✧Episodio 10✧

19 5 2
                                        

—¿Qué..?.—Retrocediendo unos pasos Mairen miró con temor a su padre por sus palabras.

—Tus acusaciones fueron veinte palabras en total y como tienes dos manos se multiplicará por dos que son cuarenta.—Sin alguna emoción reflejada en su rostro el marqués toma de su escritorio una larga regla metálica mientras se acercaba a su hija menor paso a paso.

—¡Querido eso es muy cruel! ¡Su piel quedará con horribles hematomas!.—Asustada Penélope abraza el brazo de su esposo tratando de detenerlo.

—¡Espera tu turno mujer impaciente!.—Zafándose bruscamente de su agarre Ciel arrincona a Mairen y antes de que pudiera cubrirse toma uno de sus brazos.

Uno, dos, tres y cuatro golpes cayeron contra la muñeca de la chica sin detenerse hasta llegar a los cuarenta golpes, siendo repetido todo el proceso en la otra muñeca. La piel se torno de un verde enfermizo con tonalidades moradas, Mairen lloraba y gritaba del dolor suplicando inútilmente que parará mientras forcejeaba. Penélope con lágrimas en los ojos se había arrodillado abrazando uno de los pies del marqués suplicando igual con los ojos cristalizados.

—Guarda tus lloriqueos y súplicas para cuando sea tu turno.—Con molestia palpable en su voz Ciel soltó la mano magullada de Mairen para tomar a su esposa del antebrazo sacándola de su oficina casi a rastras.

—¡Suéltame Ciel! ¿Dónde piensas llevarme?.—Con temor trata de escapar del agarre del marqués mientras era llevada en dirección de las escaleras.

Al costado de la escalera se encontraba una pequeña puerta sin ninguna decoración para evitar que fuera llamativa. Está llevaba por unas estrechas escaleras descendientes al sótano de la mansión. Dónde por orden de Penélope meses atrás se construyó una pequeña habitación para encerrar a Ángel como nuevo medio de castigo. Había sido un completo estúpido por no detenerla pero podía suspirar aliviado por nunca haberla usado.

Tomando la llave colgada a un costado abrió el cerrojo de la puerta asegurándose de que Penélope no se escapara. Empujando la puerta de metal tiró con la fuerza necesaria a su esposa obligándola a entrar. La habitación no era espaciosa, contaba solamente con una cama y en una esquina un inodoro e lavamanos para el aseo. Parecía una pequeña celda para criminales, lugar donde en el pasado está mujer le sugirió encerrar a su inocente hijo.

—Amor no te atrevas…—Penélope temerosa de ser encerrada en este horrible lugar dio pequeños pasos acercándose con cautela a la puerta.

—Adiós.—Sin vacilar Ciel cerró la puerta antes de que la mujer logrará alcanzarla.

—¡Ciel sácame en este instante!.—Gritaba histérica la mujer golpeando la puerta con todas sus fuerzas importándole poco como se estaba lastimando los nudillos.

—Estarás aquí un tiempo, sola con tus pensamientos reflexionando sobre tus anteriores acciones.—Apretando la llave en su mano regreso a su oficina encontrándola vacía, Mairen había escapado a penas vio la oportunidad sin importarle su madre.

El marqués se recostó en el sillón que adornaba su oficina masajeándose el entre cejo por las palpitaciones dolorosas que sentía. Antes pensaba que su familia era perfecta y el único problema era su hijo, ahora que abrió los ojos notaba que todo fue una ilusión. El único que en verdad necesitaba y merecía toda su atención y cariño era Ángel, no las víboras que tenía de esposa e hija. Su lindo hijo que desde pequeño cuido pero al final fue quien le provocó más daño, su pequeño Ángel que en estos momentos estaba en paradero desconocido junto a Félix.
Mientras en el lago secreto, Félix observaba en silencio el cielo nocturno lleno de estrellas manteniendo en sus brazos a Ángel que dormía profundamente ya en su forma humana debido a que su cuerpo se había secado. El leopardo suspiro levantándose con cuidado por el chico en sus brazos caminado hacia el carruaje, tenía que vestir a el doncel y dejarlo dormir en un lugar cómodo.

𝖀𝖓𝖎𝖉𝖔𝖘 𝖕𝖔𝖗 𝖊𝖑 𝖉𝖊𝖘𝖙𝖎𝖓𝖔.  [𝕿𝖔𝖒𝖔 𝖀𝖓𝖔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora