༺ CAPÍTULO 58. CENIT ༻

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Desde hace semanas, Gonzalo, Emma, Iñigo, Isabella y yo, hemos estado hablando con cierta emoción sobre la gran fiesta LGBTIQ+ que se llevaba a cabo cada día viernes y de la cual nos había hablado antes Santino

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Desde hace semanas, Gonzalo, Emma, Iñigo, Isabella y yo, hemos estado hablando con cierta emoción sobre la gran fiesta LGBTIQ+ que se llevaba a cabo cada día viernes y de la cual nos había hablado antes Santino. Esta convocatoria era conocida por ser uno de los eventos más inclusivos, lúdicos y eclécticos de la capital, donde personas de todas las orientaciones sexuales y géneros se unían para celebrar la diversidad.

La historia cuenta que el boliche itinerante surgió con desfachatez hace unos cuatro años atrás, cuando un grupo de actores comenzó a hacer fiestas random, ocupando distintos teatros a lo largo de toda la capital. Cada viernes, la troupe de performers preparaba un espectáculo musical temático —lleno de humor, baile y extravagancia— que cambiaba su leitmotiv cada vez que se presentaba. La discoteca nómada no solo se consolidaba como un espacio de diversidad, transgresor y sin prejuicios, sino también congregaba a un variopinto de personas curiosas, paquis, y otros no tanto.

Finalmente, después de horas de preparación, Emma estaba lista para salir. Con estilo y nuestras mejores prendas, caminamos juntos hacia la entrada bajo el escrutinio de algunos huéspedes, quienes nunca nos habían visto con tal nivel de producción. Al pasar por la recepción para saludar a Laura, que acababa de llegar, me topé con el español que me dijo al oído:

—Te veis muy mono ¡Esos dos gilipollas quedaron pasmaos! No vayáis a mirar.

Luego de haber declinado mi invitación, Hugo sonreía como si estuviera orgulloso de que los hubiese ignorado por completo. A veces me sorprendía su intuición, ya que siempre era asertivo con sus palabras, como si supieras ciertas cosas de las cuales yo no tenía ni idea.

Ahí, parados en el comedor, Yann y Dante no pudieron ocultar su reacción al verme pasar. Y, a pesar de que yo representaba una presa esquiva para ambos, los dos monstruos eran incapaces de hablar con franqueza entre ellos, ya que ambos compartían en secreto, una historia conmigo. Desde mi particular punto de vista, más que amigos o ex amantes, eran rivales, aunque se hayan encargado de camuflar bastante bien sus verdaderos sentimientos.

Fuera del hostal, Gonzalo nos esperaba de punta en blanco. Debíamos ir primero hasta la iglesia a la que asistía Isabella, ya que una semana atrás, su padre, al verla libre de sus estudios, le indicó que debía asistir más seguido al coro. El tiempo apremiaba y, apenas terminó su ensayo, nos fuimos directamente a uno de los baños para que Emma hiciera maravillas con las herramientas que llevaba en un bolso. Después de que la chica terminó de hacerle los últimos retoques a Isa, solo faltaban los tacones. Salimos con mucho cuidado del lugar para evitar que alguien nos descubriera, ya que inevitablemente iría corriendo a alertarle a su papá.

Siguiendo con nuestro periplo, en cuanto llegamos al trabajo de Iñigo en la pizzería, el chico se fue directamente al vestuario para arreglarse. Exactamente treinta minutos se demoró en aparecer con un look alucinante. Ya instalados en la parte de atrás del bondi, presos de los nervios, el bogotano sacó dos espumantes de su mochila y, sin más, comenzamos a brindar.

#UglyHeart. Las Reglas del MonstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora