◇ XXXVI ◇

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Oscar Piastri

-¿Todo bien, Oscar?-preguntó Max, levantando una ceja mientras notaba mi incomodidad.

-Sí, todo bien.-respondí, tratando de disimular.

Mi mente seguía en la cocina. ¿Qué estaba pasando ahí dentro? ¿Por qué Callie había evitado hablar de lo que pasó entre nosotros? ¿Acaso Aiden seguía siendo una opción para ella?

La conversación seguía y mientras Max compartía sobre sus últimas competencias en sim racing, mis manos parecían no tener tregua. Mi respiración era un tanto agitada, pero trataba de que mi incomodidad no se notase. Porque al final, no tenía una razón para molestarme por la presencia de Aiden. Él era una persona importante en la vida de Evie, por más que me costase reconocerlo. Era la pareja de Callie.

El tiempo parecía detenerse mientras esperaba que ella volviera. La tensión en el aire era palpable, y aunque trataba de mantener la conversación con mis amigos, mi mente no podía dejar de divagar hacia la cocina. ¿Qué estaría pensando Callie? ¿Qué estaría sintiendo?

Finalmente, la puerta de la cocina se abrió y Callie regresó, con una expresión indescifrable en su rostro. Intenté buscar respuestas en sus ojos, pero ella rápidamente se unió a nosotros y retomó la conversación como si nada hubiera pasado. Aiden se dirigió donde Thaís y Manuele se encontraban para saludarlos.

Acto seguido, abrazó a Evie, quien parecía realmente contenta de verlo. No podía negarlo, ambos tenían una conexión. Era él quien la había visto crecer. Quien la había escuchado decir sus primeras palabras, dar sus primeros pasos. Probablemente la había llevado a su primer día de escuela. Él había hecho todas las cosas que yo no hice.

Él había amado a Callie todos estos años. La había llevado a citas, se había desviado intencionalmente a su oficina como yo solía hacerlo en McLaren. Él había pasado por la floristería para buscar las peonías y había imaginado la sonrisa que ella tendría al recibirlas. Él había secado sus lágrimas, compartido sus cenas. Le había hecho el amor. Le decía lo hermosa que se miraba por las mañanas. Le había hecho el café. Había enredado sus manos en su cabello. La había amado.

Mientras nos dirigíamos a la mesa del pastel, no pude evitar una última mirada a Callie. Una mirada que esquivó, como supuse. La decoración estaba en todo su esplendor, con una torre alta de cupcakes y un gran pastel con la imagen de la princesa en la cima. Evie estaba radiante, su vestido ondeando mientras corría de un lado a otro, asegurándose de que todos sus amigos se reunieran para cantar.

Cuando llegó el momento de cantar "Feliz Cumpleaños", todos los invitados, grandes y pequeños, se unieron en una melodía alegre. Evie sopló las velas con una sonrisa radiante en su rostro, y sentí una oleada de emociones. Este era el primer cumpleaños de mi hija en el que yo estaba presente, el primer año en el que podía verla soplar las velas y ser el centro de atención.

Mientras cantábamos, no pude evitar reflexionar sobre lo que había perdido y lo que estaba recuperando. Las tardes de helados y tareas, los abrazos y risas, todos esos momentos pequeños y grandes que componen la vida de un padre con su hija. Celebrar su cumpleaños era más que un evento; era un símbolo de un nuevo comienzo, de estar allí para ella en cada momento importante.

Al cabo de una hora, los invitados comenzaron a despedirse, dejando solo a Thaís, Manuele, Aiden, Callie y yo. El ambiente se volvió más íntimo y relajado, perfecto para un último gesto especial. Con todos reunidos, me acerqué a Evie con una bolsa en las manos.

-Evie, tengo algo especial para ti.-dije, entregándole la bolsa.

Sus ojos se iluminaron con curiosidad mientras la tomaba y comenzaba a abrirla con cuidado. Dentro de la bolsa había una réplica de mi casco, adaptado a su tamaño, con todos los detalles y colores que había diseñado para mi última carrera de la temporada en Abu Dhabi.

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