† 29. COEMETERIUM RAT †

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| Capítulo 29 |

Como pudieron, llevaron nuevamente el cadáver dentro de su tumba, y cuando ya lo había logrado. Clare dio un último vistazo. Sin duda alguna si no llevaba a cabo el plan de Mikhail, corrían el riesgo de que ambos fueran arrestados. Así que aguantando sus ganas de vomitar, puso en marcha su parte del plan.

Estando dentro de aquella tumba llena de tierra, el espacio era demasiado reducido como para siquiera moverse un poco, además de que tener a un cadáver a unos pocos centímetros no ayudaba demasiado. Clare solo deseaba que el plan saliera bien.

Cuando Clare y el cadáver yacían dentro de la tumba, Mikhail se escondió en unos arbustos cercanos. Viendo como poco a poco el guardia venía a paso apresurado. Al estar a unos pocos metros de distancia, Mikhail esperó el momento adecuado para actuar.

Mientras tanto, Clare estaba esperando impacientemente a que Mikhail le diera una señal para salir de ahí. Ya no resistí el olor putrefacto que desprendía el cadáver, y ni hablar de la tierra, de los bichos y de aquella claustrofobia que le estaba produciendo estar ahí desde hace un par de minutos sin siquiera moverse. Sin mencionar que en un momento sintió como algo pasaba por su tobillo con unas finas patas peludas. No se atrevió a mirar hacia sus pies, porque sabía que si lo hacía, era posible que aquel grito que estaba conteniendo saliera por fin de sus pulmones, sin importarle absolutamente nada.

«Será mejor que te apresures, Mikhail.»

Clare tratando con todas sus fuerzas de no gritar y mucho menos de largarse a llorar, espero unos pocos minutos más en los que solamente se escuchaba el silencio puro. No sabía cuánto llevaba ahí adentro, pero por un momento dudó en que Mikhail la hubiera dejado ahí sola, sino fuera porque cuando ya estaba dispuesta a salir, sin importarle de que estuviera el guardia merodeando, pudo divisar el rostro del joven con una sonrisa asomándose en el hueco de la tumba.

-Te dije que iba a estar aquí en todo momento.

Clare no sabía cómo, pero estaba agradecida de poder salir de ahí y de que no tuvieran más percances. Y como pudieron, se llevaron el cadáver de Salomon Edevane.

A medida en que avanzaban a paso apresurado y con sus linternas en mano, pudieron escuchar como muy cerca de ellos se escucharon unos cuantos gritos, alguno inentendibles, pero en esos momentos ambos chicos no querían perder más tiempos. Además de que supusieron que se trataba de otro ataque por parte de las sombras.

† † †

Luego de un par de horas en donde cada vez era más peligroso salir a las calles debido a la singularidad de las noches de Hunllef Town. Igualmente un viejo caza recompensas se encontraba en el cementerio del pueblo saqueando algunas cuantas tumbas.

Ni siquiera se había percatado del incidente de los chicos horas antes, solamente estaba disfrutando de lo que las joyas y riquezas enterradas le podían dar.

-¿A ver? ¿Qué tenemos aquí? -comentó el viejo Harold encontrándose con otra lápida más en el camino. Dejó su bolsa negra repleta de cosas robadas y leyó atentamente la inscripción-. Rosmary Winchester.

No conocía quién era esa mujer, pero por aquel nombre, supuso que su tumba tendría que tener las joyas más finas y costosas de todo el mundo. No todo los días se ve un collar de rubíes, unos cuantos anillos de oro o hasta unos aretes de perlas, o de diamantes, si nos poníamos más exquisitos.

-Bueno, señora Rosmary. Espero que no le importe compartirme unas cuantas joyas. -Se río de una forma burlesca y hasta se diría que un tanto ofensiva, mirando fijamente la tierra de aquella tumba.

Pero al alzar su mirada, soltó fuerte alarido despavorido al ver que detrás de aquella lápida se encontraba una mujer con piel pálida casi azulada con algunos trozos de piel caídos, mostrando su putrefacción. Con un vestido muy elegante de color negro y con el cabello recogido en un moño. Pero lo más impactante fue su mirada; una fuerte mirada que le dirigía aquel caza recompensas y que este hizo que retrocediera un par de pasos.

Sin darse cuenta, y al retroceder unos pocos pasos, Harold cayó en una tumba vacía y muy profunda. En plena desesperación por salir corriendo, trató de escalar el montón de tierra que lo rodeaba, pero era inútil, se resbalaba ante el simple acto de intentarlo.

-¡AYUDAAA! ¡AYUDA, POR FAVOR! -gritó con todas sus fuerzas, sintiendo como su garganta empezaba a escocer.

Sabía perfectamente que si se quedaba mucho tiempo en el cementerio era posible que lo arrestaran o se lo comieran vivo las sombras. Y en estos momentos la cárcel le parecía la opción más atractiva.

Pudo divisar por encima de su cabeza como el reflejo de la luz de una linterna se hacía presente, así que empezó a llamar la atención de aquella persona, que al escuchar bien, se dio cuenta que en realidad eran dos. Pero sus ánimos decayeron al ver como aquella luz se alejaba poco a poco.

Estaba completamente perdido.

Comenzando a sollozar, por un momento pudo escuchar como un pequeño ruido algo peculiar se hizo presente que, al principio no le prestó mucha atención, pero al cabo de unos segundos; cuando aquel sonido era cada vez más cercano, se volteó y lo que vio le heló la sangre.

Había una docena de ratas grises con ojos rojos, rodeándolo.

Gritando despavorido, intento patearlas y golpearlas, pero era imposible vencerlas, era como si cada vez salieran más, y ni siquiera sabía de donde.

Llegó un punto de desesperación que, en medio del sudor y del pánico, intentó nuevamente subir aquella montaña de tierra para salir de la tumba, pero desafortunadamente, lo único que consiguió fue resbalarse y caer boca abajo en el suelo de tierra.

Pudo sentir como las miles de patas de aquellos asquerosos roedores pasándole por encima aruñándolo con su paso, con sus repugnantes colas lampiñas y aquellos aterradores ojos rojos. En lo único que pensaba mientras se cubría su cabeza y empezaba a rezar era en el hecho de que no quería morir.

No pasó mucho tiempo en el que por fin se escucharon nuevamente los gritos del viejo Harold, pero esta vez aun más desgarradores. Las ratas estaban por todo su cuerpo y comenzaron a morderlo, arrancándole poco a poco pedazos de su piel, dejándola en carne viva.

Para este punto, si alguien se llegaba a asomar a aquella tumba, lo único que vería sería una espesa alfombra gris debido a la inmensa cantidad de roedores que estaban encima de su cuerpo.

Pero antes de que alguien se pudiera dar cuenta de los gritos, estos ya habían cesado por completo, junto con la vida de aquel caza recompensas.

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