| Capítulo 27 |
Pasaron unos cuantos días cuando Clare se dignó de ir nuevamente a su trabajo. A pesar de que le habían dado permiso para faltar, dado a lo que a ella ya Camille les había pasado, Clare sabía que no era responsable de su parte faltar mucho tiempo, además de que las cuentas no se iban a pagar solas.
—Me alegro mucho de volver a verte, linda. —confesó la señora Helen con una amigable sonrisa que hacía notar las arrugas de sus ojos, a penas vio a la joven entrar en el lobby.
—También me alegra mucho de verla. —Le respondió el gesto con una floja sonrisa.
A pesar de que había pasado algo de tiempo y que disfrutaba su trabajo, para Clare le era duro volver al lugar donde sucedió ese momento tan traumático. Sin contar que justo cuando vio el elegante ascensor, con las puertas abiertas esperando a que la próxima persona se subiera en él y sin ningún rastro de sangre, sintió una sensación oscilante que le dieron ganas de llorar, a medida en la que revivió aquel horrible. Recuerdo que estaba tratando de olvidar con todas sus fuerzas.
Clare aclaró su garganta y desvió su vista de aquel ascensor, tratando de que con aquel simple acto pudiera disipar aquellos malos pensamientos que rondaban por su cabeza. Pero al hacerlo, su vista recayó en aquel chico rubio con actitud afligida que se encontraba en uno de los sillones cercanos.
—Hola, Víctor. —Le saludó la joven con una sonrisa fugaz. Se podía ver como el chico se la estaba pasando muy mal por la muerte de Camille, hasta se podía notar como sus ojos estaban rojos e hinchados por tanto llorar.
Víctor alzó su mirada conectando con la de Clare y le dedicó una leve sonrisa.
—Hola, Clare. Me alegro mucho de verte de nuevo. —confesó luego de sorberse la nariz.
—¿Cómo has estado? —preguntó la joven sentándose en el sillón contiguo al de Víctor.
—Bien, aunque creo que es momento de que despeje un poco la mente —Víctor dio un profundo suspiro, para después conectar miradas con Clare y esbozar una pequeña sonrisa— ¿Qué te parece si vamos hoy en la tarde a la feria del pueblo?
—Claro, me encantaría. —respondió Clare formando una gran sonrisa en su rostro. Sin duda eso le serviría para darse un respiro, además que, desde que era niña le encantaba ir a las ferias anuales del pueblo.
† † †
El centro de Hunllef Town estaba adornado completamente de colores naranjas, amarillos y negros, dando la bienvenida al otoño que se avecinaba. Habían puestos de comidas, juegos, música y demás cosas que animaban el ambiente desde varias cuadras de distancia.Era irónico que, a pesar de todas las muertes diarias, los pueblerinos de Hunllef Town igualmente sacaban fuerzas para celebrar las ferias.
—Quisiera una manzana acaramelada, por favor. —pidió Clare a la vendedora del puesto. La señora con una sonrisa le tendió una y, luego de pagar, se sentó junto con Víctor en una de las mesas de picnic que habían cerca.
— ¿Cómo te ha ido en clases? —indagó rubio, apoyando sus brazos en la mesa al tiempo en el que entrelazaba los dedos de sus manos.
—Bien. Ya sabes, solicitudes y más solicitudes. Creo que hasta estoy pensando en jubilarme antes de tiempo.—Clare hizo un mohín con su mano, restándole importancia. Que a pesar de no haberlo planeado, hizo que Víctor soltara una corta risa.
— ¿Y cómo ha estado tu padre? No lo he visto en mucho tiempo. —Está vez fue la pelirroja quien preguntó, después de darle un mordisco a su manzana y sentir como el fresco y dulce sabor de esta inundaba su boca.
—Pues ha estado enfermo últimamente, por eso no ha podido ir más al hotel. —confesó el chico bajando su mirada en un gesto de pesar.
—Lo siento mucho, espero que se mejore pronto. —comentó la joven con sus cejas hundidas y posando su mano encima de las del rubio.
El señor Hawthorne era muy apreciado para ella, había hecho tantas cosas por Clare que hasta ya podría considerarlo como un segundo padre, y de solo pensar que su salud no estaba en tan buenas condiciones le hacía sentir el corazón pequeño.
A medida que pasaron un par de minutos hablando, contando chistes y poniéndose al tanto. Clare se percató de uno de los puesto de feria que más le encantaban desde que era niña: el puesto de algodones de azúcar. Y es que ¿quién no le podía gustar el algodón de azúcar? Y más si específicamente se trata del de la feria del pueblo. Era tan esponjoso y dulce que cuando era pequeña le provocaba comerse lo más que pudiera.
—¡Vamos al puesto de algodones de azúcar! —Le animó Clare con una gran sonrisa junto un brillo en sus ojos.
—No quiero. Mejor será volver a casa. —dijo el rubio, aunque Clare no se dio por vencida. No todos los días se celebraba la feria del pueblo y por ende, no siempre podría deleitarse con aquel exquisito dulce.
—Vamos. —insistió nuevamente con una sonrisa.
—No quiero, Clare.
—¡Ay, no seas aguafiestas! —Se burló la joven soltando una pequeña risa.
—¡Ya dije que no! —soltó Víctor con un tono de voz severo, mirando a Clare fijamente, y ella ahogó un grito. Nunca había visto a Víctor actuar de tal manera, y eso la tomó desprevenida.
Se pudo percatar como el chico endureció sus facciones, pero lo que hizo que se paralizará en su asiento no solo fue aquel aspecto tan repentinamente amenazador, sino fue un fugaz brillo morado que se despendió desde los ojos del él y, que al instante en el que este brillo apareció, la herida del costado de Clare empezó a dolerle más que antes, como si le estuvieran pasando la llama de un encendedor muy cerca de aquella terrible marca.
Asustada y aguantando las grandes ganas que tenía de gritar y llorar por aquel tortuoso dolor, se quedó en silencio unos escasos segundos que para ella fueron interminables, tratando de encontrar las palabras correctas.
—Está bien. Volvamos a casa. —formuló, intentando de que su voz no se rompiera por la dolorosa sensación que estaba experimentado en su costado.
El recorrido hasta el sitio donde sus caminos se separaban, para cada uno irse a sus respectivas casas, fue extremadamente silencioso y tenso, tanto así, que a Clare le provocaba una sensación algo inquietante. Aún no se podía quitar de la cabeza aquella imagen de Víctor actuando de aquella forma tan voraz.
Luego de que Clare se despidiera con un simple «adiós» algo atropellado y que el chico le correspondiera, se apresuró a paso rápido a llegar lo antes posible a su casa.
Al estar por fin en su habitación, cerró la puerta sin hacer mucho ruido para que sus padres no se despierten. Encendió la luz y, sin molestarse de quitarse la ropa, se desplomó encima de su cama quedándose viendo el techo por unos minutos, tratando de encontrarle una explicación.
«Algo raro le sucede a Víctor.»
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PARASOMNIA
HorreurTodos alguna vez en la vida hemos experimentado de una pesadilla; de esa horrible sensación de miedo, pánico, angustia y desesperación por lo que nuestros sueños nos muestran. Pero ¿me crees si te digo que las pesadillas pueden hacerse realidad? Que...