༺ CAPÍTULO 50. CÓMO ENSAMBLAR UNA BOMBA ༻

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Enfrentar un torbellino de responsabilidades y preocupaciones puede ser abrumador, especialmente cuando se combina con el estrés de los parciales

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Enfrentar un torbellino de responsabilidades y preocupaciones puede ser abrumador, especialmente cuando se combina con el estrés de los parciales.

Ese día en particular, me desperté con la sensación de que algo no andaba bien. Incluso bajo el agua de la ducha, mi mente seguía enredada en una maraña de confusos pensamientos, incapaz de encontrar claridad y orden en medio de tanto caos.

«¿Qué le sucede?», me pregunté en silencio.

Sabía perfectamente que Dante debía tener sus motivos para comportarse de esa manera. Después de todo, él era un monstruo, peligroso e impredecible en su actuar. Aun así, mientras más intentaba borrarlo de mi mente, más persistente se volvía en mi conciencia. Esto desencadenaba una cascada de emociones que salían a la superficie con mayor fuerza, recordándome que el corazón tiene sus propios ritmos.

Siempre había escuchado de otros que los recuerdos pueden desvanecerse con el tiempo; sin embargo, eso era precisamente lo que me faltaba. Además, ¿cómo era posible que olvidara a Dante si aún vivía en el hostal?

Consciente de que sus días en aquel lugar estaban contados desde su llegada, Vicente no pudo resistirse a forjar lazos con nosotros. Se destacaba por ser un chico muy tranquilo, tanto así que apenas esbozaba opiniones. Simplemente se dejaba llevar por cada una de las locuras que se nos ocurrían. Como aquella vez que jugamos a las escondidas en la hospedería y armamos tanto alboroto que Magnolia nos regañó durante una hora, intentando inculcarnos algo de sensatez. Pero el destino quiso que, justo en el clímax de su discurso, las palabras se le enredaran en la boca, creando un trabalenguas involuntario que nos hizo estallar de risa. Fue tan inesperado y cómico que algunos de los chicos iban a necesitar un cambio de ropa.

Vicho, como solíamos decirle a Vicente, se encontraba hace un tiempo en una disyuntiva: quedarse en el hostal —lo que le permitía ahorrar dinero— o marcharse —cediendo a las presiones de su novia para vivir juntos—. No obstante, contra todo pronóstico, Vicente se llevaba bien con las chicas en la habitación n.º 16, lo que prolongó su estancia en el hostal —Emma se divertía con él y ya había aprendido a sortear con inteligencia las palabras pasivo-agresivas de Josefa—. Además de eso, el chico congenió bastante bien con Lautaro, quien con el tiempo se convirtió en su confidente, y su amistad siguió cultivándose a través de los años.

Por lo pronto, en la habitación n.º 12, el sexy español continuaba con sus estudios en Sociología y mantenía buenas migas con su compañero de cuarto —quien era muy cercano a Facundo—. De hecho, nunca tuvieron ningún altercado entre ellos. El amigo íntimo del regordete, no tenía mayores interacciones con nosotros, ya que se la pasaba trabajando o en casa de su novio. Aún así, sobresalía entre los demás huéspedes debido a su cortesía y trato amistoso hacia todas las personas, a quienes siempre saludaba con su mejor sonrisa.

#UglyHeart. Las Reglas del MonstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora