| Capítulo 36 |
Clare se detuvo frente a la puerta de su hogar, el corazón latiendo con fuerza, como si estuviera a punto de desbordarse. Era mediodía, la luz en lo alto hacía que las sombras que proyectaba su cuerpo danzaran en la entrada, susurrando secretos que solo ella podía escuchar. Había ido a resolver su problema con Nick, pero ahora, la inquietud sobre su verdadero padre la consumía. La revelación de que el hombre que había creído conocer no era su padre biológico la había dejado tambaleándose, como si el suelo se hubiera abierto bajo sus pies.
«¿Qué más me han ocultado?», pensó mientras empujaba la puerta, que chirrió como si también tuviera algo que decir.
La casa estaba vacía, un eco de risas pasadas resonaba en las paredes. Clare se sintió como una intrusa en su propio hogar, pero la curiosidad era más fuerte que cualquier sentimiento de culpa.
Caminó hacia el estudio de su madre, un lugar que siempre había considerado sagrado. Los diarios estaban allí, apilados en un rincón, como si estuvieran esperando a que ella los descubriera. Clare se sentó en el suelo y comenzó a pasar las páginas, cada letra era un susurro del pasado. Entre relatos de amor y desamor, encontró un álbum de fotos de su madre. Las imágenes mostraban momentos de felicidad y ternura, pero no se veía quién las había tomado. Aun así, Clare pudo percibir el amor con el que fueron capturados esos instantes.
Siguió revisando los diarios y entre ellos encontró una carta. Al leerla, su pulso se aceleró. Deslizó su pulgar suavemente sobre el nombre "Gabriel Lion" y como si eso fuera una señal, la pequeña carta se deslizó escapando de las páginas. Clare la tomó con cuidado y leyó con atención:
"Querida Dahlia; Sé que mi carta no cambiará nada, pero no pude quedarme callado. Desde el momento en que vi a esa niña, supe que era mía. Nadie me lo dijo, no hacía falta. La forma en que sus ojos miran al mundo, esa quietud en su rostro cuando se queda en silencio, la forma en cómo nunca pierde la calma mientras otros se asustan, todo en ella me pertenece. Tuve que tragarme mil palabras, esconder mi rostro entre la multitud para no delatarme; porque tú estás atada, prisionera de alguien que nunca podrás amar. Pero yo... yo soy el que la ve en los sueños y la siente en los recuerdos rotos, recuerdos que nunca sucedieron, pero que alivian mi dolor con una fantasía. Sé que tú, con tu vida entre las sábanas de otro hombre, nunca dejarás de mentir, pero quiero que sepas algo: aunque no pueda ir tras ella, aunque no pueda gritar su nombre en la calle, yo siempre estaré aquí. Estaré esperando. Si alguna vez ella toca mi puerta, sin comprender por qué, solo sabrá que en mí hay algo de ella. Y que, sin pedirlo, la estuve esperando. No hay vuelta atrás, Dahlia. Yo lo sé. Pero ella... si alguna vez cruza mi umbral, aunque no lo diga, sabrá que siempre fue mi hija y que yo siempre fui su padre. Con una paciencia rota, te espero... mi querida Clare.
Con amor, Gabriel."
Sus manos temblaban, un llanto y gimoteos como nunca había experimentado se apropiaron de ella. No podía dejar de repetir las palabras en su mente y cada una le provocaba un estallido emocional diferente:
"Tuve que tragarme mil palabras, esconder mi rostro entre la multitud"
Dolor, duda.
«¿Siempre estuvo ahí? ¿Por qué nunca se acercó? ¿Hay alguna razón por la que no quiso verme?»
"Prisionera de alguien que nunca podrás amar"
Rabia.
Recordó cada pelea, gritos, comentarios pasivos agresivos, miradas extrañas o faltas de afectó entre sus padres que ella solo dejó pasar.
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PARASOMNIA
TerrorTodos alguna vez en la vida hemos experimentado de una pesadilla; de esa horrible sensación de miedo, pánico, angustia y desesperación por lo que nuestros sueños nos muestran. Pero ¿me crees si te digo que las pesadillas pueden hacerse realidad? Que...