◇ About You ◇ Oscar Piastri ♡

◇ XXII ◇

◇ Oscar Piastri ◇

El paddock del Gran Premio de Austin estaba lleno de actividad cuando llegué, con el sol de Texas castigando la pista y los equipos ultimando los detalles para la carrera. Los gritos del personal, los ingenieros corriendo de un lado a otro y los motores rugiendo en los garajes eran un recordatorio del frenesí que rodea a la Fórmula 1. Pero mi mente estaba lejos de allí, atrapada en un torbellino de emociones que no lograba sacudir.

Saludé a algunos miembros del equipo y me dirigí al hospitality de Red Bull. Harper estaba allí, con una sonrisa radiante que intenté corresponder, aunque sabía que no era convincente.

-Harper.-saludé sorprendido.-¿Qué haces aquí?

-Vine a apoyarte, amor.-respondió segura.-¿No te dije que Tag Heuer me traería a Austin?

-Lo... Lo olvidé por completo.-susurré bajando la mirada.-Lo recompensaré.

-Lo recompensarás en casa. Tengo un vuelo a Shanghai en cuanto termine la carrera. Nos veremos el miércoles, ¿vale?

-Vale.-asentí conformista.

Le agradecí con un beso rápido y me dirigí al garaje. Alex ya estaba allí, hablando con su ingeniero.

-Mate.-me acerqué al tailandés.-¿Listo?

-Listo.-sonrió.-Este 1-2 promete muchísimo.

-Lo mismo digo.-devolví la sonrisa.-¿Dónde está Lily? No estaba con Harper.

-Lily se quedó en el hotel. Parece que comió algo que no le sentó bien.-explicó apesarado.-Así que, ayúdame a salir rápido de aquí.-bromeó.

-Ayúdame tú. El campeonato se me está yendo de las manos.-reclamé entre risas.

Me acerqué a mi propio equipo y nos sumergimos en los últimos preparativos. Mis mecánicos ajustaban los detalles en Ben, mi monoplaza, mientras yo intentaba concentrarme en la carrera que tenía por delante.

El pit lane se llenó de pilotos y sus equipos. La bandera verde señalaba que era momento de salir a la pista para la vuelta de formación. Mis manos temblaban ligeramente cuando me coloqué los guantes y el casco. Encendí el motor y sentí el rugido familiar, pero esta vez no me ofrecía la misma calma de siempre.

Durante la vuelta de formación, traté de centrarme en la estrategia que habíamos discutido. La pista de Austin es técnica y desafiante, con curvas rápidas y frenadas fuertes. Pero mi mente seguía volviendo a la imagen de Callie, una sombra que nublaba mi concentración.

Cuando las luces se apagaron y la carrera comenzó, mi salida fue menos que ideal. Perdí posiciones en la primera curva, una de las más complicadas del circuito, y desde ahí, todo fue cuesta abajo. Cada vuelta se convirtió en una lucha constante contra mis propios pensamientos y errores.

Entré demasiado rápido en la curva 11, bloqueando los frenos y perdiendo la línea ideal. En la recta de atrás, calculé mal la distancia con el coche delante y casi colisioné. En la vuelta 28, al tomar la curva 12, perdí tracción y salí de la pista, perdiendo varios segundos valiosos. Cada error acumulaba más frustración, alejándome del control que solía tener.

La radio crujía con las voces de mi ingeniero, dándome instrucciones y tratando de calmarme. Pero sus palabras eran como ecos distantes. Mi mente estaba en otra parte, dividida entre la pista y los fantasmas del pasado.

Cada vez que pasaba por la recta principal y veía la bandera ondeando, recordaba por qué estaba allí. Pero era como si una parte de mí ya hubiese abandonado la carrera. A medida que las vueltas avanzaban, mi posición se deterioraba. Estaba perdiendo puntos cruciales para el campeonato y lo sabía. Pero era incapaz de revertir la situación.