Demasiados gajes para ser un empleo provisional

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— ¡Que alguien los pare o todo se viene abajo!

El estruendo era fuerte, cada pasillo estaba al punto de quiebre ante la fuerza suprema. El mismo aire pareciera que podía tragarlos vivos a todos.

— Se están pasando...— murmuro el único que corría al final de los pasillos, no para salvarse o conseguir un refugio, sino para encontrar el origen de ese poder destructor.

"Me lo esperaba, para enfrentarse al Genei Ryodan hay que ser unos monstruos pero esto..."

— ¡No les daré el gusto de matarlos, Zoldyck's!

Kurapika ardía de coraje, él no se hizo un cazador por su cuenta hace un año y sufrió un entrenamiento tortuoso para perder una oportunidad como esta. No, no ahora que consiguió la chance de oro al ser contratado para exterminar a la Araña, su enemigo jurado, de ninguna manera le dejaría el trabajo a alguien más.

Los candelabros caían víctimas del terremoto, el corredor a punto de caer al vacío frente al impacto extensivo de la intensa lucha entre los asesinos más fieros del mundo contra el líder de las Arañas.

Tenía que llegar ahí, Kurapika Kuruta debía estar a tiempo para hacer algo al respecto.

Una brisa fría golpeaba su espalda a medida que corría, causándole escalofríos de muerte, en lo que las luces comenzaban a parpadear, perdiendo energía. Ignoro el mal presagio al entrar bruscamente al salón de apuestas, encontrando una escena impensable.

En un salón plagado de desolación, Kurapika quedo perplejo ante la figura angelical de un niño entre doce y catorce años, cabellos como el alba y ojos ultramar asombrosos, de pie en medio de una pila de muertos.

Cuando el joven se percató de su presencia, Kurapika activo sus cadenas Nen por instinto.

— Soy el guardián de la familia Nostrade, vengo a examinar el terreno. ¿Y tú eres?

No obtuvo respuesta, sino un bostezo y después un sonido de algo triturándose, al parecer estaba masticando algo. ¿El niño estaba comiendo dulces en un momento como este?

— Necesito subir, debo...— Avanzo hacia las escaleras del costado que llevaban al siguiente salón. El albino estiro su pierna para patearlo, pero logro eludirlo con sus cadenas— ¡Debo ir, déjame pasar!

En una mirada de azul asesino, Kurapika encontró el mayor obstáculo de su carrera.

Su nombre era Killua Zoldyck, cuyas manos se deformaron en garras capaces de destripar órganos a gran velocidad.

— ¡No moriré hoy, así que apártate!

La garra fue bloqueada y Killua salto hacia atrás, dando un jadeo de sorpresa.

Kurapika tomo aire, sofocado. El edificio continuaba derrumbándose y su patrón lo necesitaba en otro lugar, pero esto era más importante.

— ¿Te ordenaron proteger la puerta? Solo necesito entrar, sé razonable.

En lo que iba de la lucha, Kurapika escucho por primera vez al joven reír, su carcajada era pasiva y melódica, entre dulce y burlona.

Killua atrapo una de sus cadenas danzantes, de la cual pudo sentir una potente fricción electrificada recorriéndole el cuerpo entero. ¿Acaso usa la electricidad como aura? Esto paso de ser aterrador a ser infinitamente monstruoso.

— No...no voy a parar aquí, tengo que matarlo yo. ¡No dejare que nadie más lo haga!

Para Killua, habría sido cosa de un segundo posar su pie en la espalda del rubio y romperle la espina, pero cuando Kurapika lo encaro una vez más, apenas manteniéndose en guardia, la piel sensible ante la electrocución y una expresión sumamente decidida, descubrió algo increíble.

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⏰ Última actualización: May 19 ⏰

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