◇ XXIV ◇

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Oscar Piastri

París era la ciudad del amor, de las luces, de los sueños. Pero para mí, hoy, era la ciudad de los nervios. Estaba en mi habitación, frente al espejo, intentando que mis manos dejaran de temblar mientras acomodaba mi cabello. Observé mi atuendo una vez más: una camisa blanca bien planchada, unos pantalones oscuros y zapatos que brillaban. Tenía que dar una buena impresión, tenía que estar perfecto.

Tomé las flores que había comprado de camino, un ramo de tulipanes multicolores. Suspiré profundamente, tratando de calmar mi acelerado corazón, y salí de la habitación. Mientras el elevador descendía, recibí un mensaje de Callie con la ubicación. Apenas diez minutos me separaban de mi destino.

Subí al auto y encendí la radio, esperando que la música pudiera calmar mis nervios. El suave murmullo de una melodía francesa llenó el aire, y me aferré a esa normalidad, a esa tranquilidad, como un ancla. Porque estaba pasando. Iba a conocer a mi hija. El trayecto fue rápido, pero cada minuto se sintió eterno. Al llegar al residencial, noté que estaba en una de las mejores zonas de París. Callie había elegido bien, y se notaba que estaba cuidando de Evie de la mejor manera posible. Cuando el GPS marcó la llegada, salí del auto y toqué la puerta.

Segundos después, ella abrió y me recibió con una sonrisa nerviosa. Era evidente que ella también estaba sintiendo lo mismo que yo.

-Hola.-dijo, su voz temblando un poco.

-Hola.-respondí, tratando de parecer más tranquilo de lo que realmente estaba.

-¿Estás listo?-preguntó, sus ojos buscando los míos.

-Sí.-afirmé, aunque una parte de mí aún dudaba.

Ella abrió ligeramente la puerta para concederme la entrada. Pude escuchar la dulce voz de la pequeña, y al entrar, la encontré sentada en el suelo de la sala, con sus bloques de lego, concentrada en construir una torre.

Evie era una niña encantadora. Tenía el cabello rubio, con suaves rizos que enmarcaban su rostro angelical. Sus ojos, grandes y oscuros, eran un espejo de inocencia y curiosidad. Sus mejillas rosadas se inflaban ligeramente mientras murmuraba para sí misma, enfocada en su tarea. Llevaba un vestido amarillo con pequeños lunares blancos, y sus manos diminutas movían los bloques con una precisión y una concentración que me sorprendieron.

Me quedé ahí, en la entrada de la sala, observándola. No sabía si debía acercarme de inmediato o esperar a que ella me notara. Pero en ese momento, Evie levantó la vista y nuestros ojos se encontraron. Ella parpadeó, y luego una sonrisa tímida apareció en sus labios.

-Evie, alguien ha venido a verte.-dijo Callie, con una sonrisa cálida en sus labios.

Levantó la vista, sus ojos grandes y curiosos enfocándose en mí. Una sonrisa tímida apareció en su rostro.

-Hola.-saludó, su voz dulce y melodiosa.

-Hola, Evie.-respondí, tratando de contener la emoción que se arremolinaba dentro de mí.

Se puso de pie y se acercó hasta donde me encontraba. Bajé para quedar a su altura. Le extendí el ramo de flores que traía y ella lo tomó entre sus pequeñas manos sonriente. Trataba de que las lágrimas no escaparan de mis ojos mientras me tomaba todo el tiempo del mundo para ver su rostro. Callie tenía toda la razón del mundo, era tan parecida a mi, tan parecida a los dos.

Me tomó por sorpresa sentir sus brazos alrededor de mi cuello. Me estaba abrazando. Mi pequeña hija me estaba abrazando, sin que su madre o yo se lo pidiésemos. Correspondí al contacto con suavidad pero con una firmeza que reflejaba todos los sentimientos acumulados durante años de ausencia. Sentí la calidez de su pequeño cuerpo, el suave olor de su cabello, y la forma en que apoyó su cabeza en mi hombro. Era como si todo lo que había anhelado y perdido estuviera finalmente en su lugar.

◇ About You ◇ Oscar Piastri ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora