. ¿Está claro? -preguntó simplemente, y lo mire con los ojos vacíos. 

¿Estaba hablando en serio?

-Um... ¿p-por qué no puedo ir a casa?-pregunté tímidamente, con las palmas de las mano sudando.

-Porque podrías escapar de la ciudad. -respondió calmadamente.

-¿En serio? -le pregunte con un bufido, pero él se negó a responder.

-¿Tienes alguna pregunta? -preguntó en su tono de negocios.

-¿De verdad deberías estar preguntando eso? -desafíe, con mi enojo sobreponiéndose a mi timidez.

-De acuerdo, cariño, primero controla la actitud, no tolerare que me faltes al respeto. Créeme cuando te digo que te haré daño si me provocas. Ahora, ¿Tienes alguna pregunta?

Inhalé un aliento tembloroso y miré hacia abajo, tratando de reunir fuerzas, luego lo miré y dije -No voy a acostarme contigo.

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La Mujer de la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora