025

2.3K 236 58
                                    

Salma Martínez, 12:18 p.m.

Lamine me había dejado completamente desarmada en menos de dos minutos. 

¿Y ahora qué? ¿Cómo iba a concentrarme en el entrenamiento después de esto?

Salí del ascensor con las piernas temblorosas, y me dirigí al vestuario femenino, intentando calmarme. 

Necesitaba un segundo para recomponerme, para procesar lo que acababa de ocurrir. 

Porque si esto era un juego para Lamine, él lo estaba jugando demasiado bien.

☆☆☆

Lamine Yamal, 12:18 p.m.

Mi corazón martilleaba fuerte, pero traté de mantener mi compostura, de no dejar que se notara lo jodido que estaba por dentro. 

Si ella supiera cuánto me costaba controlarme...

Salí del ascensor, respirando hondo una vez que las puertas se cerraron tras de mí. No podía seguir así, jugando con fuego todo el tiempo.

Mierda, estaba perdiendo el control.

Bajé las escaleras rápidamente, tratando de despejarme, de no pensar en cómo había estado a milímetros de besarla, en cómo su cuerpo temblaba bajo mi toque. En cómo sus labios parecían estar pidiendo los míos.

Salma es diferente, y eso es lo que me mata.

Podía tener a cualquier otra, pero ella... ella me hacía perder la cabeza.

La madre de Héctorcito mejor

 Me hacía sentir cosas que no quería admitir, que me asustaban incluso. Y, joder, si hay algo que no puedo permitirme ahora es eso: sentir algo por alguien que no puedo tener.

Porque Salma no es solo una chica más, es... ella es mi jodida estrella. Mi estrellita.

Suspiré, sabiendo que estaba metido hasta el cuello en esto, pero también sabiendo que no había vuelta atrás. 

Todo lo que ha pasado entre nosotros en relativamente mucho menos de dos meses lo que sentí, lo que vi en sus ojos... eso no se va a borrar tan fácilmente.

Y lo peor es que, cuanto más la tengo cerca, más difícil se me hace mantenerme lejos. 

☆☆☆

El calor de finales de agosto era brutal. El sudor ya me corría por la frente, y ni siquiera habíamos empezado a calentar.

No sé qué estaba peor, si el sol reventándonos la cabeza o lo cargado que se sentía el aire con todo el equipo mixto alrededor. 

El entrenamiento de hoy tenía algo diferente. No era por la cantidad de gente, ni porque fuera el primer mixto del verano. 

Era por cómo Salma estaba en el campo, con su amiga Maya a su lado, y cómo el simple hecho de verla lograba que me distrajera una y otra vez.

A mi lado estaban Fermín, Marc Casadó, Pau, y Héctor, mientras hablábamos sobre cualquier cosa para distraernos del calor sofocante.

—Joder, hermano, qué locura de día. Esto parece el Sahara —se quejaba Héctor, abanicándose con la mano con el ceño fruncido.

Lo miré con mala cara, él sabía que teníamos algo aún muuuuy pendiente. 

Y cuando me pilló mirándome, cambió completamente su cara y comenzó a abanicarse muy exageradamente. Soy gay, gesticuló bromeando con los labios mandándome un beso.

𝟑𝟎𝟒 • 𝕷𝖆𝖒𝖎𝖓𝖊 𝖄𝖆𝖒𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora