༺ CAPÍTULO 17. ACULLICO ༻

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Emma entendía con claridad todos los principios de la interacción social al interior de la residencia, y por lo mismo, «Los Triunfadores» la habían aceptado sin cuestionamiento alguno

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Emma entendía con claridad todos los principios de la interacción social al interior de la residencia, y por lo mismo, «Los Triunfadores» la habían aceptado sin cuestionamiento alguno. ¿Su carta de presentación? Nina Darrigrande, la hembra alfa de la manada. La razón era más que obvia, pues ambas cursaban la misma carrera universitaria y, además, compartían el mismo salón de clases. En cuanto a Iñigo, éste siempre le ponía especial atención, y si bien la chica no estaba ni cerca de parecerse a Johanna, él ya había decidido reemplazarla.

Con cada día que pasaba, «Las Gorgonas» fortalecían su complicidad, consolidando aún más sus filas, y reservando su confianza solo para unos pocos selectos. Desafortunadamente para Emma —como recién llegada al hostal—, aún no cumplía con los requisitos mínimos necesarios para formar parte de su círculo más íntimo. En lo que respecta a Dante, todavía la mantenía a cierta distancia. Sin embargo, estoy seguro de que si Cristina no estuviera en la ecuación, se hubiese arrimado a ella con la misma intensidad con la que una rémora se adosa con fuerza a un tiburón.

Y aunque a la mayoría —o al menos a las personas clave como Facundo— los tenía comiendo de la mano, estaba convencido de que el hecho de compartir el mismo espacio con sus compañeros de cuarto venía con una fecha de vencimiento implícita, pues la mala relación que mantenía la chica con «Las Gárgolas» desde el primer día que llegó iba a ser algo muy difícil de solucionar, a no ser que decidiera mudarse a otra habitación o marcharse definitivamente del hostal. Era por esta razón que Emma se la pasaba pululando entre los pasillos la mayor parte del día, y también durante la noche. De todas las habitaciones que le podían haber tocado, cayó en una de las peores, y varios de nosotros, estábamos de acuerdo en eso.

Mi rutina seguía como siempre. Me dormía muy temprano y me levantaba a las cinco de la mañana, iba directo a la ducha, alistaba mis cosas y caminaba hacia la salita de estudio, no sin antes pasar por la recepción, ahí me recibía quien estuviera de turno y me servía una taza de mate cocido caliente con una medialuna. Durante todo ese trayecto era común que me topara con alguno que otro noctámbulo deambulando por la residencia, a los cuales después de saludar, ignoraba olímpicamente.

Los días en que realmente disfrutaba pasar por la recepción, era cuando Laura la atendía. Previo a la entrega de su turno, trataba de echarle una mano con sus tareas pendientes, de este modo, finalizaba antes su trabajo y le quedaba tiempo libre para charlar. Así era como me enteraba de todo, algunos de esos secretos, francamente, no me interesaban, pero la dejaba explayarse hasta el final, porque la mujer simplemente deseaba que alguien la escuchara.

Muchos de los inquilinos subestimaban el rol de Laura en el hostal, la ignoraban, excepto cuando necesitaban hacer algún reclamo o que les ayudara a solucionar un problema. Yo la veía, y creo que por eso nos volvimos tan cómplices. Así fue como me enteré de la relación entre Marina, la chica hippie-chic de «Los Argentos», y Jorge.

#UglyHeart. Las Reglas del MonstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora