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El temido miércoles había llegado. Estaba en el circuito de Imola, preparándome para la reunión con los pilotos. Todo el día anterior lo había pasado en juntas con los encargados de comunicación de los equipos, asegurándome de que el nuevo protocolo tomara efecto este mismo fin de semana. Había sido una maratón de reuniones, una crisis de control de daños que no parecía tener fin.

Por suerte, Aiden se había encargado de los dos equipos que yo quería evitar: Red Bull y Ferrari. Su ayuda había sido invaluable, permitiéndome concentrarme en los demás equipos sin tener que enfrentar a ciertos fantasmas todavía. Sin embargo, lo más pesado no habían sido las reuniones en sí, sino el constante murmullo en los pasillos cada vez que caminaba por ellos. Sentía las miradas, los susurros, pero en realidad no me importaba nada. Sabía que estaba allí para poner orden, y si tenía que jugar el papel de la villana, entonces sería la peor de todas.

Miré mi reflejo en el espejo del pequeño baño adjunto a la sala de reuniones. Mi apariencia era impecable, mi maquillaje estaba perfecto, y mi cabello recogido en un moño profesional. Respiré hondo, ajusté el dobladillo de mi chaqueta y salí para enfrentar lo que estaba por venir.

Mi móvil vibró y el número de Manuele emergió en la pantalla. Tomé rápidamente la llamada y la dulce voz de mi hija inundó la pequeña habitación.

-Mamá, ¡te extraño tanto!-exclamó Evie.

-Yo también te extraño, mi amor. ¿Te estás divirtiendo con el nonno y la tía Thaís?-pregunté, tratando de mantener mi voz alegre a pesar de la carga emocional del día.

-Sí, mucho. El nonno me llevó al centro comercial y Thaís me compró un helado gigante. Pero... te extraño. ¿Cuándo vuelves a casa?-su voz se quebró un poco al final, y pude imaginar sus grandes ojos café llenándose de lágrimas.

-Pronto, cariño. Prometo que estaré de vuelta antes de que te des cuenta. Sólo tengo que terminar un par de cosas importantes aquí.-aseguré, luchando contra mis propias lágrimas.

-¿Vas a salir en la TV?-preguntó curiosa.

-No lo creo, amor.-respondí torciendo mis labios en un puchero.-Pero si me entrevistan, te dejare saber.

-¡Está bien! Te amo, mami.-dijo con ternura.

-Y yo te amo más, Evie. Cuídate mucho y pórtate bien con el abuelo y con Thaís.-pedí, sintiendo una punzada de nostalgia por no estar allí con ella.

-Lo haré. ¡Te amo! Y dile a Aiden que también lo extraño.-repitió antes de pasarle el teléfono a Manuele.

-Hola, papá.-saludé, tratando de mantener mi voz firme.

-Hija, ¿cómo estás?-preguntó con su voz cálida y reconfortante.

-He tenido días mejores.-confesé.-¿Cómo están ustedes? ¿Qué tal estuvo tu viaje?

-Llegué ayer por la tarde. Thaís pasó por mi y luego fuimos por Evie a la escuela. Estamos bien aquí. No te preocupes por nada. Evie está feliz y Thaís y yo nos aseguramos de que esté bien cuidada.-aseguró confiado.

-Gracias, papá. Sólo quiero que me llames si pasa cualquier cosa. No duden en contactarme.-insistí.

-No te preocupes por nosotros, Calíope. Enfócate en tu trabajo y haz lo que tienes que hacer. Nosotros estaremos aquí, esperándote.-dijo con firmeza.

-Gracias, papá. Te amo. Cuídense mucho.-dije, sintiendo un poco de alivio.

-Nosotros también te amamos. Eres una súper estrella. Estamos orgullosos de ti.-respondió antes de finalizar la llamada.

Guardé el teléfono y respiré profundamente, intentando calmar mi mente. Al salir del baño, encontré a Aiden esperándome fuera de la sala de reuniones. Su presencia me daba una sensación de seguridad que necesitaba en ese momento. Él sonrió, esos ojos cálidos siempre lograban calmar mis nervios, aunque fuera solo un poco.

◇ About You ◇ Oscar Piastri ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora