◇ IX◇

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Decidí quedarme en casa hoy. El estrés y el cansancio habían hecho estragos en mi cuerpo, así que después de dejar a Evie en la escuela, regresé directamente al apartamento. Me sentía débil, necesitando un día para descansar y recuperarme.

Al regresar, me dejé caer pesadamente en el sofá con mente aún llena de preocupaciones laborales. Abrí mi ordenador portátil y me sumergí en los detalles del protocolo de comunicaciones que tenía entre manos. Mi mente estaba dividida entre el trabajo y los pensamientos inquietantes sobre las reuniones de la próxima semana.

El lunes tenía programado un viaje a Monza para importantes reuniones con equipos y jefes de comunicaciones. El miércoles, debía convocar a todos los pilotos para anunciarles nuevas medidas. La sola idea de estar frente a todos ellos, especialmente frente a Oscar, me causaba un nudo en el estómago y un leve temblor en las manos. ¿Por qué me afectaba tanto?

Mientras revisaba los documentos, una sensación de ansiedad empezó a apoderarse de mí. Cada vez que mi mente se desviaba de la pantalla, sentía una oleada de nerviosismo. Estaba evitando enfrentar mi pasado durante tanto tiempo que ahora, cuando estaba obligada a confrontarlo, mi cuerpo parecía estar reaccionando de manera exagerada.

Me preguntaba si estos síntomas físicos eran en realidad manifestaciones de mi ansiedad. La idea de revivir momentos incómodos y dolorosos me llenaba de angustia. Sin embargo, no podía permitirme ceder ante el miedo. Había aceptado el desafío y estaba decidida a enfrentarlo de la mejor manera posible. Respiré profundamente, tratando de calmar mi mente agitada, recordándome a mí misma que era fuerte y capaz de manejar cualquier situación que se presentara.

Decidí concentrarme en el trabajo que tenía por delante y dejar de lado mis preocupaciones por el momento. Sabía que había mucho por hacer antes de mi viaje y que debía estar preparada para cualquier eventualidad. Con determinación, me sumergí en mi labor, tratando de encontrar un equilibrio entre el enfoque en el trabajo y el cuidado de mis emociones.

Al cabo de una hora, el timbre de la puerta resonando en el apartamento me hizo abrir los ojos de golpe y un suspiro escapó de mis labios mientras me levantaba del cómodo sofá para ir a abrir. Rodé los ojos ante la interrupción, pero igualmente me dirigí hacia la puerta.

Al abrirla, me encontré con Aiden sosteniendo una bolsa en una mano y un pequeño ramo de peonías y chocolates en la otra. Su sonrisa cálida me recibió, y no pude evitar devolvérsela mientras lo dejaba pasar.

-¿Está todo bien? No te vi en la oficina hoy.-preguntó con preocupación.

-Decidí trabajar desde casa hoy. Estoy exhausta con todo el cambio y he pasado mañana y tarde revisando los protocolos.-respondí, cerrando la puerta detrás de él.

Asintió comprensivamente y dejó la bolsa sobre la mesa.

-Entonces te ayudaré. No puedes hacerlo todo sola.-dijo con determinación.

-No es necesario, puedo manejarlo.-contesté, aunque agradecía su preocupación.

-Me imagino que Evie está en la escuela.-asentí.-¿Thaís sigue durmiendo?

-No. De hecho se fue a Ámsterdam ayer. Tenía la cena del museo de primavera.-expliqué.-Debería regresar mañana, pero no me extrañaría que aparezca el lunes por la noche.-bromeé.-No querrá perderse el fin de semana en Ámsterdam.

-¿Estamos solos?-preguntó con una mirada significativa.

-Sí.-confirmé, sintiendo un ligero rubor en mis mejillas.

-Entonces, recuéstate mientras preparo el desayuno y luego tomarás un baño relajante.-ordenó con una leve sonrisa.

-Pero se suponía que ibas a ayudarme.-protesté, sintiendo una mezcla de sorpresa y gratitud.

◇ About You ◇ Oscar Piastri ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora