Prestarle tanto interés a Iñigo, comenzó a provocar cierto escozor en quienes nos rodeaban, especialmente en Josefa y Paloma que poco a poco tomaron distancia de nosotros ante la imposibilidad de saber cuáles eran nuestros planes secretos. Si se piensa un poco en ello, fue todo un golpe a sus inflados egos, porque si había algo que exigían esas dos chicas, era una atención que ninguna de las dos necesitaba.
Con sospechas y sintiéndose excluidas, las dos comenzaron a hilar un relato paralelo, basadas meramente en la suposición de algunos eventos y generando un microdrama que nos caería en el futuro como un balde de agua fría, pero en palabras de Emma: «ellas solo sacaron a relucir su verdadera naturaleza». En cuanto a mí, con cada paso que daba me alejaba un poco más de ambas, pues la confianza se terminaría por enfriar en un corto período de tiempo, y nuestra amistad, se tornaría discordante luego de toda mi deferencia hacia ellas. Ni siquiera el plan de Johanna había funcionado, y que conste que no fue por falta de voluntad, sino por la ausencia de intereses en común. Y aunque seguíamos dentro del mismo círculo de personas, ya no nos entendíamos igual que antes.
Así pues, mientras Josefa simulaba ser una chica buena, de esas que no rompen un plato, sus intenciones no iban en la misma dirección ya que sus comentarios pasivos-agresivos y su perspectiva heteronormativa de la realidad no encajaban con el grupo. En cuanto a Paloma, aún seguía persiguiendo a Ariel por todo el primer piso, relegada al papel de la eterna amiga, atrapada en su propia comedia romántica. La muchacha era un miembro más del clan fiestero, que de tanto llevar la farra hasta Plaza Dorrego, comenzaron a traerla al mismo hostal, incorporando a nuevos integrantes en el camino como si fuese la antesala de su completa disolución.
Resulta ser que como «El Niño de los Calcetines» había quedado varios meses solo en una suite para dos personas, Magnolia decidió cambiarlo al primer piso. Así, con una habitación vacía, pronto ocupó los puestos vacantes con dos nuevos chicos que se incorporarían a la gran fauna del lugar.
El norteamericano Jacob, fue el primero en llegar, y cómo se manejaba poco en el español, en un inicio, solo tenía relación en la residencia con dos personas: Facundo que dominaba a la perfección el inglés y Nina que debido a un programa de intercambio estudiantil hablaba la lengua con fluidez. El otro chico de nombre Edgar, llegó semanas después al hostal con una mano adelante y la otra atrás. Se trataba de un ecuatoriano que se arrimó al neoyorquino en cuanto supo que el joven gringo se podía dar el lujo de tomar un año sabático conociendo Latinoamérica, gracias a una pudiente situación económica. Fuera por interés o no, se hicieron inseparables, tanto fue así que, el idioma no fue un impedimento para su amistad.
Esas fueron las dos nuevas incorporaciones al grupo de Ariel, Jordán, Juan Camilo y Paloma. De todos, el único que poseía más aspiraciones era Jordán, un alumno de abogacía que cursaba un intercambio académico durante el primer cuatrimestre. El chico era muy inteligente y a pesar de enfiestarse cada vez que podía, tenía muy en claro sus prioridades en comparación con muchos de los especímenes dentro de la residencia, que llegaban con la excusa de estudiar, pero la verdad detrás de todo eso, era que tomaban vacaciones pagadas por un año. Ariel era precisamente uno de esos ejemplares, porque nunca, a lo largo de toda su estancia en el hostal, se le vio agarrar un libro.
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#UglyHeart. Las Reglas del Monstruo
Novela JuvenilRaymundo acaba de llegar a una residencia bastante peculiar en donde enfrentará al monstruo que desea devorar su inmaculado corazón. Para ello, ha creado reglas que le ayudarán a no caer en las garras de esta enigmática criatura. ¿Logrará Ray domest...