Capítulo 15

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Elowin

Corrí a mi habitación para escapar de la tensión en la planta baja.

Ella tenía sus labios en los de Lucca. Lo estaba besando y él ni siquiera intentaba detenerla.

Abrí de golpe mi puerta, saqué una bolsa de viaje y empecé a meter mi ropa en ella.

Ni siquiera pensé.

Lágrimas corrían por mi cara, pecho y mis pulmones ardían por los sollozos. Simplemente no podía creerlo.

Mintió.

El bastardo me mintió.

Me hizo sentir importante de verdad.

Como si fuera la única.

Patético.

Eso es todo lo que me decía a mí misma.

Era patético.

Revolver mi habitación mientras metía en otra bolsa mis cosas importantes y al cerrarla, sentí un escalofrió de repugnancia recorrer mi piel, mientras imágenes de Violet besando a Lucca se repetían en mi mente.

-¿A dónde vas? -preguntó Lucca desde detrás de mí, haciendo que gritara y saltara de sorpresa mientras me volteaba rápidamente con la guardia en alto.

Se apoyó casualmente en la puerta cerrada. Sus ojos entrecerrados, mientras me miraba.

Cómo entró en la habitación sin que m diera cuenta era un misterio para mí.

-Déjame en paz. -dije manteniendo la mirada en él.

-No. -simplemente respondió, manteniendo su tono calmado y tranquilo.

Sentí que mi respiración se aceleraba a medida que mi ira crecía.

-¿No? -cuestioné, cruzando los brazos.

-No. -encogió los hombros.

-¿Es cierto lo que ella dijo? ¿Es ella tu prometida? -pregunté. temiendo secretamente su confirmación.

-Sí. -dijo, en tono serio.

-¿Y no pensaste que era importante decírmelo? -dije poniendo mis manos en las caderas.

-No creí que fuera relevante. -dijo metiendo las manos en los bolsillos mientras se enderezaba.

-Oh, está bien. -resoplé y reí, rodando los ojos, luego lo miré de nuevo y añadí en un tono obvio  -Me voy. -dije haciendo un gesto con las manos y luego recogí mis bolsas.

-Sí, no. -dijo bloqueándome mi camino.

-Lucca, quítate de mi camino. -dije mirándolo a los ojos.

-No puedo, princesa. -encogió los hombros.

-No me llames así. -dije apartando la mirada de él. Mi pecho se sentía pesado y mi corazón parecía estar apuñalándome una y otra vez.

-¿Qué? ¿Princesa? -dijo inclinando la cabeza a un lado mientras sus ojos observaban mi rostro ahora rojo.

-Sí. No tienes derecho de hacer eso. -dije mirando sus ojos.

-¿Hacer qué? 

-No tienes derecho a fingir que todo está bien, como si nada hubiera cambiado.

-Pero nada ha cambiado.

-¿¡Estas bromeando?! Tienes una prometida. Y me utilizaste. Estoy harta de ti y me das asco. Eres un cerdo. Cualquier tiempo que pase aquí será una pérdida de tiempo. Así que me voy. -lo empujé para poder llegar a la puerta.

La Mujer de la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora