༺ CAPÍTULO 31. EL MISTERIO OLOROSO ༻

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Aunque algunas investigaciones sigan en la búsqueda de la primera feromona humana, aún no existen hallazgos contundentes respecto al tema

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Aunque algunas investigaciones sigan en la búsqueda de la primera feromona humana, aún no existen hallazgos contundentes respecto al tema.

Pese a lo anterior, el 20 de noviembre de 2010, se inició una prueba de seducción a través del olfato, cuando un grupo de solteras y solteros se reunió en una galería de arte de Brooklyn —Nueva York (EE.UU.)— en lo que parecía una cita a ciegas para encontrar pareja. El propósito de la fiesta —«Pheromone Party»— era que todos los invitados abrieran y luego olieran cada una de las bolsas con una camiseta en su interior que había sido usada durante tres días consecutivos por otra persona. De esta manera, si al asistente le gustaba lo que su nariz percibía, se le presentaba al propietario de la singular prenda.

Este experimento olfativo fue un éxito, y lo quiera la ciencia o no, Emma no estaba del todo equivocada en su teoría...

Como la residencia estaba tan atiborrada de gente, el único tendedero que existía en ese lugar siempre permanecía ocupado. No había máquina para lavar ropa y mucho menos secadora, pero a tan solo unas cuadras detrás del hostal, se encontraba la lavandería de Jin, el chino más argentino de toda la capital.

Este particular personaje amaba el tango, el asado, la milanesa y su voseo era casi perfecto. Deseaba tanto pasar por un porteño que cambió su nombre a Gonzalo para encajar mejor con la cultura argentina.

Cuando lo visitaba cada semana para lavar y secar mi ropa, me hablaba de todos sus planes a futuro en las artes escénicas poniendo especial énfasis en su sueño: ver su rostro en algún cartel de la avenida Corrientes. Sus padres siempre andaban pululando de aquí para allá, pero como no sabían hablar bien el español, pasaban a un segundo plano durante nuestras visitas.

El dato de aquel lugar me lo dio a conocer Mario antes de partir. En su momento, Johanna decía que era nuestro rincón secreto, y ahora, Emma se encargaba de reafirmar la misma idea. Sin embargo, para mí, la lavandería representaba un espacio en donde podía descansar y poner en orden mis pensamientos al son hipnótico de los ciclos de lavado.

Como el chico era un aspirante a actor y cantante aficionado de karaoke, Emma se lo echó al bolsillo enseguida, tanto era así que los días que elegíamos para ir, Gonzalo ponía un cartelito de cerrado en la puerta. Al chino le encantaba hablar y reír con cualquier locura que se nos ocurría. Cabe mencionar que Iñigo, se adosó tiempo después a nuestras idas a la lavandería, pero en cuanto lo hizo, encajó de inmediato con Gonzalo, dado que ambos pertenecían al mundo de las artes.

A veces, nos pasábamos tardes enteras con nuestros apuntes y cuadernos esparcidos por todo el lugar mientras el chino nos compartía un mate y galletitas. El funcionamiento de la lavandería era muy sencillo: le comprábamos las fichas al chico y lo demás lo hacíamos nosotros, desde el pesaje de la ropa hasta meterla de lleno en las máquinas, y si por alguna razón nos quedábamos cortos con el lavado y el secado, siempre hallábamos la oportunidad de despistar a Gonzalo para meter más prendas. En tal caso, Emma se encargaba del trabajo sucio convirtiéndose en una femme fatale que nos ayudaba a zafar exitosamente pues el muchacho era un completo picaflor que amaba a las mujeres latinas y sus curvas.

#UglyHeart. Las Reglas del MonstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora