† SOMNUM EXTERRERI †

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| Introducción |


Ya era de noche, la luna llena brillaba en lo más alto del cielo junto con las incontables estrellas. Cualquiera diría que era una noche hermosa, pero las personas del pueblo de Hunleff Town, jamás dirían lo mismo.

En una casa muy cerca de la ciudad, se encontraba una madre arropando a su hija de ocho años.

No había ninguna otra fuente de luz, además de la lámpara de la mesa de noche de la niña que iluminaba en varias formas toda la habitación, haciendo un ambiente un poco más tranquilo y relajante.

—Buenas noches, cariño. —La madre le dio un corto beso en la frente de su pequeña— Recuerda que es de noche, así que has mucho silencio y jamás apagues la luz. —murmuró viendo a su hija fijamente.

La pequeña asintió como respuesta, para luego encender la luz de su linterna. Pero hubo algo que notó la pequeña niña en su madre, algo que hizo que frunciera el ceño.

—¿Para qué es el cuchillo, mami? —preguntó, ladeando la cabeza.

—Para nada, cariño. No te muevas de esta habitación. —Su tono no cambió en ningún momento— Mami se tiene que ir porque va a hacer algo, pero tienes que ser valiente, ¿okey? Volveré pronto, no te preocupes. —Sonrió de manera reconfortante.

—¿Lo prometes? —La niña se removió inquieta entre sus sábanas. Eso de quedarse sola en su casa en medio de la noche le inquietaba demasiado.

—Lo prometo. —La mujer volvió a sonreírle a la pequeña y esta asintió con una leve sonrisa, esperanzada en la promesa de su madre.

Segundos más tarde, la madre ya estaba saliendo de la habitación sin cerrar la puerta, para después acabar con su vida antes de que las pesadillas acabaran con ella. ¿Una decisión un poco cobarde? Tal vez. Pero cuando se trataba de las sombras, esas decisiones cobardes y desesperadas eran mejor que sufrir la tortura de las sombras.

En la habitación de la niña, ella se encontraba con las sábanas subidas hasta la nariz, dejando al descubierto solamente sus hermosos ojos azulados. No se escuchaba nada, aparte de los grillos, búhos, y su respiración entrecortada.

Al escuchar un ruido en el pasillo, la pequeña niña rubia ahogó un grito. Tomó su linterna y su osito de peluche, y se metió apresuradamente dentro de su carpa rosa que había en su habitación y la cerró a medias, por si en algún momento tendría que correr.

Acurrucada, abrazando fuertemente su osito de peluche, con las piernas pegadas al pecho y la respiración un poco acelerada y entrecortada, se repetía constantemente que su madre regresaría y que todo estaría bien.

En una forma por tranquilizarse, comenzó a cantar una canción que le enseñó su madre para cada vez que ella sintiera miedo.

I'm not afraid of the dark when it's time for bed. I've got a little secret that makes the fear go away. I'm not afraid of the dark. I'm not afraid, i know what to do. I hold my dolly tight, you can try it too. Soltó un suspiro al notar que ya no estaba asustada y la angustia se disipó un poco.

Segundos más tardes, pudo observar como por la hendidura de la puerta de la carpa la luz de su lámpara de noche empezó a titilar, amenazando con apagarse, hasta que al fin cedió, quedando todo envuelto en una oscura penumbra, a excepción de la luz que desprendía la linterna de la niña.

PARASOMNIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora