𝖀𝖓𝖎𝖉𝖔𝖘 𝖕𝖔𝖗 𝖊𝖑 𝖉𝖊𝖘𝖙𝖎𝖓𝖔. [𝕿𝖔𝖒𝖔 𝖀𝖓𝖔]

✧Episodio 24✧

A la mañana siguiente Ángel sollozaba del dolor muscular. Se arrepentía con todas sus fuerzas haber regresado a entrenar. Extrañaba su cuerpo ejercitado y el solo recordar que dentro de poco lo tendría de vuelta aumentando su dolor. ¡Ni cuando tuvo su primera vez en el carruaje tuvo que quedarse de reposo tanto tiempo!. ¡Llevaba toda la mañana sin poder mover un solo dedo!.

–El dolor disminuirá si continúas moviéndote.–Dándole un pequeño masaje en las extremidades inferiores, el leopardo deprime su sonrisa por sus berrinches.

–Lo se bien…–Suspira apoyando los antebrazos en la cama para sentarse.–Solo quiero que este proceso termine de una vez y estar completo, es incómodo sentirse así.

–Tranquilo, en menos de lo imaginado dejará de existir esa sensación.–Tomando ahora sus mejillas besa su nariz con ternura.

Con un ambiente romántico y cálido los dos amantes se besaron, no era un beso apasionado que te robaba el aliento. Sino uno que trasmitía todo su amor. Lentamente se separaron mirándose fijamente a los ojos. A través de ellos los dos podían comprender el amor del otro, aumentando el suyo.

–Te amo.–Hablaron los dos a la vez con las mejillas rojas, más leve en caso del leopardo.

Rieron un poco antes de volverse a besar, aumentando lentamente la intensidad del beso convirtiéndolo en uno apasionado. Ángel protesto cuando se separaron deseando estar en el agua, así podría respirar por sus branquias y no tener que separarse en un largo tiempo. No era su culpa que los labios de su leopardo fueran tan adictos.

Después de su dosis diaria de amor, la mañana transcurrió con normalidad en la gran mansión. El día era tranquilo y agradable, alegrando a todas las personas dentro del edificio. Incluso el clima era perfecto, siendo utilizado como escusa por la princesa Minerva para su improvista llegada.

Había llegado con unas bolsas llenas de dulces y algunos vestidos, claramente salió a comprar y se desvió. Aunque sin avisar, motivos no tenían para rechazarla. Los sirvientes la guiaron al jardín mientras otros avisaban a la familia. Uno a uno fueron llegando, Penélope en silla de ruedas. Podía haberse quedado en la habitación pero, quería conocer a la “señorita perfecta” que estaba comprometida con su majestad y provocando el rechazo del amor de su hija.

–Ángel lamento haber llegado de improvisto, solo que ya no aguante más las ganas de venir.–Sonríe la morena tomando las manos del doncel entre las suyas.

–Minerva, no es un inconveniente la visita.–Comenta negando con la cabeza.–Es un honor tener su presencia en nuestra mansión.

A sus espaldas se escuchó un resoplido sarcástico, no necesitaba voltear para conocer su origen. El marqués suspiró frustrado masajeándose la frente y Mairen desvió la mirada avergonzada apretando los puños. Penélope no parecía reconocer los límites de sus acciones, Félix gruñó molesto lanzándole una mirada de muerte recordándole su lugar. Varios días atrás fue en la noche hasta el cuarto de Mairen para advertirle y enseñarle su lugar, solo ahora conocía que era mejor haber amenazado a la “grandiosa” señora Dynasty’s.

–Marqués Ciel muchas gracias por recibirme a pesar de mi inesperada llegada.–Educada, como acostumbraba a actuar, hizo una media reverencia.

–Es un placer princesa, pero debo retirarme en compañía de mi esposa.–Le sonríe algo incómodo por las poco discretas miradas despreciables de la señora en silla de ruedas.–Más tarde, regresaremos a charlar un tiempo.

–Comprendo señor Ciel.–Asiente siendo indiferente a la actitud de la mujer, antes Benjamín le explicó todo con lujo de detalles.

Al ellos marcharse, los cuatro se acomodaron en la mesa esperando que fuera servido el té. Conversando sobre temas al azar, eliminando lentamente la tensión que provocaba su título y el hecho de ser una desconocida. La de cabellos rubios como su madre y ojos verdes al igual que su padre, Mairen, fue a la que más le costó romper esa tensión por los daños provocados, no solo a su alteza sino también a su propia familia.