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Lamine Yamal, 20:21 p.m.

Estaba en el vestuario, aún con la adrenalina del entrenamiento en el cuerpo.

Mientras recogía mis cosas con prisa, no podía dejar de pensar en la llamada que tenía planeada con Salma.

—Ricitos, ¿qué te pasa hoy? ¿Tienes una cita con tu estrellita o qué?— se burló Héctor, guiñándome un ojo.

—Sí, parece que alguien tiene mucha más prisa de lo normal— añadió Cubarsi, sonriendo con malicia.

—Dejadlo en paz, seguro que tiene una llamada importante— dijo Guiu, fingiendo seriedad.

—¿Os callais la puta boca o os la callo yo, panda de desgraciados?

Los tres me miraron perplejos pero plenos de diversión y de repente, empezaron a descojonarse de la risa.

—Mira cómo defiende a su estrellita— se río Cubarsí.

Héctor ya estaba en él suelo riéndose.

Traidor mal nacido.

—Dios, ricitos. No sabes lo que me río yo contigo— me vaciló Guiu.

Me colgué la mochila en el hombro y salí del vestuario sin si quiera echarles una última mirada.

Para qué amigos si puedes tener enemigos.

—¡No, Lam... ricitos!— Y la voz de Héctor fue lo último que escuché antes de apresurar el paso.

Intenté no prestarles atención. Sabía que ellos solo estaban bromeando, pero tenía prisa por hablar con Salma.

Subí a mi habitación, esquivando a todas las personas que tenía por delante.

Estos últimos días, después de la reunión, la Masía ha estado llena de personas por la mudanza.

Cuando llegué al ascensor, que por suerte estaba vacío, me di cuenta de que se me había pasado la hora.

Mierda, mierda.

Saqué mi teléfono y le mandé un mensaje, avisándola.

Lamine: hey, estrellita
Ya estoy libre, t llamo?

Esperé unos segundos que se sintieron como una eternidad hasta que vi su respuesta.

Sonreí sin darme cuenta.

Salma: okeeyy, llámame cuando quieras

Le di a llamar y esperé, con el corazón latiéndome con fuerza.

¿Cómo podía haberme pillado tanto de ella? ¿Cuándo y cómo?

No lo sé, la verdad. Pero ahora era mi primer pensamiento cuando me despertaba y el último cuando me echaba a dormir.

Su voz cálida y agradable me hizo sonreír instantáneamente.

Helou, ricitos— dijo, tratando de sonar relajada.

—¿Qué tal, estrellita?— respondí, intentando que no se notara lo nervioso que estaba.

—Bien, bien... ¿Y tú? ¿Cómo fue el entrenamiento?— pregunta Salma, con su voz llena de energía.

—Agotador, pero nada que no pueda manejar... si no fuera porqué los chicos no me dejaban en paz, vacilando todo el rato.— respondo, tratando de sonar casual mientras salía del ascensor.

—¿Te estaban molestando por algo en particular?— Su tono de voz cambia ligeramente, mostrándose interesada.

Su risa leve se escuchó a través de la línea. Era... adorable.

𝟑𝟎𝟒 • 𝕷𝖆𝖒𝖎𝖓𝖊 𝖄𝖆𝖒𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora