Salma.
Me reí.
Por supuesto que me reí. Aquello era irreal.
No me di cuenta de que había estallado en carcajadas hasta que vi la mirada fulminante y significativa que me indicaba un vamos a hablar muy seriamente de mi míster y de las miradas perplejas de las demás personas con los pocos objetos que han podido lograr salvar.
Un incendio. Un puto incendio en la Masía Femenina. Un puto asqueroso incendio que comenzó en la puerta de mi habitación.
Todas mis cosas se han quemado. Todas mis pertenencias, todo.
Mi sueño se acababa de esfumarse ante mis ojos con el humo del fuego. Mis pertenencias valiosas.
Y me estaba riendo.
Estás cómo una cabra.
—Salma, ¿qué cojones...?— Quería cerrarle la boca de un puñetazo.
La risa se esfumó.
—Cállate, Maya.— Casi escupí. Más tarde me sentiría mal por la forma de hablarle, pero ahora tenía otras preocupaciones.
Porque una vez más, todos volverán a verme con los mismo ojos.
Una puta vez más, soy la mala de la historia.
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𝟑𝟎𝟒 • 𝕷𝖆𝖒𝖎𝖓𝖊 𝖄𝖆𝖒𝖆𝖑
Romanceℑ𝔫𝔠𝔩𝔲𝔰𝔬 𝔩𝔬𝔰 𝔮𝔲𝔢 𝔡𝔦𝔠𝔢𝔫 𝔮𝔲𝔢 𝔫𝔬 𝔭𝔲𝔢𝔡𝔢𝔰 𝔥𝔞𝔠𝔢𝔯 𝔫𝔞𝔡𝔞 𝔭𝔞𝔯𝔞 𝔠𝔞𝔪𝔟𝔦𝔞𝔯 𝔱𝔲 𝔡𝔢𝔰𝔱𝔦𝔫𝔬, 𝔪𝔦𝔯𝔞𝔫 𝔞𝔩 𝔠𝔯𝔲𝔷𝔞𝔯 𝔩𝔞 𝔠𝔞𝔩𝔩𝔢. 𝔖𝔱𝔢𝔭𝔥𝔢𝔫 ℌ𝔞𝔴𝔨𝔦𝔫𝔤.