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Lamine Yamal, 18:01 p.m.

La reunión dio por finalizada y el bullicio de los asientos llenaba la sala, pero no me di ni cuenta.

En mi mente solo había lugar para una cosa: el chat con Salma.

-Va, bro. Levanta o te destrozo el móvil- amenazó Héctor, que me esperaba impaciente.

-Tienes peor paciencia que mi madre, loco.

Me levanté y me estiré.

-No hables así de mi suggar momm...

Puse una mueca y comenzó a reírse cuando le pege una colleja.

-¿Pero tú eres gilipollas o te pegan en casa?

-¡Que es broma, hermano!

Pase de él, y casi insconcientemente, mi mirada busco la suya. Pero ya no estaba en la sala.

Héctor comenzó a caminar hacia la salida mirando no sé que en su móvil y yo le seguí, buscando con la mirada.

-Está por allí, hablando con el míster.- La voz de Fermín a centímetros de mi me sobresaltó. Lo aparte de un manotazo y el se río.

-No la estoy buscando a ella.

-¿Quién la ha mencionado?- dijo divertido, arqueando una ceja.

Me voy a cagar en tus muertos.

Pero igualmente mi mirada la encontró. Ahí, tan guapa... ¿Qué? ¡No!

Ella y su mejor amiga y compañera de equipo hablaban con mi míster y con el suyo, creo. Su amiga hablaba con ellos educadamente y aunque Salma parecía concentrada, se notaba que su miraba vagaba ocasionalmente, como si buscara a algo o a alguien.

Podía hacerme una idea de qué era lo que buscaba. Pero parecía que no lo encontraba.

No sé cuánto tiempo pase mirándola, pero desconecté totalmente.

-Lamine, ¿me estás escuchando? -Héctor me dio un suave codazo, sacándome de mis pensamientos.

-Sí, sí, claro -mentí, sin apartar la vista de Salma.

Fermin soltó una carcajada y me dio una palmada en la espalda.

-Estás en las nubes, bro. ¿Qué te pasa? -se burló.

-Nada, nada -respondí, tratando de restarle importancia.

Salma, mientras tanto, movía la cabeza asintiendo a su entrenadora, pero sus ojos no mentían: estaba distraída. Maya, a su lado, tenía una sonrisa divertida, claramente disfrutando del espectáculo.

-Venga, Héctor -continuó Fermin-, déjalo en paz. No ves que nuestro Lamine está ocupado pensando en otra cosa, o mejor dicho, en otra persona.

Héctor rió y volvió a su móvil, pero yo seguía mirando a Salma.

Había algo en ella que no podía ignorar.

Era extraño cómo, en tan poco tiempo, había llegado a sentir una conexión tan fuerte con alguien a quien apenas conocía.

De repente, un grupo de chicas pasó cerca de nosotros. No las había visto nunca antes, pero iban cuchicheando y soltando risitas bobas. Les eché un vistazo de dos segundos antes de volver a mirar a Salma, sin interés en absoluto.

Sin embargo, una de ellas, más atrevida, se separó del grupo y se acercó a mí con una sonrisa coqueta.

Era rubia con rizos, tenía los ojos claros. Ni siquiera me fijé en su ropa. No me interesaba, ni ella ni sus amigas.

-Hola, Lamine, ¿no? -dijo, con una voz cargada de intenciones-. Estás muy guapo hoy. Te he visto jugar y eres increíble en el campo y sé que no nos conocemos muy bien ni nada, pero seguro que habrás escuchado algo de mi, pero igualmente... ¿Te gustaría quedar algún día para compartir experiencias?

Intenté mantener la compostura, aunque no sabía qué decir. Ella seguía hablando, acercándose un poco más.

-Podríamos intercambiar números, solo para mantenernos en contacto -insistió, con una sonrisa que pretendía ser encantadora.

Antes de que pudiera responder, Héctor intervino, mirando a la chica con una mezcla de diversión y desafío.

-Lo siento, pero Lamine ya está bastante pillado por una dama brillante y promesa en el campo y que esta pfff, y que por cierto sí conoce al contrario de ti-dijo con una seguridad aplastante y pasándome su brazo por los hombros-. Así que será mejor que des media vuelta porque este pedazo de hombre pecho peludo está comprometido y es fiel, eh. Con todo el respeto.

-No te estoy hablando a ti.

Sonreí burlón.

-¿Y qué? Somos y vamos en pack, la dupla galáctica nos dicen. Yo se lo que el piensa y siente tooodooo el tiempo, de lunes a domingo de día, de noche y de tarde- Héctor me miró, buscando mi aprobación, yo me encogí de hombros, divertido.

Ella puso los ojos en blanco.

-Me da igual y ¿puedes irte? ¿O es que no ves que le das igual a él?- casi escupió, señalandome. Wow.

Escuche reír a Fermín.

Parpadee y Héctor y yo nos miramos con una mueca. Me reí.

-Hermana, a mi dupla no le hables así, por favor, que se ofende y llora. Y no, no te voy a dar mi número, lo siento.

La chica, visiblemente ofendida y casi enfadada, se dio la vuelta y volvió con sus amigas, quienes la miraron con curiosidad, pero ninguna se atrevió a acercarse de nuevo.

Miré a Héctor y chocamos las manos y empezamos a descojonarnos, pero entonces sentí una mirada intensa sobre mí.

Sabía perfectamente de quién era.

Miré hacia Salma y nuestras miradas se encontraron. Había algo en su expresión, una mezcla de sorpresa y, ¿celos? Me miraba muy intensamente y no apartó la mirada y yo tampoco.

Una sonrisa comenzó a formarse en mis labios y vi cómo sus mejillas se sonrojaban. Finalmente, apartó la mirada, claramente avergonzada.

¿Estaba celosa de esas payasas?

Casi sin pensarlo dos veces, desbloqueé mi móvil y le escribí un mensaje.

Lamine: espérame en la salida. Sola.

Mierda, Salma. Salte de mi puta cabeza. Me tienes loco


¡no olvides dejar tu estrellita!
☆☆☆

𝟑𝟎𝟒 • 𝕷𝖆𝖒𝖎𝖓𝖊 𝖄𝖆𝖒𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora