Capítulo 19

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Elowin

No podía moverme.

Apenas podía respirar.

¿Por qué no intentaba escapar?

¡El murciélago! ¡El murciélago!

Antes de que mi mente pudiera registrarlo por completo, mis pies salieron corriendo.

Corrí hacia la puerta y la abrí, solo para encontrar al águila calva parada en mi puerta. Sorprendida y levemente asustada por su postura amenazadora, cerré la puerta y me enfrenté al depredador que se acercaba. Rápidamente metí la mano detrás de la maceta y saqué el murciélago.

Lo extendía entre él y yo, como una señal de que se mantuviera alejado de mí.

-Elle...

-¿Qué haces aquí? ¿Qupe quieres? -pregunté frenética.

-¿Qué crees? -preguntó calmadamente.

-No. No voy a volver contigo. -dije decidida.

-Recuerdo haber te dicho específicamente que si querias huir, tenías que asegurarte de que fuera lo suficientemente lejos como para que no pudiera alcanzarte. -afirmó encogiéndose de hombros.

-No hay forma, simplemente no hay forma de que puedas haberme encontrado. ¿Cómo me encontraste? -grité, tratando de entender qué tan rápido se estaba derrumbando mi vida.

-¿Qué crees? -preguntó mirandome.

-¿Diogo? ¡No! No puede ser, no los creo. -dije sacudiendo la cabeza.

-¡No! Tienes mi auto, ¿no pensaste en deshacerte de él? -dijo riendo, como si se burlara de mis esfuerzos.

-¡Lárgate! -le ordené, con el corazón roto.

Escapé de él, ¿cómo demonios había vuelto?

-No puedo hacerlo, princesa. Estoy aquí para llevarte de vuelta. -simplemente declaró, metiendo las manos en los bolsillos y mirándome con suficiencia.

-Sí, claro. ¡Lárgate! ¡Déjame en paz! Y llévate tu estúpido carro. -dije levantando el murciélago.

-¿Vas a golpearme con eso? -dijo mientras se acercaba a mí.

-Tal vez. ¡Q-quédate donde estás! -tartamudeé mientras se acercaba. -En serio, tengo el murciélago y no tengo miedo de usarlo. -advertí.

-¿Ah sí? Entonces úsalo. Golpéame. -desafió, abriendo los brazos en señal de vulnerabilidad.

-Golpéame. -dijo de nuevo cuando no me moví.

Mis manos se movieron antes de que pudiera decidir qué hacer.

Le di un golpe y él lo atrapó con su mano.

Utilizó el murciélago para acercarme a su pecho y me rodeó la cintura, manteniéndome inmovilizada contra él. Solté el murciélago y empecé a forcejear contra su agarre. Le di palmadas en el pecho, le golpeé y arañé. En algún momento se rió de mis acciones, y luego se agachó y me levantó tirándome sobre su hombro.

-¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Lucca! ¡Lucca, suéltame! -luche, pero su agarre se volvió una mano de piedra y no sé si fue miedo o instinto, pero me quedé inmóvil. Me quedé inmóvil justo antes de que mi boca comenzara a funcionar.

Usando mis brazos, empujé mi parte superior del cuerpo hacia arriba, luego hundí los dientes en su hombro.

Gimió y me soltó, y traté de huir.

Repito, traté.

Giró rápidamente y agarro mi mano, nos giró y aplastó mi espalda contra la pared más cercana y mis manos estaban siendo prisioneras en las suyas.

La Mujer de la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora