El último sacrificio

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Corre, sigue corriendo, va corriendo y continúa corriendo en esa zona abandonada y desecha, totalmente inutilizable después de la batalla. Con tanto escombro, arena y destrucción no era posible distinguir las cosas o encontrar algo.

Killua se friega la cara con la manga sucia de sangre. Busca en cada esquina al vengador. El sonido de un objeto cayendo repentinamente lo detiene. Se da la vuelta, busca el origen del ruido. Un arete, seguido de una línea maloliente de color rojo al sur. Tragando saliva, Killua recoge el arete y ve el clímax de la masacre, su espantoso resultado final.

Recostado dolorosamente a un muro en ruinas, dando bocanadas de aire como moribundo, apretándose con fuerza el brazo para amortiguar el dolor y el apestoso aroma a sangre que caía incesante luego de perder la mano derecha.

- Esto no se ve bien.

- Lo logre...- Con voz de ultratumba, Kurapika hizo esfuerzos por sonreír con cinismo- Lo hice. Los mate.

- Sí.

- Los mate a todos.

- Y ahora, tu estas muriendo.

Kurapika hizo un mohín con la boca.

- Es mi precio. Siempre supe que acabaría así. No me consueles, por favor.

- ¿Para qué lo haría?

- Tú eres...

Cierto, Killua no lo haría, él sabía que no necesitaba apoyo ni lastima. Respirando odio, viviendo por una venganza, condicionado solo para matar.

Ambos se entendían en el silencio de la calamidad.

- ...Gracias.

- Kurapika, ¡Eres un idiota!

Ante el sorpresivo grito, Kurapika levanto la cabeza para ver los ojos oscurecidos de ira del albino.

- ¿Es lo primero que dices? ¿"Los mate, triunfe"? ¿No piensas en nada más, estás tan obsesionado con la venganza que es tu única razón de ser? ¡¿No tienes nada que lamentar?!

- Si hablas de los demás... siento mucho no poder seguir con ustedes.

- Ahora te abandonas a tu suerte. ¿Ya no te queda voluntad para vivir?

- Mírame, Killua. Me estoy desangrando. He tocado el límite de mi capacidad y conozco esta sensación, seguro que tú también. Voy a morir.

- Sí, vas a morir honorablemente, ¿Y qué? Tu vida nunca fue tuya sino de tus ancestros, llegaste hasta aquí por ellos.

- ¿Qué quieres que te diga? ¿Qué más quieres de mí? Lo lamento mucho por Gon, Leorio y los otros que lucharon a mi lado, también a los que...

- ¡Infeliz!- Con rudeza, Killua se arrodillo para agarrarle del cuello de su ropa ensangrentada y presionar sin cuidado- Si vas a usar este momento para decir lo que te venga en gana, yo lo haré también. ¡Eres un estúpido!

El Zoldyck fue tan violento que sus palabras le retumbaron en los oídos.

- Cuando lo entregaste todo a tu voto de Nen, inconsciente imbécil...- Bramo, mordiéndose los labios- No pude decirte todo lo que quería. Te enfermaste por tu moral rota y en un descuido te fuiste. Huiste como si nada te atara o te importara, ni siquiera nosotros. Te convertiste en un mártir miserable.

- Killua, no entiendo.

- ¡Diste tu corazón como sacrificio!- Lo sacudió, sin reparar en sus heridas- ¿Porque, porque?

- ¡Fue mi decisión!

- ¿Porque lo entregaste a la muerte? ¡Ese corazón era mío, bastardo egoísta!

La voz de Killua sonó a un eco. A cada segundo se acercaba la muerte pero la presencia de Killua, su olor dulce y su voz resonante, lo maltrataban más que esa daga dentro de su pecho, convulsionando poco a poco.

- Quisiera quitártelo, en serio- Kurapika se amilanó- Pero cuando lo haga, estará apuñalado por el odio. Apenas me doy la vuelta y tiras tu corazón al casino de la venganza. ¿Así me vas a dejar? Cuando dejes de respirar, ya no quedará nada. No me has dejado nada.

- Killua, yo...- Como pudo, subió su doliente brazo a la cara del niño e intentó acariciarlo con dulzura- Yo, te...

- No lo digas, ¿No entiendes?- Killua dispuso su mano al pecho del rubio, cerrando un puño de coraje- Debiste dejarme lo que siempre debió ser mío.

Kurapika sintió que todo palpitaba demasiado rápido, que dolía muchísimo, su cuerpo le pesaba y le ardían los ojos. Killua y sus lágrimas lo avergonzaban, lo insultaban, lo culpaban. Se acercaba la hora, lo sabía.

- Escúchame. Desde ese fatídico día de masacre, he intentado ser mejor, superarme para ser alguien confiable que supiera cómo proteger a alguien. He tenido pesadillas delirantes y pensamientos espantosos por años... Killua, no puedo ofrecerte nada. No tengo nada digno para ti, ni siquiera este corazón podrido podrá pagar mis cuentas contigo.

- No hables, ya no- Las lágrimas comenzaron a asomarse, aferrándose a su ropa para intentar oír el latir de su todavía vivaz órgano- No más, no.

- ...Si no es molestia, quiero pedirte que me recuerdes... Quisiera que lo hicieras. Después de todo, tu...

- ¡No, no!

Lo vio. Pudo verlo en sus labios pálidos, en su cuello partido, en sus ojos sombríos y su rostro demacrado del esfuerzo y el dolor. Ya era hora.

- ¡No te mueras, aún tenemos que hablar de muchas cosas! ¡Escúchame hasta el final!- Tomó su cara con ambas manos, cuidando de no mover mucho su cabeza torcida. En una pausa agonizante, Kurapika le regaló una tierna sonrisa.

- Killua...

Como última prueba de voluntad, lo beso.

Así, tal y como quería, el vengador murió en su ley.

Killua sintió arder la sangre en su boca, sollozante.

"Ahora puedo morir tranquilo, porque mi amor estará contigo. Ya sea si vivo o no."

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Extrañas fijacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora